viernes, 23 de diciembre de 2011

20 tesis contra la Iglesia y una oración desesperada

A manera de exordio

Este ejercicio comenzó hace algunos meses: Kin Navarro, buen amigo de la facultad, me pidió un ensayo "en contra" de la Iglesia Católica, el cuál sería publicado a la par de un ensayo suyo, escrito "a favor". El punto sería propiciar una especie de discusión a ciegas o un ejercicio retórico. Confieso que mi primera reacción fue el querer construir el alegato a favor de la Iglesia --for the lulz, claro, pero también porque para identificar a un "enemigo" lo mejor es conocerle de cerca. Sin embargo, aunque pudiera parecer sencillo hacer leña del árbol caído, argumentar contra uno de los poderes dominadores de Occidente, el cuál atraviesa una crisis de credibilidad acaso irreparable, se me presentó como un ejercicio en realidad difícil. Resonaba en mi cabeza Juan 8: "el que se halle libre de pecado que arroje la primera piedra." Consciente de mis (in)capacidades y acaso condicionado por el Super ego, decidí enviar a Kin este texto (una de cuyas versiones aparecerá próximamente en la revista Síncope), más como una invitación al pensamiento lúdico que como un desarrollo acabado de argumentos. Sirva este exordio perorático más como agradecimiento a Kin por el ejercicio que como verdadera justificación --se sabe que los textos buenos, si son tales, no requieren introducciones tan largas--; pero también para que el improbable lector ubique el sentido de los giros que apelan a un alegato que no está, el ensayo a favor de la Iglesia que sería publicado junto a este, en contra. Fin del miserere.

"No puedo resolver esta cuestión. Si todos deben sufrir para ayudar con su sufrimiento a la armonía eterna, ¿qué papel desempeñan los niños? No se comprende por qué deben sufrir ellos también en nombre de la armonía".
Dostoievski, Los hermanos Karamazov

1. He comenzado varias veces este ensayo y no me decido por ninguna versión. He intentado abordajes desde la epistemología y la ética sobre todo, espacios donde, creo, una forma de pensamiento laico puede dialogar en el terreno del pensamiento religioso. Pero el pensamiento religioso, para entenderse, requiere una inversión irrecuperable: la de la fe, donde toda discusión será simplemente una forma de acuerdo -no digamos tan pronto “complicidad”, pero por lo menos, sospecha. Inversión que será netamente pérdida; en el terreno de la lógica y la duda se entiende. 

El que no duda, puede sencillamente creer. Pero el ensayo, si es realmente ensayo, es una escritura en desbandada, un mapa lleno de correcciones, pero mapa al fin; y toda escritura, si es escritura, será la documentación de un proceso específico de pensamiento. No otra cosa me propongo. El territorio de lo que necesito escribir para esta colaboración está, pues, cifrado en hallar los males de la iglesia católica; pero aunque de primera vista pudieran parecer tan evidentes, ¿dónde encontrarlos? Y de encontrarlos, ¿los azuzaremos? ¿Es que debemos pensar la relación entre el mal y la divinidad (el irresoluble problema de la teodicea ya en ámbitos interminables del pensamiento religioso) o pensaremos simplemente en la tensión entre una moral laica y una moral católica, apostólica y romana (que no es, claro, ni católica [una fuente, entre otras, de la interpretación de Biblia], ni apostólica [pues el apostolado como jerarquización del estamento institucional responsabiliza a un hombre {el Papa}, falible, del destino de muchos, sin que este se enfrente nunca, ay, a sus nefandas consecuencias], ni romana [pues el Estado Vaticano, a pesar de su cercanía geográfica con Roma, es solamente el avatar simbólico {económico, político y turístico, sobre todo} de una estamentación anacrónica que reiteradamente ha demostrado la superación de su vigencia para dar consuelo fuera de la resignación, es decir, de la moral de los vencidos], pero que pervive como resto de sí misma), expresamente para condenarla?  ¿Condenarla, sí, como nos enseñaron en el catecismo? Quis qustodiet ipsos custodes

No, no condenaremos: condenar, es decir, separar el trigo de la cizaña es precisamente acceder a la pulsión interiorizada de afirmarnos frente a lo otro en términos coloniales, una estrategia plenamente católica. Intentemos, si acaso, pensar algunos aspectos de la religión organizada; vayamos más allá de sus supuestos organizacionales. Mostremos, pues, que si el hombre necesita fe, bien puede capacitársele para elegir (acaso crear) la fe que necesite y responsabilizarse por ella.

