1.
En una vieja caja con cuadernos de la adolescencia encontré una página donde cuento, de un lado, la historia de mi familia paterna, y del otro la de mi familia materna. Son historias modestas, sin grandes héroes ni próceres ni contiendas entre bandos. La idea que tengo de mi familia (y en un sentido más amplio, de mi genealogía) está contenida en esa página que escribí a finales del 2006, poco tiempo antes de irme de la casa paterna. Es un árbol genealógico-verbal compuesto de datos duros, relaciones directas y determinantes, un verdadero archivo clínico de lo que yo entendía hasta entonces de mi propia familia. Al releerla me di cuenta de que ese resumen fue durante mucho tiempo la idea (errónea, incompleta) que yo tuve de mi familia, pero que con el tiempo también mi familia había cambiado. Mi familia: un organismo que se nutre, crece y se contrae; un organismo vivo.
2.
Es increíble la forma en que ciertas páginas cobran relieve en la memoria y determinan en cierto modo la imaginación. El recuerdo las transforma, las distorsiona, al igual que la lente cambiante del tiempo, agua turbia. Pero cuando las aguas se asientan un poco o podemos ver a través de nosotros al reencontrarnos con el origen de ciertas ideas (debería decir: ciertos prejuicios), vemos que nuestro juicio no ha sido preciso, y es preciso actualizarlo, traerlo al presente; aprender.
Siempre envidié secretamente a las grandes familias, a los abuelos sabios de mis amigso (no tuve ninguno), jugar con muchos niños en un gran patio. Mi hermano y yo compartimos una alegre soledad. Las rencillas internas entre los numerosos hermanos de mi padre hicieron que la convivencia con el resto de la familia fuera distante o esporádica; nunca supe bien por qué, pero creo que el ciclo de la envidia tiene algo que ver en la disputa de alguna propiedad. Lo de siempre, la historia del mundo: ¿de quién es esto? Y todos dicen: mío. Mi tía Lola, hermana de mi madre, es secretamente también mi hermana: es mi cómplice y también se enoja de que no la llame tan a menudo, como mis mejores amigos.
3.
Nicolás y yo regresamos de la escuela. Voy a prepararle un postre de mango que no ha probado aún, pero que sé que le va a gustar mucho (su fruta favorita es la mandarina, pero últimamente le ha tomado gusto al mango). Pelamos mango tras mango y comemos. Nos embarramos de mango y Nico baila mientras come. Hablamos en un idioma secreto hecho de ritmos, de gruñidos y de lapsos semánticos que cualquiera confundiría fácilmente con una permutación de Cirlot. Su madre nos mira como si viera a dos niños del espacio exterior hablando en su lengua materna, con resignada ternura; nosotros nos miramos cómplices, reconociéndonos, amarillos.
4.
Una mafia reproduce una estructura familiar idealizada. Uno de los grupos delictivos más sangrientos de México se conoce como "La Familia" michoacana. Las mafias literarias funcionan del mismo modo, con fichajes nuevos, con sacrificios públicos, con servidumbres, con treguas, con tributos, con vendettas. Con cambios, finalmente.
Una familia no es un monumento; su unidad nunca es indivisible, por más que se promueva la familia atómica heteropatriarcal a través de la propaganda oficial (no hay otro modo de llamar a lo que hace la SEDESOL). Una familia es una serie de conexiones flexibles, como una red neuronal, como un bosque. Y los bosques, como se sabe, son los extrarradios donde ocurre el secreto de la ciudad, lo que no cabe entre sus paredes.
5.
Pienso que una familia nace cuando un puñado de personas tienen un secreto compartido; algo que las vuelve cómplices en la alegría o en la derrota, que las implica y les impide separarse aunque estén lejos, como esas partículas que reaccionan a lo que les pasa a otras que estuvieron en contacto con ellas, incluso a años luz de distancia.
Pienso que los mexicanos somos una especie de familia disfuncional que comparte el secreto de no tener una estética de la alegría que no sea inevitablemente trágica o patética; nuestros próceres y nombres públicos son criminales o mártires. No hay nadie en la historia patria que no traicione, tarde o temprano, a los que creyeron en ellos. Creo que somos un país de traidores sentimentales, de sicarios del espíritu, de vendedores de la conciencia. Eso somos, pero no hay por qué decirlo en voz alta. Nadie tiene por qué enterarse.
