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domingo, 9 de octubre de 2011

Utopía

El carácter de diario se convierte en un carácter específico de la literatura...
es el único diálogo posible que existe en el Estado total.
-Ernst Jünger.

, El maestro Federico Álvarez nos dijo una vez: tratar de leer unas 80 o 100 páginas al día, y escribir unas 2 o 3. Eso parecen hacer los escritores, básicamente, at its purest. La proporción de páginas puede variar, es cierto, pero se ejerce un alfabetismo funcional, y muchas veces es por simple mor de disciplina. Eso creo. Hoy me pasé casi todo el día leyendo y fui feliz (a la Cavarero, a la Butler, al Yaxkin, poquito Eliade), pero hacía días en que tenía los ojos demasiado cansados para leer. ¿Escribir? Ni pensarlo. Pero siempre leo y siempre escribo, aunque esté muy cansado. Porque nadie va a hacer tu trabajo por ti. Este es tu trabajo: no habrá consecuencias si no lo haces, pero no eres enteramente libre para abandonarlo.

, Curioso que Incendios de Hugo Arrevillaga y Incendies de Denis Villeneuve difieran tanto en momentos y episodios clave. Son maneras únicamente de presentar el proces anagnorítico, pero rescato la posibilidad de contar la misma historia de muchas formas y que siga siendo genial. Tan oulipesca que parece mi explicación que le queda muy corta a lo que infructuosamente explica. Estoy en shock aún por esas obras. Obras paralelas: una obra de teatro y una película. Ninguna abreva de la otra. Cuentan la misma historia, comparten imaginarios, pero son poderosísimas formas de decir de otro modo (maravilloso) lo mismo.

, Ayer vimos Un prophète otra vez. ¿La vi con Estrella o con Manchitas la primera vez? La vi hace mucho. Escuchar árabe ayer y escuchar árabe hoy, qué lujo.

El árabe y su temblor,
su salvaje elegancia,
su rumor de pájaros
(escritura de alas, de alambre)
que en el centro de las cosas
celebran un dios oculto.

, Biblioteca Central, UNAM. Frustrante, sobrepoblada, sucia. Frustrante porque si necesito algo de los pisos superiores, cierta incompetencia mía se alía con un azar nefando y rara vez encuentro lo que busco. Pero lo que no busco me encuentra. Lo demás es sólo defecto de una población estudiantil inmensa, aún en domingos. Con todo, prefiero ir en domingo a ir entre semana. El tiempo está enredado en el árbol de aguacate del jardín los domingos. Los demás días es un jardín urgente, pero hoy no. Las ardillas pueden meditar sobre las piedras sin peligro. Uno puede hacer una chispa a la sombra de la enredadera para fumar y leer, e iluminarse un poco. Alcanzar la sabiduría, modestamente y sin prisa. Callar a placer. Callar todo lo que se quiera.

, Sucede que estoy demasiado cansado. Sucede que no tengo ganas de aguantar a nadie. Sucede que puedo ser encantador, pero que no soy el puto Buda y la paciencia se me agota. Sucede que si decido pasar tiempo con alguien no es porque deba hacerlo. Sucede que si me cancelas demasiadas veces entras a mi lista negra: no respetas mi tiempo, no tengo mayor interés en ti. Eso me lo enseñó Ed., entre otras cosas. Tengo muy poco tiempo disponible para no hacer nada, y no lo perderé esperando a nadie. Caraxo.

, Para mi empleo escribo unas 10 cuartillas diarias. En mi diario, esa forma de literatura privada o diálogo con el otro en uno mismo, escribo dos o tres. (Pantallas, pantallas. Putas pantallas. Puta luz y puta migraña.) Allá escribo sobre videojuegos. Creo que no hay público más difícil. Es una industria noble, con todo lo que tiene de voraz: nadie puede obligarte a jugar videojuegos. Pueden ponerte a Britney Spears o qué se yo en la tele, en la radio, en la comida, por amor de dios, pero no pueden ponerte un control en la mano y hacer que lo uses. [Sí pueden: hace tiempo se descubrió que hay cárceles clandestinas en China donde los prisioneros son forzados a farmear oro para World of Warcraft. Ni los videojuegos son inocentes.] El tiempo que me queda para escribir lo mío lo ocupo escribiendo lo que escribiría si escribiera. Como este post. Como este blog, en su mayoría. Espero devenir escritura alguna vez, escribir en serio.

