, Me da no sé qué (sí sé, es retórico) ver fotos que se sacan con gente "famosa". Como si algo de esa fama les llegase por osmosis, es decir, como si alguna cualidad que conforma el capital simbólico que mediante la repetición vuelve célebre a alguien se tradujera, a través de la imagen, en capital simbólico para el no-célebre de la foto.
, Pedir esa foto es vampirizar dicho capital simbólico; otorgarla, legitima la plusvalia imaginaria de la propia imagen -aunque esto es más complejo en realidad, ¿aceptar que alguien se tome una foto no con nosotros, sino con la imagen idealizada que se tiene de ese nosotros, es admitir la existencia y la puesta en circulación del propio -delirado- capital simbólico o, por el contrario, es la prueba más clara de que para el famoso-retratado no hay nada más trivial que su propia imagen, desplazando así su imagen del sistema de circulación del capital de los objetos? Cfr. Vila-Matas con una gabardina llena de sus propias fotos.
, Más que una muestra de admiración, las fotos con gente, por así llamarla, famosa, me parecen la fetichización de cualquier cualidad que volviese famoso al retratado, la trivialización de esa supuesta admiración. Si borgeanamente decimos que escribir como Shakespeare es una desmesura, pero que ser Shakespeare es una banalidad, la foto con gente famosa desactiva todo aquello que podría tener de admirable el retratado.
, Me encanta que sólo existan -hasta donde sé- dos fotos de Maurice Blanchot, y en ambas se niegue a ver a la cámara, es decir, que muestre mediante la discreción (esa tristeza elegante, como la define Bolaño) su rechazo al papel que su imagen jugaría en la puesta en escena que articula todo retrato. Me encanta porque es la negativa de Blanchot a formar parte de la economía de la imagen.
, Sonreír para la foto es creer que uno existe --es admitir, sin saberlo, que ya todo está perdido. Digan whisky.
, Whisky.
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