miércoles, 19 de diciembre de 2018

Cuando muera, espero que hablen de mí, de Camille T. Dungy

publicado originalmente en The Rumpus


Cuando muera, espero que hablen de mí

como hablan del presidente recién
fallecido que supervisó el bombardeo
de incontables niños. Los periódicos hoy
recuerdan a su amada nena de 3 años,
a quien aparentemente esperaba encontrar
cuando llegara al cielo. Espero
que exista un cielo suficientemente grande
para que quepan todas las almas, incluso
el alma de un hombre que fue padre de un hombre
a quien algunas de nosotras consideramos el peor
de los hombres. Todos cometemos errores.
Siempre habrá, nos enteramos, como todos terminamos
por enterarnos, un hombre incluso peor que tomará
el puesto. Yo ni siquiera sabía que el tipo tenía
una hija. Cuando respiraba todo lo que escuché
era hijo, hijo, hijo. Pero ahora su pequeña niña
encabeza los titulares, y tengo que buscar mucho
para encontrar notas acerca de cómo le dio 
la espalda a los chicos amontonados en los enclaves
gays de las ciudades de Estados Unidos. Muchas mujeres
negras murieron a causa del mismo descuido, Dios, recuerdo
que las noticias solían hablar de bebés, su sangre saturada
de sufrimiento. Pero no hoy.
Hoy los periódicos ni siquiera pueden hablar de su guerra
sin retratar ese fracaso, a su vez, como el precio de la paz.
Así que, por favor, cuando yo muera, olviden todos los incendios
que provoqué. Olviden las muchas formas en que los mutilé,
los ignoré, me reí en sus caras. Digan que mi meta
era, era después de todo, era, tal vez, una paz
más allá de toda comprensión. Digan que amé
a una niña desesperadamente. Su fantasma me persiguió
toda la vida. Escuché a esa niña muerta
mi niña llorando, interminablemente, por todo
el planeta. Recuerden eso.



(Versión de Javier Raya)