2. Cuando él la conoció ella le dijo que era casada. Más de 10 años ya. Se dio por enterado, amarrando los perros del deseo para que no la mordieran. Se terminaron soltando, los cabrones. Según Deuteronomio 22, los hombres de su casa deberían apedrearla por adúltera; según Juan 8, el que esté libre de pecado debería comenzar el apedreo. El problema es que, al final, cada hombre de su casa, al enterarse (y si fuera creyente, piensa, él rezaría para que nunca se enteraran, aunque secretamente, hombre libre pero condenado voluntariamente a ella, lo desea), deberá afrontar el peso de la decisión y el contexto de la interpretación de ambas zonas de la ley. Por eso es ateo, porque no le gusta generar consenso cuando se trata de hermosas.

3. ¿Pero será él, seré yo realmente ateo? Ha sido un debate constante en mi generación: creemos en algo, pero no queremos que nos digan en qué creer. Recuerdo por ejemplo una Semana Santa cuando mi abuela vino a casa. Ella y mis padres iban a misa todos los días, y yo me quedaba en casa leyendo y sin bañarme (hay cosas que en la vida no cambian). Ese Sabadodeglória, Abuela me preguntó si yo no creía Dios o en caso de creer, en qué creía. Le dije que creía en algo divino, pero que no creía en la liturgia católica, y para el caso, en ningún tipo de religión organizada. Entonces tenía ella unos 70 años. Mucha de la poesía que escuché de niño venía de sus letanías y cantos; estoy seguro que tiene mejor memoria bíblica que yo. Sólo dijo “bueno, mientras creas en algo está bien. Todos los dioses son el mismo dios.” Si la frase me la hubiera dicho alguien de mi edad, su eficacia retórica hubiera sido la misma; pero viniendo de una mujer que de uno u otro modo había dedicado buena parte de su vida a la iglesia, la frase me llegó con la inercia de una verdad imparable. Me sentí validado de pronto en una posición agnóstica (existe un principio organizador, pero no nos es dado conocerlo, a lo más suponerlo o inventarlo) por una interlocutora confiable.

4. Tengo para mí que hay un dios secreto en cada cosa.

5. Tendría que decir por qué la iglesia es mala, es la parte del ensayo que tengo que entregar, me digo. Es mala porque nos hace sentir culpables. No puedo creer que exista un pecado original; y si existe, equipara a nacer con un pecado. Y hacer un pecado lo que se dice original, en el sentido tan austero de “nuevo”, de novedoso, es realmente tan difícil...

6. Creer en el pecado es crearlo. Como un diagnóstico, el enfermo sólo sabe que lo está si alguien le inocula el nombre de su enfermedad.

7. Crear es siempre creer, pero creer no es necesariamente crear. Hay realidades que la Iglesia no nombra pues de este modo cree suprimirlas. Conclave: poner bajo llave, bajo complicidad, el acuerdo siniestro sobre lo real de lo real.

8. Nietszche mató a Dios; Dios mató a Nietszche, pero primero lo volvió loco. Bien podríamos traer a la esposa de Job durante la locura de Friedrich para hacerle eco de su “maldice a dios y muérete.” ¿Esa imagen va en contra de dios o de la Iglesia? No importa: Nietszche también dijo, tal vez parafraseando a Juvenal, que el que desea cazar monstruos debe cuidarse de no convertirse en uno. ¿Condenaremos pues a la Iglesia o al creyente? ¿Al indio o al que lo hace compadre? ¿Condenaremos?

9. Todo hombre es responsable de todos los demás hombres, ha dicho Sartre. Si continuamos un poco por esa línea, no será difícil ver que todo hombre dentro de una fe es responsable por la pervivencia de esa fe, es decir, es responsable de esa fe a través de los otros hombres. Si el dios católico o cristiano (tomato/tomatoe) ama individualmente a cada hombre, ¿podrá hacerse responsable cada hombre de la barbarie y la atrocidad de dos mil años de Cristianismo? ¿Puede un hombre del xxi dar cuenta de las Cruzadas, de la Inquisición, de los procesos de Evangelización brutal con fines de explotación en América, Asia y África? ¿De los contagios de enfermedades venéreas en países no desarrollados porque los misioneros no ofrecen educación sexual? ¿De los violadores de niños que son sistemáticamente protegidos por Benedicto XVI a través de una sutileza legal, a saber, que en tanto crímenes de apóstoles han de ser juzgados primero en la ley católica antes que en la ley del estado, que es donde sus crímenes impactan el tejido social? La culpa sin duda es otra estrategia ideológica sumamente efectiva: claro, todo católico asume estas culpas, ahí está la treta. Ese es el verdadero pecado original, el de los oídos sordos, el de la complicidad silenciosa, o si se prefiere en términos más formales, el de la falta de problematización de la propia fe. Por eso es siniestra la fe: te dará lo que necesitas a condición de hacer mutis frente a todo lo demás.