, Almuerzo con J.K. pronto. Ojalá que D. estuviera. Que ciertas constelaciones de iniciales se encontraran.

, Todo en Twitter es ser comercial de uno mismo. Antes (donde "antes" indica hace poco más de un año), las fiestas eran divertidas y aún no se volvía esta vaina de mercadotecnia sobre públicos cautivos. Si estuviera en campañas sociales o BTL en publicidad probablemente haría lo mismo: tomar a alguien con miles de seguidores y decirles que venda cosas. Pero hay dos cosas que me cagan aquí: la idea de que tus compas (incluso algunos que consideras amigos) te vendan mierda que no necesitas. Y segundo: que crean que eres idiota y lo disfracen de "tuits" casuales. Coño, Twitter dejó de ser divertido hace tiempo, pero esto es demasiado. Un día alguien se va a cortar un pie en tuitcam por llamar la atención. Y pues ojalá le duela.

, Estoy obsesionado con esta canción:



Tomar distancia del presente. Pienso en David Lynch, claro. Está Los Ángeles, los retazos de sentido del video, su distancia emocional con la música. Vuelve glamuroso, casi épico, algo más bien vulgar: todo un logro. Si la música popular es la representación de la visión de mundo de la gente, este lugar es una utopía honesta. Utopía, hoy, es lo que fue. Pienso esto, lo escribo y me da pereza que mi generación va a reciclar hasta la nostalgia por Utopía. Ni siquiera perdimos el mundo para nosotros. Ya estaba todo perdido desde que llegamos. O en vías de. Debatíamos ayer el Meme y yo sobre si tenía los labios operados o no. Seguro que sí. Pero está bien. Es la encarnación del imaginario tumblr. Coño, debo pedir una beca para que me paguen por analizar esos 4'50. Sí funciona así, ¿no?

, Lo que está escrito debajo de muchos escritos es "ojalá no se muera nadie que quiero".

, --¿Tres colecciones de poemas publicados en un año y "quiero devenir escritura"? No me jodas, Raya --me dice mi conciencia. --Tienes material como para publicar un libro no demasiado pinche cada seis meses por cuatro años. --Calla, perra --le respondo a mi conciencia. Todavía no escribimos nada. Todo está por hacerse. Todo está por escribirse. O, como se dice, aún no hay nada escrito.

, Quiero creer que puedo hacer mi parte para construir comunidad. En las coordenadas de comunidad que viene, que dice Agamben, está una ontología relacional que ulteriormente lo que quiere es salvar al mundo. Coño, sí, yo también quiero salvar al mundo. Aunque el mundo no quiera ser salvado. También quiero hacer mi parte. Por eso es más encabronante recordar que el mundo es gente. Y que 3/4 partes del día odio personalmente a cada uno de ellos. ¿Y si comienzo a hacer mi parte intercambiando mi lugar por el lugar de mi escritura, como aconsejan el Canetti y Blanchot? ¿Cuál lugar? Utopía, siempre. El de la escritura posible.

, Heaven is a place on Earth with you.

domingo, 31 de julio de 2011

De las librerías a prueba de lectores

El paraíso para Borges es una biblioteca, se sabe, pero el método para ordenarla es algo en lo que se repara, creo, poco. En el orden de los libros hay una metafísica, o, si se prefiere, una intención de lectura. No iré por lo pronto tan lejos para afirmar que hay un trabajo curatorial (palabra tan de moda), pero en tanto intención, la organización de un conjunto de libros crea sentido en sí mismo, acaso extensión de la presencia latente de los libros.

