lunes, 6 de octubre de 2008

La vida y la letra, 1

, Abrimos el compás: en cualquier actividad humana hay un principio de corrección, de lo que puede o no puede un hombre en un trabajo; y una ética, lo que debe y no debe por ninguna razón; lo cerramos: en arte, esto es determinante; lo constreñimos: en poesía, es vital. , Hablando con una amiga artista plástica, me cuenta que pinta para sí y tal (tiene años dando un taller en Juárez). Yo le cuestioné sobre su negativa a exponer, es decir, a publicar su trabajo. No es necesario, es mío. Puntos suspensivos. Claro, ¿pero no hay como una cancelación de las posibilidades de la obra cuando se recluye? ¿Cuándo se encarcela por miedo nuestro en vez de por pudor intrínseco de sí misma? No creo que una buena obra sea pudorosa, por lo demás. Creo que puede hablar en voz baja (¡que debiera aspirar al susurro!), o callar completamente, que no es lo mismo que ocultarse, que negarse la posibilidad de ser. ¿Ser en lo oculto? No estoy seguro. , Primer plano: la obra expuesta/publicada/ejecutada, es. Es, porque entra en oposición a lo que no es, a lo que está en la nada, en lo increado, en lo imposible. Si es una obra imposible (ciertas partituras imposibles de ejecutarse de John Cage), es en latencia, esperando al virtuoso, por ejemplo, o al contrario, siendo –obra, plena de sí- simplemente como posibilidad, como silencio impreso que sabe que su ejecutante no llegará, y qué bueno. , Segundo plano: hay un mecanismo de recepción de la obra que no es claro, que no tendría por qué serlo. Dice Casar que el crítico es un lector especializado. Entiendo el sentido, pero me suena como que esa “especialización” legitimara artificialmente una función. ¿No sería mejor decir que el crítico hace posible un horizonte de disfrute? Pero pervive la imagen del crítico feroz como oficiante del principio de corrección: esto puede y debe hacerse, esto no puede, y bajo ninguna circunstancia, debe hacerse. , La institución crítica implica una toma de temperatura de una obra y lo suyo. Es la apuesta por un margen de sentido en referencia a la obra. Respuesta a ese apostar primario de la obra; réplica sin la que puede vivir la obra, pero no mejor. , Me preocupa, sobre todo en los talleres literarios o las publicaciones estudiantiles, esa como justificación sin justeza del “es que escribo para mí” o sus variantes: escribo: -desde el alma -porque sí -pero no me interesa explicarlo -pero no quiero entenderlo -pero me vale si no se entiende -pero cállate ¿Entonces qué coño hacen en un taller? ¿Por qué publican? , Hay buenas razones para publicar; hay mejores, tal vez, para no hacerlo. Desde Paz que aconseja publicar todo lo que se escriba (y predica con el ejemplo), hasta Borges, que lo ve como un fin puramente práctico: publiquemos, así no nos pasaremos la vida en correcciones. , Alguien me dejó en mi cara-libro: “ya publica buey”. ¿Qué? ¿Dónde? ¿Para qué? , Me di cuenta de que me aterra la crítica. La crítica revela: es la luz que revela la forma del monstruo. Más: el monstruo es revelación, pues todo en él está expuesto, no hay ocultamiento. Como la doctora Revueltas, pienso en Coatlicue: ¿dónde está lo hermoso de la piedra gigantesca, con todos esos dientes y víboras? Todo es evidente: órganos de vida, mismos que de destrucción. Creo que también Paz la refiere… Ok, cambio de referente. ¿Les parece dios? Bueno, dios siempre se revela. Dios no es lo evidente en términos de cercanía sensorial, de “evidenciable”, sino que su manera posible es la revelación. El “silencio” que viene como corolario a la oración cristiana, el silencio divino, la no-revelación de su potencia en favor del suplicante, se interpreta también como una respuesta divina, una revelación de la intención divina que es una anti-revelación, una revelación por ocultamiento. Ergo, dios es un monstruo. , Antes aguantaba más vara: podían decirme que mi (según yo) logradísimo poema, con un chingo de imágenes (según yo) bien acá era la cosa más pendeja que se había escrito desde que Cervantes inventó el español (me refiero a Francisco, no a Miguel); o que cuando (según yo) hablaba de algún tema trascendente, a saber dios/muerte/pájaros/pechos, en realidad estaba exponiendo las excrecencias de un profundo e infantil complejodedipo, que la verdad era más gracioso e interesante que el poema mismo. Lo que se aprende es que la palabra implica la responsabilidad por la palabra. No confío en los artistas que dicen “una vez que la obra sale de mí, ya no es mía”. Creo que lo leí en una entrevista con Mutis y me quedó zumbando. No es posible desentenderse de esa manera. ¿Vamos a recibir los premios y todas esas cosas de los aparatos culturales, pero, ah, nos negaremos a recibir de buena gana un par de puntapiés en el ego, o como dice Raúl Zurita, un escupo en plena boca, cuando lo que esperábamos era un beso? Según yo, es el mismo movimiento.

3 comentarios :

  1. *

    Osea te encanta que nadie te entienda, pero te caga que te critiquen.

    ¡Osea!

    Si no entiendo, te critico.

    u_____U

    No, la verdad no.

    ¡Venga el nuevo blog!

    ¡Ah! Antes de que se me olvide: Me sigues cayendo terriblemente mal.

    ( ...pero ¡te quiero! )

    [ k ]

    *

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  2. ponle a estamadreblog EL MUNDO SEGUN RAYA
    y ya ni pedo..
    estas loco tu vida puede ser una locura pero que chingados? se los advertiste!

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  3. Entiendo a tu amiga, yo, que no siendo ni artista, ni poeta (pero sí amiga) siento de pronto esa imposibilidad, no de decir, no de de hacer, sino de exponerme, supongo que en mi caso, más que el miedo al vapuleo, es un miedo a dejar caer los cortinajes, porque en la acción del encubrimiento, queda asumida tal vez, en el fondo, la sustancia de lo desnudo... y no es fácil mi querido Raya, no es fácil mirarse ajeno desde la vista crítica y descubrirse más que imperfecto, desprotegido...

    Y es absurdo... yo sé.

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