domingo, 19 de febrero de 2012

Yo

Yo ya no puedo seguir insistiendo en ser salvajemente otro
--aunque no un otro cualquiera,
pero tampoco puedo anclarme en la rutina
de ser un yo sin yo,
de ser un yo cualquiera,
de ser un accidente de avión
sin sobrevivientes.

Soy al menos dos en este instante,
soy otro y su memoria
sin que la memoria sepa dar cuenta
del origen de ese yo,
y sin que ese yo se sienta a sus anchas
en esos recuerdos,
viendo el pasado inmediato
como un zapato de talla incorrecta,
o como un vaso de agua limpia
al que han quedado restos
de materias en el fondo
cuya procedencia en lo flotante
desconocemos.

No me reconozco en mí,
sólo en mi diferencia.
Lo mío está en entredicho,
y soy como un yo a punto de pronunciar
"yo",
al modo en que el mar recoge sus arreos
para lanzar un argumento rumoroso
contra la dura piedra de la orilla,
y sobre la cual insiste,
donde cada ola es todo el mar,
y donde toda la historia del mar y de la tierra
es un argumento de paciencia,
de feliz necedad,
acaso de amor.

Escrito con los besos de Andrea aún frescos
como cicatrices que saben curar.

domingo, 5 de febrero de 2012

Secretos

, Odio los secretos. Pero apenas se les ve de cerca los secretos parecen ser el verdadero capital: el elemento más ductil, el que puede transformarse en información, dinero, favores, lealtad. Los secretos son un trabajo de tiempo completo.

¿Qué es lo que esconde esa caja de Drágor? En ella debe haber algo especialmente valioso, ya que, desde la distancia de tres miradas, vemos que es preciosa. (...) Sin dejar de sonreír, Drágor nos explica: la caja no estaba vacía, en ella estaba el Misterio, he aquí que la seda está un poco arrugada y aún caliente, pero como la hemos abierto... [Atlas descrito por el cielo, Gorán Petrović , (pp. 80-1.)]
, Mi crianza transcurrió en el aprendizaje de algunos valores teóricos relativos a la convivencia con el otro, que solamente valían como tales mientras alguien nos observara. Mi verdadero aprendizaje vital ocurrió siempre al margen de las miradas, en el "lado B" del mundo, por decirlo así. Sistemáticamente comprobé que era mejor desaprender todo lo que se supone que uno debe aprender para ser una buena persona, una persona confiable, respetada y a su modo apreciada por otras personas. Pero también eso es discurso: estructura, forma, "modales": al modo de la música, la complejidad de la composición en ocasiones se sobrepone al mero placer de escucharla. ¿Qué digo? Que en realidad mi maldición es poner atención. Me explicaré.

, No sé si parte de la educación sentimental de la gente transcurra en los años de formación del mismo modo que transcurrió la mía: una tras otra todas las barreras fueron cayendo. Encontraba contradicciones, faltas, deslices en todos los modelos de conducta, en todas las personas, en todas las creencias. Huecos, porosidades, pequeñas manchas. Mi capacidad de atención va de la mano con mi curiosidad: siempre he podido ver muy claramente los elefantes blancos en el centro de las habitaciones. Pero la ingenuidad siempre me jugó en contra: creí que eran tan blancos y gigantes, que su mierda era tan evidente para los demás como para mí mismo. El verdadero aprendizaje, parece ser, consiste en dejar a los malditos elefantes en paz en vez de describírselos a los demás (que, por otro lado, los ven tan bien como uno, pero han aprendido a no ver).

, Llegué a creer que en realidad la subjetividad necesita de los secretos para conformarse. Una historia vital no puede transferirse: se cifra en experiencia, en actos, incluso en los más irrelevantes. De manera simple, el desayuno de esta mañana es un secreto: me conforma el saberlo tanto como el alimento, y me conforma que sea información, aunque anodina, que no sabe nadie. Nos dejamos seducir por la idea de los hitos, como en la Escuela de los Anales: el evento es el modificador de la historia, pero el desayuno de Napoleón antes de Waterloo también es fundamental, de un modo que se nos escapa. Como la victoria. Como el deseo.