Antes, se me disculpará una errancia anecdótica, espero pertinente: escribí una vez unas Instrucciones para ver películas con gente, que el improbable, interesado lector hallará en este mismo blog. Hoy intenté ponerlas a prueba: lo logré. Es decir, seguí fielmente el primer punto. Salí corriendo de un cine atestado antes que someterme a la tortura masoquista que me supondría haberme quedado, y al salir de ahí lo primero que vi fue una librería. Un poco demasiado cliché: opongamos al vértigo inmóvil de la multitud (pues que la multitud es estática, como los cardúmenes) el silencio benéfico de la librería. Craso error.

Entré en una librería del Fondo de Cultura Económica como pidiendo santuario. Horror. Ya desde las barras metálicas de la entrada eso parece un supermercado. Pronto la gente entrará a pedir un kilo de novela, medio kilo, tres cuartos, o el despistado que preguntará "de a cómo los libros." Así de vertiginosas las mesas de novedades. Antes de entrar incluso tienen lockers, como en algunos supermercados. Les faltan solamente los carritos y las demostradoras de las editoriales, leyendo fragmentos de novelas o poemas en los pasillos; "muestras gratis". Esto último no me parece del todo malo; cursi, claro, pero preferible. ¿Preferible a qué? Preferible al brutal dispositivo de seguridad desplegado al interior de la librería. Me explico.

Mientras me cuento los billetes en la bolsa y (h)ojeo unos ensayitos de Apollinaire, un vigilante malencarado me mira. Tengo chamarra ancha. He trabajado en librerías, así que sé cómo funciona esto; esta vigilancia es normal y hasta cierto punto, tolerable. Lo que me saca la piedra es que el fulano se ponga a musitar no sé qué cosa en su radio. Sigo su mirada: hay una chica vigilante en la entrada. Yo puedo escuchar sus voces, pero no les entiendo, sólo escucho esos pitidos enervantes y esa estática que es como las nubes de las conversaciones por radio. No me molesta el ruido, coño, sino esta pérdida de la calidad aurática del espacio. Lo que decía en un principio: el acomodo y la disposición de libros es en sí mismo significante, y a riesgo de exponer una prematura demencia senil, diré que parece que la interconectividad ha tomado el lugar del espacio; los espacios ahora son interfaces, zonas de mediación entre emisores y receptores: medios. No se va a un restaurante o librería por el simple gusto de ir, sino por un badge de Foursquare; la gente en el cine parece que va a recibir llamadas, qué horror; y estos vigilantes que forman parte de un nuevo mobiliario de las cadenas de librerías, el que completan las cámaras de seguridad, las muchas cajas, las interminables mesas de novedades, etc.

No idealizo ni romantizo el libro ni las bibliotecas: sé que el libro impreso debe desaparecer. Es necesario, o lo será; ecológicamente será insostenible y nos adaptaremos, como cuando Sócrates se aterraba de que la escritura desplazara a la memoria y cuando se temió que la imprenta desplazara la literatura oral. Me entusiasma tener un reader y acceder a cientos de libros difíciles de conseguir, en el idioma que yo quiera, cuando yo quiera. Trabajo en una página web, por amor de dios. Pero también trabajo en una editorial de libros impresos (sí, gente del futuro, como los de antes.) Esta queja dirigida al improbable lector que tolera grandes parrafadas en una interfaz electrónica (i.e. este blog) tiene como asunto el lugar, el espacio, no el libro en sí. Continuemos, pues.

Las librerías amarillas

Trabajé en la Librería Internacional, ubicada en la calle de Sonora, entre Insurgentes y Amsterdam (Carlos Fuentes la menciona como "librería alemana" en Los años con Laura Díaz, pues la comunidad alemana de la colonia Hipódromo pedía ahí sus libros, sobre todo de medicina). Cuando yo entré ya no era la eficiente librería que mandaba traer títulos de varias editoriales e idiomas desde los años 40: era una bodega (des)organizada en secciones, muchas, a través de dos pisos, pero conservaba todavía el encanto de viejas glorias. 

