lunes, 2 de junio de 2014

La novela entre paréntesis

Arqueros japoneses, circa 1860. (Archivo de la Literatura Ninja.)


, Escribo en mi cuaderno "La novela es un trabajo de medio tiempo." Me detengo. Examino la frase como una mariposa de colores imposibles, maravillosos. ¿Cómo estoy tan seguro de eso? ¿Con qué evidencias cuento para asegurarlo? Las preguntas se multiplican: enjambre en torno al panal. El panal dice trabajo. Mi panal es de miel, escribir es dulce, duro pero dulce. Soy todas las abejas del panal, llevando carretadas de néctar de regreso a su libro, es decir, a su página, ahí donde estoy aunque no esté. Necesito darle espacio, renunciar parcialmente a ella, como a una mujer demasiado demandante. Necesito, como se dice, darme un break. Necesito abrir un paréntesis, aquí. 

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, No hay afuera del libro en el que se trabaja. Puedo distraerme, leer un poco, ver películas, estar con mi familia. Pero una parte de mí está encerrado en el libro; llevo a cuestas un zoológico de monstruosidades, quiero decir, de preguntas sin respuesta; de urgencias; de pendientes; de alarmas chirriando; de plazos agotándose como fichas de dominó. 

, Llevo a cuestas un laberinto poblado de minotauros y de toros corrientes. Ya no hago diferencias entre ellos. Un ser que escribe es el héroe y el monstruo, depredadores de sí mismos. Soy un circuito de caza, soy la flecha que se dispara y se aloja en la espalda del arquero. 

, Tania dice: "el proceso de escritura terminó. Ahora sigue el proceso de edición", sentencia. Ya lo escribiste todo, ahora hay que ponerlo en orden. El montón de hojas se ve amenazante en esa repisa donde lo hemos dejado reposar una semana, por lo menos. Cuartillas en cuarentena, unas 200. Vine al blog para esconderme de ellas, para que no me busquen, para que no me confundan con un minotauro y me tiren flechas. Escribo esto: miro el marmotreto de mi primera novela: un laberinto vertical, de varios pisos, como un centro comercial, como un Neotemplo en ruinas.

, Comentarios de Tania: reduce personajes, quédate con los imprescindibles. Ese fue el último trabajo del viernes: estos personajes sirven; estos no. Estos viven, estos mueren. Pequeño dios de los post-its, agrupé a los sobrevivientes en un grupo reducido y me despedí de los prescindibles. Los pongo en una pecera con forma de paréntesis: los pongo en suspensión, en criogenia, en un recién inaugurado Museo/Archivo de los Personajes Prescindibles. Más comentarios: haz una escaleta, que te quede claro quién habla a cada momento, así como el espacio donde transcurre la acción. Sólo a través de la lectura de Tania el libro se disfrazó de novela; ella lo recorrió de palmo a palmo y evidenció sus fallas y sus fortalezas. Yo no tengo derecho a esa lectura: todo repaso es corrección, es hambre de autoría, es enmendar con los ojos. Las curvas del laberinto se multiplican con cada lectura. También esas lecturas hay que meterlas en un paréntesis, en una bolsa transparente a donde van los pensamientos alacrán, los pensamientos arañas y monstruos, los pensamientos aterradores: ahí están, dentro del paréntesis, pero no pueden hacernos daño. Tomamos distancia: abrimos un paréntesis. Por eso es que debo tomar distancia de ese libro, dejarlo respirar, dejarlo ahí, en la repisa, como las pieles que se untan de mantequilla en los Himalayas y se ponen a secar al sol para que se vuelvan duras a la vez que maleables. Debo dejar las cuartillas ahí, como una torre de huesos.

, ¿Mi novela es una piel de oso, una piel de mamut, una cáscara de hormiga? No lo sé todavía: no puedo leerla como lector. Todavía es una mosca a dos centímetros, amenazante como un toro de lidia. Comentarios finales de Tania: falta mucho para terminar, es cierto, pero no vas a terminar en un día, ni en dos, ni en tres noches sin dormir. Dale tiempo, dice. Déjala respirar. Respira.

, Paréntesis: alambique de fermentación.

, Analogía informática: la novela es una aplicación que siempre se está ejecutando en segundo plano y que le roba RAM al navegador de la conciencia. Todo vínculo que trate de abrir con la conciencia me llevará, si lo permito, al territorio de memoria que la novela ha reclamado para sí. En otras palabras: todo me recuerda que tengo una deuda con ella, que no terminaré en uno, ni dos, ni tres días de trabajo. Recordarme que tampoco hace falta. Terminaré cuando termine, no hay prisa. ¿Trabajo de medio tiempo? No, para nada. La imagen es inexacta. Ha sido como estar desembarcando en Normandía durante dos años sin poder llegar a la playa. Muchos personajes han muerto, muchos siguen disparando desde los nidos de las ametralladoras. Otros llegan y los relevan. No hay un sólo disparo (ni siquiera de flechas) en mi novela, pero para llegar a ella pareciera que debo atravesar un laberinto de balas. ¿Trabajo de medio tiempo? No, pero darse a entender es un trabajo de tiempo completo.

, Tareas de hoy: ponerse al día en pendientes de trabajo. Ir al banco. Faenas editoriales: leer, navegar, traducir, redactar. Leer a Zadie Smith o a Pascal Quignard mientras me como un sandwich. No pensar en la novela. No pensar en las 200+ cuartillas. No pensar en los personajes prescindibles ni en los sobrevivientes. No pensar en minotauros ni laberintos ni héroes. Sumergirse en el silencio de las sirenas. Oprimir el botón "publicar esta entrada." Terminar algo.

, Este paréntesis es el arco: la cuerda tiembla (traducción alternativa: alea iacta est): la flecha ya ha sido disparada:

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, Hace tres días, Nicolás vio por primera vez el mar.





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