, Ante la evidencia, la mayoría de la gente opta por abrirse. Algo cede y termina por quebrarse: el relato en que consiste la vida para cada persona tiene siempre capítulos que son difíciles de asumir si no se cuenta con un oído ajeno para atestiguarlo: atento, receptivo, paciente, imparcial. Un espectador secreto de sus pequeños dramas. Así pues he visto desmoronarse frente a mí a demasiada gente bajo el peso de su propio relato. Luego lo olvidan y se atienen al guión que ya interiorizaron, y que creen que es la verdad, y que los mantiene estables. Por fortuna para ellos, los dioses que me dieron la capacidad de la atención, los ojos y oídos muy abiertos, también me dieron una capacidad de memoria muy limitada. Soy el perfecto espectador, porque la historia que escucho la olvidaré rápidamente, la asimilaré, me quedaré con su esqueleto y olvidaré los detalles: las fechas, las direcciones, el color del tapiz, los nombres propios y sus apellidos.

Por ti y no de ti está hecho el poema
Si es por mí, para ti (ojalá lo leyeras)
no sin luego romperlo en pedacitos
--constituye una prueba para la acusación--
Pero descuida: no guardas, lindura, en tus calzones
el único ejemplar de esto que hago por ti
Guardo copias, preciosa, te destino
a unas Obras Completas, y, en la vida, a estos besos.
[Al bello aparecer de este lucero, Enrique Lihn (p. 10)]
, En mi ingenuidad adolescente solía confundir esta capacidad de atención con algo como "ser comprensivo". Mi error me llevó a enrolarme en las filas de los psicólogos, los médicos de almas. Mi desencanto llegó cuando la directora de carrera me comentó, como si tal cosa, en medio de una conversación, que el psicólogo no puede empatar realmente con el paciente: que esa historia, esa información, ese secreto no puede tocarnos realmente. Para la clínica está muy bien y es lo adecuado (por eso desconfío de ella completamente), pero mi hambre --¿puede llamársele hambre a esta voracidad?-- de historias no se contenta con el testimonio. Esa información duele: cambia la vida de la gente, la modifica y modifica, me parece, a su receptor, a su espectador, a su albacea. Uno no es el mismo después de exponerse a una serie de palabras ordenadas, a una historia. Como la geología de las bahías, el incesante rumor que trae el mar nos modifica lenta pero definitivamente.

, El modo más sencillo de ilustrar esta modificación es que la idea de verdad, como una playa, se vuelve porosa y maleable. La gente ha sabido siempre que puede confiar en mí. Sabe que no saldrá nada, que no diré nada, pero este capital de secretos me modifica: sé que tú, que me confiesas que engañas, eres engañado también. Para guardar un secreto, debo crear una mentira. Pero no te preocupes, también mentiré por ti: hablaré el idioma de las piedras.

, ¿En quién puedo confiar yo? No hay nadie que tenga mi historia completa. Gente cercana a mí, afectivamente, tiene pedazos más o menos considerables de información, del capital del secreto en términos de eventos: ellos y ellas (sobre todo ellas) conocen mi relato, lo vivieron conmigo, lo padecieron, lo disfrutaron, pero sobre todo lo mantienen encerrado. ¿Por qué? Porque un secreto sólo es tal mientras se mantiene encerrado. Es de vital importancia que gente que no conozco --y espero nunca conocer-- o que conozco y que quiero no se entere nunca de ciertas cosas: su ignorancia es su felicidad.

, Con M. establecimos una política de absoluta honestidad: nada estaba cerrado en nuestra relación. No existían puertas, sólo ventanas. Todo era explícito, todo el tiempo. Por supuesto, era intolerable y fue lo que nos destruyó eventualmente: nuestra incapacidad para mentirnos, a nosotros mismos y al otro.