Como acabo de leer la crónica de Julio Trujillo sobre El Parnaso de Coyoacán (gracias, Roberto Cruz Arzabal), estoy tentado a enumerar al fascinante personal con el que pude convivir durante casi un año, pero para no desviarme demasiado concordaré en que siempre está ese que Trujillo llama bouncer, un fornido que identifica a los robalibros, así como varios personajes y personajas interesantes: en la Internacional, los hermanos que tenían 30 años trabajando en librerías, el hombre que pasó de vigilante a gerente, el políglota de la sección de idiomas, o Moisés, que organizaba conmigo la sección principal, literatura, historia, filosofía, ciencias sociales, etc., un judío converso que tenía en la mente un mapa de toda la zona, unos 5 mil volúmenes, siendo conservadores y que, como yo, conservaba una fascinación francamente talmúdica por los libros. Pero por ahora doy por buenos todos los clichés: los he visto. Mi asunto es otro.

La Internacional tiene altos libreros en las paredes y mesas más pequeñas, organizadas en islas. Uno podía moverse a sus anchas y respirar. Leer. Estaba en la frontera de una librería de viejo y una sucursal "moderna" (hace poco se reestructuró y ahora distribuye solamente material especializado en psicología y medicina, como en sus orígenes de hace más de medio siglo); acudían tanto lectores consumados, a los que es mejor dejar hacer que confrontar con el diálogo de ventas, y también gente buscando libros de texto o novedades. Las novedades, como suele ser el caso, atacaban al desprevenido lector recién franqueando la entrada. Un visitante asiduo de librerías sabe que es un mero obstáculo, que se puede echar un ojo sin mucha esperanza y continuar. Digo que la Internacional estaba en la "frontera" de librería de viejo y moderna porque en los estantes revolvíamos libros cuyas devoluciones muchas veces llevaban pendientes décadas, así como novedades del mismo tema. Casos aparte eran editoriales cuyo catálogo y corte editorial se presentan por sí mismos, como Trotta o Gredos, incluso Sepan Cuántos o Paidós, todos con sus propias secciones. Pero bien sabe Borges, como sabe Foucault, que la organización de las cosas siempre es arbitraria, por lo menos.

Pero algo maravilloso de la Internacional era una franca preocupación por que cada persona que entrara pudiera revisar los textos de su interés. Teníamos una sala en el segundo piso donde la gente podía llevarse los libros y quedarse leyendo si lo deseaba. Eso ocurre un poco todavía en la Rosario Castellanos, en la salita del medio, pero en vez de sala de lectura parece pecera, con un montón de gente circulando alrededor de ti, viéndote desde varios niveles, etc. En la Internacional no: la gente podía incluso abrir los libros embalados aunque no los comprara, simplemente para verlos. Porque sí. Porque eso es lo que se hace con la mayoría de los libros en una visita a la librería. Esa fue otra parte de mi encabronamiento hoy en el FCE: una chica pidió permiso para abrir un libro y se lo negaron. Quise hacer la revolución ahí mismo. Me salió una revolución de espuma de los belfos: este texto.

Hay, decía, una metafísica en esa organización de la lectura: la librería como el espacio donde un lector se pone en contacto con un libro. Poniéndonos kantianos, la librería es la condición de posibilidad de la lectura, porque no garantiza solamente la disponibilidad del libro (cuántos ya se pueden comprar por internet...), sino porque crea el vínculo entre el lector y el libro. Antes de Google estaba un librero bien informado, que no sólo te decía dónde estaba lo que buscas, sino que lo discute contigo. Pronto habrá una app que haga lo mismo (de hecho la hay, se llama Goodreads), pero no dejo de pensar que esta nueva tecnología (en el sentido de forma de hacer) de lectura aleja al lector del libro, es decir, atenta contra aquello que debería promover. La librería como metafísica no es sino la relación que vuelve posible entre un libro y su lector.

Tal vez en unos 50 años los libreros serán una antiguedad, como los aguamaniles, y los libros se volverán muy caros, un divertimento exótico --que, acaso, a su modo, ya son. Yo confío en que el libro electrónico desacralizará un poco el objeto-libro para concentrarse en la difusión de la información, hacerlo asequible para quien ya lee, aunque dificultando esa lectura de hallazgo que sólo el libro permite: ¿cómo (h)ojear un libro electrónico? Basta, tengamos fe. O no: pesimista a fin de cuentas, sé que esa disponibilidad de la información también será un eventual obstáculo frente a la sobredisponibilidad: la pregunta de siempre, ¿qué leer? La respuesta de siempre: todo. 

