"Ella cada vez era una pura idea en la mente de él, porque el amante que ama a la distancia se protege de la separación mediante la metamorfosis del ser amado real en una serie de imágenes, en un fantasma ideático, que pueda ser amado mentalmente o que pueda ser abandonado en el fondo del inconsciente; de una u otra manera, el ser amado, vuelto mente, se transforma en una especulación del amante, en una pura parte de su mente, un filosofema, acaso, una forma menos dolorosa de distancia, un amor que para experimentarse hay que acurdir no a otra ciudad, no a otro cuerpo, sino que basta hablar con el propio pensamiento, un amor que se ha vuelto únicamente palabras."
Heriberto Yépez, El imperio de la neomemoria, Almadía, p. 103-4.
Este fragmento está en el contexto de la relación epistolar entre Charles Olson y Frances Boldereff, aunque podríamos cambiar los nombres y sigue teniendo sentido: poner, por ejemplo, Franz Kafka y Milena Jesenska, Henry Miller y Anaïs Nin, Hannah Arendt y Martin Heidegger, Louise Colet y Gustave Flaubert, etc.
Charla con la ausencia, hilos de respondencias/co-respondencias, organización idealizada del otro: fantasía, fantasma.
Amante.
A mente.
A miente.
¿La mente del amor mentirá o sólo miente la mente del amante?
Lo que se ama en la distancia es a la distancia misma.
La distancia escribe todas las cartas de amor. Y no hay carta de amor que no invente, de alguna forma, tanto a su destinatario como a su remitente.
Las cartas de amor hablan entre sí sobre personas que no conocen.
Las cartas de amor se envían entre extraños.
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