, A veces creo que hago estos posts tan largos en realidad con la secreta intención de que nadie los lea: de poder esconder algo realmente interesante en el centro de un montón de basura. Tal vez escribir no es sino construir monumentales pajares para una o dos agujas.

, Hay cosas que la gente no debe saber por su propio bien. Esta actitud anti-filosófica me es sumamente difícil de asumir; sin embargo, ¿cómo posicionarse frente a una verdad? ¿Una verdad es más verdad cuando permanece en secreto o cuando se la comunica? ¿Sólo lo explícito es verdadero? Ignorance is bliss, dicen. Y estoy totalmente en contra. Pero así es en ese brumoso contexto que la gente llama "la práctica", la "vida real", con todo lo que la "vida real" tiene de relato acordado, de coreografía, de mentira, de funcionalidad obscena en su ocultamiento, en su alevosía.

, Pero entendamos, cabeza: el acto ético también debe negociarse en la potencialidad del daño: los descargos de conciencia, las catarsis, las explicitaciones, todo eso que mejor haría la gente en callarse en ocasiones, al asumir la impotencia de sus efectos, hace menos daño oculto que descubierto. La gente no quiere saber quiénes son sus verdaderos padres, no quiere saber que su pareja lo engaña, no quiere asumir que es gay, que odia lo que estudia, que odia a sus padres, que quisiera no haber probado cierta carne, que quisiera no haber visto ciertas cosas.

, Pero también dicen que la verdad os hará libres. Claro: la verdad que estás listo para asumir. El resplandor de la verdad puede destruir. Yo prefiero tener toda la información disponible, juzgarla, pensarla, etc. Pero soy sólo yo y mi vida es sólo importante porque es mía: en general la gente no necesita saber cosas. Es increíble, pero es cierto (lo escribo y siento como si tratara de convencerme de ello, como si una parte de mí no pudiera creerlo, o no quisiera creer en la enorme capacidad de la gente para mentirse a sí misma.)

, Mi enorme boca funcionaba como traductor entre lo que la gente decía y lo que realmente quería decir. Era sádicamente divertido, a veces, cuando confrontar una verdad no asumida libera. Pero también fue muy doloroso: perdí a mucha gente importante por no saber callarme. Pero al final no puedo estar totalmente "arrepentido", o sentirme totalmente culpable: quienes me conocen saben que no suelo mentir; no se me da, no me sale, y sobre todo, no me gusta. Si puedo mentirle a alguien, simplemente no lo respeto, y si no lo respeto, no me interesa ningún tipo de relación. La paradoja es que a veces mientes u ocultas cosas precisamente por respeto a esas personas. Al final uno se queda muy solo viendo cómo la gente se miente a sí misma, desde lejos, con su pequeño amor por la verdad, cultivado en privado, como el joyero de ese poema de Cavafy que crea los objetos más hermosos y perfectos hechos de las piedras más preciosas, de los engarces más elaborados, de los brillos más selectos; y al frente de la tienda, cada mañana, pone sólo lo que interesa a los paseantes: collares, anillos, vulgares pulseras.

, Consuelo metafísico: que el planeta y toda su historia son un relato secreto en la gran historia del universo. Llegará un día en que todo nuestro preciado conocimiento de las cosas tendrá el mismo peso que el más hermético secreto, tan desconocido como si no hubiera existido nunca.

, En realidad, todos mis secretos son relativos: hay decenas de cuadernos apilados en las cajas de las muchas mudanzas: en las tres bibliotecas en que consiste todo lo que tengo está todo escrito: en realidad no puedo guardar secretos sobre mí: todo lo que me ha tocado está escrito en ellos, entre anotaciones sin importancia, entre bocetos, entre trabajo mixto. Todo. Soy así un ser vaciado, un ser sin secretos. Debo confiar, como en esta anotación secreta, en que la gente en realidad no suele poner demasiada atención.