Escribiré alguna vez sobre la tecnología de lectura implícita en el libro, pero siento que apenas entraba al tema del espacio y los libros cuando ya leo que este texto quiere terminarse. Tiene cara de derrota. Pero a lo largo de esta parrafada he sentido la misma, cómo llamarla, pulsión histórica: las "librerías" en cadena encadenan, son el enemigo de los lectores, y los libreros, la gente que se dedica a los libros, está desapareciendo. Claro, Gandhi tiene esas bonitas campañas publicitarias y todo, pero vuelvo: no te dejan abrir los pinches libros dentro de la librería. En la lógica de la disponibilidad de la oferta, el modelo del capitalismo amarillo está comenzando a adueñarse a su vez de los modelos de negocios de las cadenas de librerias. Capitalismo amarillo: producción en serie, referenciada perversamente a "lo chino" (¿amarillo...como Gandhi?): en serie, de temporada, de moda, novedad condenada a vivir en su desfase, libros con fecha de caducidad, como leche. Las editoriales que satisfacen esta demanda son otra parte de la ecuación. Imposible abordarlo ahora. Acabemos, pues: la librería como turística no es sino la relación que vuelve posible entre el lector y el libro a través del espectáculo, o, dicho de otro modo: la librería como turística es la imposibilidad de la relación entre un lector y un libro. Una forma no menor de fascismo.


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jueves, 30 de abril de 2009

La angustia de las influenzas, 2

, Casi una semana de locura. Según la Revista Replicante, el video de Naomi Klein (post anterior) responde a preocupaciones de mentecitas desinformadas (como la mía) que a su vez desinforman a otras mentes (mayores, por supuesto, como las de mis tres lectores) que a su vez desinforman, etc... Como antídoto proponen la información. Este señor parece todo un experto en asuntos epidemiológicos. Y a menos de que alguno de mis tres lectores tenga varios doctorados en bacteriología y/o epidemiología química puede que les diga algo que no saben. , El peligro mayor de una cuarentena en nuestra época no es la cantidad de casos posibles/probables/confirmados que se dan y se darán. El mayor peligro es el aburrimiento. Uno pensaría que en la era de la información uno puede seguir trabajando desde casa. Pero la división de espacio privado y espacio público, el trabajo y el ocio en que se divide la mayoría del tiempo de la gente queda suspendido, "cuarentenado", indiferenciado. Para algunos amigos ha sido una bendición mudar la oficina a casa, con lo que seguramente la producción de sus respectivas actividades aumentará exponencialmente (trabajar un par de horas, darle unos arrumacos a la querida, comer en calma, volver a trabajar, sin la cantidad de distractores de una oficina normal y con todo el tiempo del mundo). Para otros, la situación es más preocupante. , La clase media depende del espacio público para equilibrar su tiempo y su cordura mental: el esparcimiento, el contacto con los otros (incluso en esa modalidad diabólica de "ver gente" en los centros comerciales) constituye el único respiro a una rutina poco satisfactora. Cuando a la clase media se le niega el mínimo contacto humano para conservar la sanidad mental, el paso irreversible es la locura. No sé por qué mi énfasis en la clase media. Supongo que porque mis papás y yo somos clasemedieros y estamos encerrados en su casa soportándonos... , La teoría conspiratoria de hoy: al paralizar la economía mundial, se reactivarán los créditos para pagar las nóminas de todos los clasemedieros del mundo y burócratas que no están trabajando. Esto hará que fluya dinero "virtual", que dará la apariencia de liquidez financiera de los gobiernos en los próximos años, pero no será sino la avanzada de una crisis aún peor. , Entre tanto ya surgieron chistes, canciones y emoticones alusivos a la epidemia. El último, simplón: Estamos en vacaciones VIP: de Virus de Influencia Porcina. Esperemos, por el bien de todos, que los chistes mejoren.

