, En la cabeza del resignado aparecen los primeros rasgos de la desazón, un indudable gesto abatido: el rostro paralelo al suelo, como a punto de tocarlo, los brazos colgando a los lados, sin moverse mientras camina, como mangas de un abrigo mojado, la mirada no perdida, ausente. El resignado puede o no caminar: de todas formas sabe que no va a ninguna parte, o mejor dicho, que no tiene ningún lugar a donde ir. Todo lo que ve lo signa con el monograma de la incertidumbre.
From my rotting body, flowers shall grow and I am in them and that is eternity.
Edvard Munch
, Retoño, retorno. Desde que llegamos a esta casa, veo un árbol podado por el salvaje equipo de obras públicas de la ciudad. El árbol quedó hecho un muñón de ramas. De las gruesas ramas de la jacaranda crecen palitos delgados y finos como dedos, un alfiletero disfrazado de árbol. Desde que llegamos a esta casa comenzaron a salirle retoños pequeñitos en las puntas. Esta mañana, la muchacha araucana también se pintó las uñas de verde, como una muchacha que se disfraza discretamente de árbol.
, El gesto del resignado difiere enormemente del gesto del derrotado; mientras el derrotado puede o no aceptar una derrota que se le presenta como definitiva, el resignado no busca explicación para su derrota. La incertidumbre del resignado no es la incertidumbre del filósofo, la duda fecunda, la pregunta imprudente, la curiosidad infantil; su incertidumbre es la tierra yerma, el monótono mapa del desierto que se le presenta como el grado último de la intemperie. El resignado es el gran optimista: lo acepta todo sin cuestionarlo.
, Resignarse a la cotidianidad, ese signo en movimiento, esa moneda en el aire. Ponerle buena cara a este piso limpio, a este lugar transparente. Falta ordenar los libros, pero quedaron bien, cupieron todos. El librero nuevo soportará --se resignará al peso mudo de los libros cerrados. En esta casa no hay libros en el piso. Hay un pasillo largo que separa (resignifica) el ámbito de lo público y de lo privado; se entra a la pieza como por un túnel. En esta casa hay plantas, hay fruta y hay olor de niña. Prefiero fumar en la ventana viendo el árbol porque me gusta el olor a niña que se impregna a los objetos. Ese olor me gusta más que el olor del tabaco negro, y vaya que me gusta el olor del tabaco negro. Las niñas huelen bien, lo supimos desde siempre. Son suaves, además. Son más ricas que el tabaco negro, por si fuera poco. A veces se cierran sin fisuras, como piedras, y no dicen nada. Las niñas son gente sumamente extraña, pero está bien; me he resignado hace tiempo.
, Resignar, cambiar de signo. Operar un tipo de violencia semántica que afecte el valor de un signo, que --alquimia-- lo transforme en otro. ¿Sobre el signo? ¿No será más bien una violencia sobre la lectura de ese signo, sobre su codificación? Y en todo caso, ¿qué quedará de lo que fue, del signo previo o del código previo al que ese signo estuvo sometido? ¿Quedará, si algo queda, la ruina del signo, un ante-recuerdo previo a una irrupción resignificadora? ¿Cómo hacer compatible el gesto abatido del resignado con el conquistador, el poderoso de la resignificación?
, Resignarse a la poderosa resignificación de la felicidad. Que dure lo que dure. Ya ni modo.
, En las funerarias, una palabra que circula con tanta facilidad como el café en vasitos de unicel es precisamente "resignación". Los deudos se la recomiendan mutuamente como si fuera un libro o una vitamina saludable. A los más histéricos incluso, se les impone: resígnate, les dicen, como si uno pudiera sencillamente tomar el signo que trae puesto y cambiárselo por otro, como una bufanda vieja que se reemplaza. La resignación mortuoria es también un (re)signo de una convención religiosa. La paradoja es de sobra conocida: el libre albedrío sirve para aceptar libremente esa voluntad divina. Resignado (es decir, asumiendo el signo de una fe que no se lleva bien con los temperamentos inquietos y curiosos), el creyente se aviene a poner sobre su dolor el signo de la obediencia. El que pide consuelo --es el subtexto-- no necesita dudas, necesita instrucciones, un manual para la pena.
, Resignificaciones áuticas: las serpientes que cambian de piel, los tiburones que cambian de dientes, la adolescencia toda, la araucana cuando se pone la pijama, la lluvia en general. Seres que, cambiando, se disfrazan de sí mismos.
, Resignar: mudar de signo. Resignificación: mudanza, maleta de signos, calidad portátil del sentido. Resigno: resignifico: acepto lo mutante, lo que cambia de forma, lo que, para volverse sí mismo debe permanecer en tránsito.
, Yo no me resigno. Yo te estoy perdiendo siempre, infinitamente. Aunque te tuviera te estaría perdiendo. Tan acostumbrado me tienes.
Respondencia: últimamente estaba pensando en la resignación, sobre todo en lo relativo a la resignificación del tiempo actual. Dicen, que cuando duelen los pies o los tobillos hay una diferencia abismal entre lo que hay y lo que uno quiso que hubiera. Pero lo que hay da frutos resplandecientes, hay jacarandas, mangos, café, muchachos, muchachas. Le leí y lo vi fumando en la ventana, su frase final me parece y me llega sin fecha de caducidad. Le abrazo.
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