viernes, 5 de octubre de 2012

Réquiem

1.

La muerte debe ser simple,
como unas largas vacaciones de las que no se vuelve nunca.
No creo que la muerte se apoye en una complicada maquinaria,
no hay relojeros secretos ni engranajes precisos.
La muerte es simple
como entrar por una puerta abierta; así, sin llamar.

2.

La muerte siempre tiene la puerta abierta.
No hay timbres ni campanas en su casa.
La casa de la muerte está hecha de puertas sin goznes,
ni postigos ni aldabas ni ventanas;
todo en ella es pasar, todo en esa casa es tránsito.

Un pájaro atraviesa entera la casa de la muerte
de un sólo aleteo.

3.

Hay unos que no pueden sino seguir andando
porque no tienen dónde caerse muertos.
Si cayeran muertos en la calle
los policías les dirían que no pueden morirse así
como si tal cosa,
en ese pedazo de país.
Los mandan levantar a los muertos,
los mandan sembrar en campos profundos,
en fosas comúnes, parecidas a multifamiliares,
apilados unos encima de otros,
genealogías de muertos apretujados,
los mandan regar con aguas negras o gasolina
para que den sus flores de muertos,
o para que no se mueran simplemente en las calles,
porque qué de mal gusto morirse así
como si tal cosa
a la vista de todo el mundo.

Hay muertos caminando por las calles
buscando un lugar para caerse.

4.

Además de que la muerte es cosa simple
hay que decir que nada de descanso
--de réquiem, precisamente-- puede haber en ella.
No creo que la muerte sea un resort de lujo,
un viaje todo pagado, una playita del Pacífico.
No creo que haya descanso.
Creo que hay lo que hay
cuando parpadeas y no vuelves a abrir los ojos.
No una sensación opresiva, ni una angustia atroz,
ni siquiera el vacío que vanamente tratamos de imaginar,
un vacío tan hondo que dejaría vacía
nuestra imaginación tan pobre, tan limitada.
Ni siquiera eso.
Creo que la muerte es simple como estar
y luego no estar. Como pisar el pasto
y luego pararse en la banqueta.
Como entrar en un cuarto vacío.

5.

Funerales y otros ritos son para los vivos.
A los muertos poco pueden importarles
las formas obtusas del duelo.
Afortunada palabra, duelo:
como batirse a muerte so pena de no olvidar
precisamente lo que ya murió.
Debe ser por eso que las palabras
me parecen mucho más interesantes
que la muerte.
La muerte se acaba pronto, aunque no se acabe nunca,
y las palabras nunca se acaban, aunque toda escritura sea finita.

6.

Es cosa muy patética penar por la muerte del otro.
Al otro poco le importa ya morir o no haber muerto.
Ya no tiene opinión, ni voz. Tal vez nunca la tuvieron.
Pero es precisamente lo que más me apena de la muerte,
esa clausura de facto de la voz.

Hay muertos que hablan hasta por las orejas, claro.
Generalmente a esos los leemos, por ejemplo.
Pero hay muertos más modestos que nunca tuvieron
nada que decir.
Que nunca tuvieron oportunidad.
Muertos tan pequeños
que son del tamaño de un puño.
Muertos que mueren en el vientre, muertos que,
estrictamente,
no son muertos, si pensamos que sólo muere
lo que ha nacido previamente.
Muere entonces, al menos, el vértigo inacabado
de una vida que no llegó a su cumplimiento.
Y me parece una pena cercana a la definición de nostalgia
el penar por lo que nunca existió ni existirá:
el recuerdo de un ser mayormente imaginario.

7.

¿Muere lo que nunca nació?
¿Mueren, preguntado así, retóricamente,
los niños que nunca nacieron?
¿Los niños que no nacieron
y murieron sin nombre?
¿Los que tienen una cuna por tumba?
¿Los que se movieron aún levemente
como para decir aquí estoy, tengo voz,
no me mates?
¿Los que no pueden moverse?
¿Los que mueren en la antesala de la vida?
¿A los que la vida los ahoga?
¿A los preñados de muerte?
¿A los que, sin más, dejan de moverse,
como soles que se apagan, se quedan fríos?
¿Se puede morir lo que no era alguien?
¿Puede alguien que no es alguien
tener voz, tener movimiento?
¿Se puede quedar dormido, en vilo,
en el sueño profundo de la muerte
un puño de carne que nunca
tuvos ojos
para despertar?
¿Se necesitan ojos para despertar?
¿Se puede soñar sin párpados?
¿Se puede sentir una pena profunda
por algo que nunca ha existido,
que nunca existirá?
¿Hubo alguna diferencia para él,
para ella,
en el sueño elacional
donde (dicen) nunca nos falta nada?
¿Fue la muerte para él,
para ella,
como continuar el sueño sensorial
que antecede a la conciencia?
¿Hay una palabra tan grande
que pueda ponerse en el lugar
de este hueco en el centro de la vida?
¿Que pueda tapar esta tumba de Nadie?

¿Se puede decir que fuiste Nadie?


2 comentarios :

  1. Nunca he tenido palabras, y mi vocabulario se distingue por estar limitado a cheve, chingados y etcéteras; acabando de leer esto mucho menos. Te quiero mi hermano.

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