10. Para quitarme el absurdo temor a los muertos, mi madre me inculcó el miedo a los hombres. Para matar en mí el miedo a los hombres, aprendí arduamente el temor a los dioses. Para matar la sombra que en mí dejaron los dioses, escribo. ¿Pero quién me quita el miedo a la mirada furiosa que sale de mi caligrafía -tigres silenciosos- desde el fondo de la página?

11. Dejé de ir a misa cuando me enteré que no estaba bien visto levantar la mano y pedir la palabra.

12. Condemnare: de damnare, dañar o retirar crédito. Su acepción es netamente de origen financiero y administrativo. La condena eterna es en ese contexto el seguir pagando una deuda que nunca puede saldarse. El origen de la división paraíso-infierno, bien-mal, es el desarrollo de una ideología de transacción: el creyente se obliga a contraer esa deuda y, lo que es más perverso, a aceptar de antemano que nunca podrá pagarla. El daño al ego de Dios cometido, según la teología, en el viejo jardín, es, por tanto, irreparable.

13. M. se fue, entre otras cosas, porque no quise casarme con ella. Me parecía ridículo, le dije. Fue cuestión de principios el no acceder a persignarme, a ver al sacerdote como si estuviera de acuerdo, a responsabilizarme de esa complicidad. Casémonos en todas las religiones, me dijo, si eso te hace sentir mejor. Me negué. Creí que el amor no necesitaba legitimarse, y es cierto; ella tampoco cree que el amor se legitime, pero que puede compartirse ritualmente con la gente que es importante. No me atreví a hacerme responsable de mi amor por ella frente al mundo. Si de algo debo arrepentirme, es de eso. El pecado original me parece menor comparado al pecado contra uno mismo: el miedo.

14. Hecho: más del 90% de la población estadunidense cree que existe un dios y que ese dios los ama a cada uno individualmente [Harold Bloom: The American Religion]. El problema, supongo, es que cada uno quiere para sí el dios de los demás. Se sabe que desde hace tiempo el dios cristiano tiene el comportamiento de la propiedad privada.

15. Breve apunte hermenéutico: Jerome Rothenberg dice que el lector de la Torá en la tradición judía es un “testigo de los sentidos de un texto privado de vocales.” En términos de la performatividad del rito, la Iglesia no es sino el órgano regulador de la correcta interpretación del rito. Pero el rito, a fuerza de repetirse, cambia: el rito está tan vivo como el hombre. No es sólo el misterio de la transustanciación (el que en cada misa el cuerpo y sangre del Cristo encarne en el pan y el vino), y para pronto, lo que ocurre en el catolicismo tiene muy poco que ver con el rito. Kafka cuenta (perdónese el resumen atroz) la historia de una ofrenda que cierto pueblo hace a sus dioses en determinada fecha. El problema es que los jaguares siempre llegan a devorar las ofrendas. La solución es integrar a los jaguares en el rito. 

El rito, ante todo, es narrativa: construcción a partir de una legítima necesidad humana --esto es, necesidad que no emerge de la conciencia divina-- de sentido. La física teórica también avanza por tanteo, por prueba y error. Lo sagrado permanece latente y efectivo a pesar de que el rito cambie: necesitamos construir sentido. El problema es que rindamos nuestra propia capacidad para generar estos sentidos a un órgano censor que genera sentidos a su conveniencia. En este cariz, la Universidad es tan siniestra como la Iglesia. Etcétera.

16. Llamo milagro a la coincidencia del deseo y el azar. Si en el dios católico el azar no existe, entonces todo es milagro; el problema es que el deseo queda vacante. Se es católico a condición de rendir el deseo, operación mística. Si todos fuésemos santos, no necesitaríamos a dios.

17. Como condición social, la existencia de la ley. No importa qué ley. ¿La ley existe para regular comportamientos o los comportamientos se limitan a lo que la ley les permite? ¿Si la constitución mexicana pronta a cumplir su primer centenario ya se siente anacrónica, cuánto no lo serán los libros de Deuteronomio, Levitico o Hechos? Para consuelo de los fanáticos, aún más viejas son el Código de Ur-Nammu, el Poema de Gilgamesh y las Instrucciones de Shuruppak. Cuando Código de Hamurabi se talló, aquellas eran ya leyes e historias antiguas incluso para los contemporáneos del rey Uruk, 2600 años antes de Cristo.