lunes, 27 de abril de 2009

La angustia de las influenzas

, Si uno sale a la calle en Ciudad de México, pareciera que el sueño posapocalíptico se ha realizado finalmente; como casi todo en estos tiempos, el apocalipsis no es más que el simulacro de sí mismo: la gente se mira al pasar, apresurando el paso, y si alguien estornuda se forma un campo de fuerza impenetrable a su alrededor. Pareciera que cualquier desconocido fuera nuestro verdugo.
, Bajándole un poquito al tono trágico, la información parece ser lo más importante. A dos días de la alerta epidémica múltiples discursos ya están en el aire: el alarmista de los noticieros y medios de comunicación, el oficial que dice que todo está controlado, los de teorías conspiratorias (de las que, por puro ocio ahora que no tengo nada que hacer, me explayaré más abajo) y los que minimizan sin más el asunto. Pero el asunto es que, bien a bien, el ciudadano de a pie se encuentra a la mitad de todas las líneas discursivas.
, Mientras escribo esto me llama mi padre. Resulta que acaba de temblar. Las noticias dicen "otra más para México..." Habríamos de decir que este es otro fin del mundo cualquiera.
, Lo que más me encabronó fue no poder ir a la comida de Ed. Lo siguiente fue no poder leer en el Festival de la poesía y la poesía (sic., vid. post anterior) Last, but not least, perderme la presentación del libro de Alan Mills. Y basta de la parte anecdótica de las influenzas.
, ¿Por qué si el virus es asiático (una mutación asiática, según las noticias oficiales) no existe una situación precautoria similar en esos países? ¿Por qué si se sabía desde hace varias semanas la existencia del virus no se tomaron medidas más prudentes desde entonces? ¿Por qué si en EU se sabía de la existencia del virus dejaron que el presidente Obama viniera a México en visita oficial? Misterio.
, Rojo tiene la teoría de que el Chapo Guzmán venía a la capital y por eso el gobierno buscó la manera de tener a todo mundo en la calle lo menos posible. Tal vez, pienso, para evitarle los embotellamientos. Otra: que esta "epidemia", como el Chupacabras de hace algunos años, no es sino una gran cortina de humo que mantiene a la gente alelada y blablabla. ¿Cortina de humo para qué? Una teoría que me resulta particularmente interesante es la que propondría que, dada la aprobación de la ley de extinción de dominio, el gobierno mexicano podría movilizar al ejército con mayor facilidad por el territorio para incautar los bienes de los narcos. Mientras un destacamento reparte cubrebocas afuera de Bellas Artes, otros tantos viajan por avenidas poco transitadas allanando casas de secuestradores y salvando gente sin tener que dar demasiadas explicaciones a la prensa sobre la presencia de tantas tropas... 
, No conozco bien la noticia, pero resulta que el ejército acaba de hacer hace poco ejercicios militares con las fuerzas armadas gringas. Sospechemos, casi por pura diversión, que esto daría soporte a la teoría conspiratoria anterior: soldados con más entrenamiento para acabar con la famosa guerra del narco de una vez por todas. Es que sigue sonando demasiado bien... Uno quisiera encontrarle otra vuelta a la tuerca. Porque una epidemia es casi seguro que no es...
, ¿Por qué no es una epidemia? Redoneando números, en México existen unos 1,500 casos confirmados de contagio, de los cuales algo así como 60 personas fallecieron, otra parte de los afectados ya fue dado de alta (Calderón dixit) y una pequeñísima parte más sigue en hospitalización. Para una población de 20 millones de habitantes el grado es mínimo, dada la facilidad con la que al parecer uno puede contagiarse de influenza. Si todo es cierto, no nos lo tomemos a la ligera: hay peligro, sí, pero parece que no será el fin del mundo. Entre las peras de la locura y las manzanas de la discordia, esta página tiene información que a los perplejos orientará, y a los que no se la creen les parecerá excesiva. 
, Seguiremos desinformando.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Sr. Gafapasta

Me acabo de enterar que soy un Gafapasta. Chale. Gracias, Meme.