Es un secreto de familia.
6.
Cada día y cada noche le digo a Tania: tú eres mi casa, tú eres mi idioma, tú eres mi familia. Sé que mi familia hoy es mucho más grande que antes. Una tregua definitiva se asentó entre mis padres y yo, un pacto de amor incondicional, como debió ser desde un principio. Mi hermano pronto va a tirar por su lado y será increíble. Las autoridades revisarán judicialmente el estatuto de Nicolás y de Tania respecto a la patria potestad y todo eso y sacarán alguna determinación; pero nosotros sabemos que no necesitamos un papel que nos autorice a ser una familia. Una familia siempre empieza con un secreto, y nosotros ya tenemos el nuestro.
7.
Si me reencontrara con alguien a quien no hubiera visto desde diciembre del 2013, tendría mucho qué contarle. En este tiempo mucha gente se alejó de mí, y otra se acercó más que nunca. Tal vez familia es también la íntima conciencia de que nunca estarás completamente solo; pero también de que los que se van no son enemigos, ni los que se quedan son necesariamente amigos.
Pasa lo siguiente: dos personas hablan, y entretejido en los intervalos (silencios, podríamos decir) de lo que dicen existe un secreto. La naturaleza de ese secreto determina el tipo de relación que se establece. Hay secretos que son complicidades, otros que son tentativas de desenmascarar o ser desenmascarado. ¿Cuál es, pues, la naturaleza del secreto de las familias? Escribo esto, Nico, a mi lado, me abraza, me canta canciones, me cuenta historias. Tengo derecho a esta historia, me digo. Es mi historia.
Entretejidos, también, en los intervalos de silencio de una persona consigo misma se establecen historias --ideas, prejuicios-- que determinan la relación del que somos con aquello que somos. Una de las páginas de mi relación conmigo mismo ha sido este blog, que en estos días cumple 10 años. Este blog se llamaba La casa invisible y comenzó en 2003. Lo di de baja en una rabieta estúpida en 2007 y lo abrí nuevamente como Cuaderno de Raya poco después, y en realidad casi todo lo bueno que me ha pasado ha sido consecuencia de esta página secreta donde hablo en público conmigo mismo; donde soy un sí mismo sin yo.
8.
¿Qué es lo fundamental? ¿Qué es lo absolutamente necesario para vivir? Eso es la naturaleza de las familias, no importa por quiénes estén conformadas: las familias son relaciones que ayudan a vivir.
Toda familia está conformada por extraños que, poco a poco, dejan de serlo.
9.
En la literatura encuentro la única ética que puedo asumir. Un sueño lúcido también tiene forma de vigilia y tiene forma de un poema, cuando los poemas nos dicen no quiénes somos, sino quiénes somos realmente. Como este de Bolaño que cierra Tres:
Soñé que Georges Perec tenía tres años y lloraba desconsoladamente. Yo intentaba calmarlo. Lo tomaba en brazos, le compraba golosinas, libros para pintar. Luego nos íbamos al Paseo Marítimo de Nueva York y mientras él jugaba en el tobogán yo me decía a mí mismo: no sirvo para nada, pero serviré para cuidarte, nadie te hará daño, nadie intentará matarte. Después se ponía a llover y volvíamos tranquilamente a casa. ¿Pero dónde estaba nuestra casa?
10.
Aquí, Nico, aquí está nuestra casa. Cuando crezcas vamos a contarte todos los secretos que conforman nuestra pequeña familia; vamos a iniciarte en nuestra historia que es la tuya. Pero por lo pronto vamos a cuidarte, no vamos a permitir que nadie te moleste, ni te lastime. Vamos a cometer nuestros propios errores y nos vamos a amar de un modo que es nuestro ya, irreparable. No hay nada que hacer, nuestra familia existe ya. Estamos dulcemente condenados a ella. Serviré para cuidarte, me digo. Y donde estén tú y tu madre estará mi casa, y pase lo que pase --he ahí el secreto-- siempre volveremos a ella.
11.
Nuestro secreto es nuestro.
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