18. Ejercicio:

a) Llegar a una población pre-letrada de la selva amazónica con una edición decente de La muerte de Superman (Superman Vol. 2 #75).

b) Realizar en el seno de esta población algunos milagros (en grabaciones de antropólogos recientes pueden verse hombres de esta zona asombrados por un encendedor, por una pluma, por los anteojos del camarógrafo; no se crea la imagen del buen salvaje: es lo mismo que ocurre con un occidental enceguecido al pasar por el barrio luminiscente de Akihabara en Tokyo, la misma perplejidad obnubilada, la misma secreta repulsión.) Procurarles la embriaguez; curar algunos enfermos; enfrentarlos a la visión terrorífica de los helicópteros. Eso deberá bastar.

c) Construir una narrativa donde tales capacidades curativas y de tecnología vengan dadas a los que las realizan gracias a la enseñanza de Clark Kent, un hombre de un lejano pueblo, concebido en circunstancias misteriosas lejos de nuestro mundo, que salva a este mundo donde él siempre fue extranjero investido en su faceta de Superman; donde muere en circunstancias atroces peleando contra la encarnación del mal, Doomsday, toda vez que, al dar su vida por nosotros, nos deja su enseñanza.  

d) Desarróllese una mitología alrededor de la misericordia: la persona tripartita de Superman (Clark Kent, Kal-El y Superman) podrían destruirnos, pero no lo hacen. Sobre este mito fundar las bases de la explotación sutil del crédulo por parte de los portadores del cómic, representantes de la divina “S”. Hacer memorabilia según las posibilidades. Festejar fiestas, fundar un apostolado (Batman podría ser buen candidato para Pedro.)

e) Como Superman salió de entre los muertos, así también los que crean en él tendrán vida (y visión de rayos X) y morarán en el Reino como ha sido escrito en The Reign of Superman (Action Comics #687) por los siglos de los siglos.

f) ¿La veracidad de la historia? Está escrita y dibujada. ¿Qué más pruebas necesitamos? Ajusticiar a los disidentes, a los que traigan propaganda de Marvel y otras creencias nefastas.

19. Un pequeño apunte a favor de excepciones benéficas dadas en el seno de la Iglesia Católica: San Juan de la Cruz, místico agnóstico; Santa Teresa, poeta del erotismo salvaje; Maimónides, místico de la lógica; San Agustín, teólogo de la provocación; Thomas More, que puso la sociedad perfecta en su lugar; Fray Bernardino de Sahagún, a quien le debemos los vestigios de la (pagana) religión azteca; el financiamiento del Renacimiento europeo; Johannes Sebastian Bach a quien Dios, según Cioran, debe su existencia; Mendel, el padre de la genética, que posibilitará los clones y los zombis; la música gospel; dos o tres navidades en la vida y Buck Mulligan, porque debería existir y tomar el papel del edulcorado Santa Claus.

20. Dado el caso que Dios exista y que de existir tenga un plan; y que de tener un plan, este contemple nuestras azarosas decisiones individuales en un sistema previamente autorizado, medido y contemplado; y que de contemplar estas decisiones, pueda variar el curso de nuestra vida, es decir, que nuestras decisiones formen parte del plan divino pero que Dios nos haga creer que este plan cambia en función de nuestras necesidades; y, que de acceder a los caprichos humanos, aún y todo, nos pidiera creer en Él, con todo esto, me niego a creer en un Dios que acceda a conceder tales deseos; en un Dios del ego y la vanidad humana puesto en el lugar de la responsabilidad individual de un hombre frente a sus semejantes; en un Dios que, en suma, tenga todos los defectos del hombre sin tener ninguna de sus virtudes. 

Dios, en tanto que está construido como sujeto a imagen y semejanza del hombre, es el ideal perverso del hombre: el que vive y reina en la total impunidad, el que no conoce el perdón (YHWH del Viejo Testamento) o el que ofrece redención a través de la militancia y la propaganda (Evangelios), el que no debe responder a nadie por sus actos y el que tiene la potestad de la decisión -no de la justicia. La Iglesia: el órgano que a través de la sumisión voluntaria allana el camino de la explotación; institución administrativa de la credulidad, la ignorancia y la existencia de un otro mundo paradisiaco o infernal a condición del secuestro de este mundo. Todo infierno y todo paraíso se suceden, aquí, ahora, en la pura percepción que nos hacemos de nuestra propia "realidad" (la cuál, según Nabokov, siempre debe escribirse entre comillas).

CODA (o “A manera de oración desesperada”): Creo, por otro lado, en lo sagrado de todas las cosas, especialmente de las creaciones humanas. La verdadera tragedia del hombre es no ser dios. Tristeza que si no borra, en algo ayuda a soportar el arte. Eso merecería, espero, otro lugar para desarrollarse.

Creo en ti. Eres mi paraíso y mi infierno. Eres mi otra, la que me prometieron en el viejo, improbable jardín.

3 comentarios :

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  2. (Es que tenía un error de ortografía, me corrijo)
    Su texto tiene la lucidez de sus sueños. Por sus intereses y los caminos intrincados y jubilosos que toma su argumentación, recordé "Cartas desde la Tierra" de Mark Twain, donde, entre otras ironías, el autor dice que si en la Tierra solo uno de cada cien humanos toca un instrumento musical, ¿por qué el hombre anhela un paraíso donde haya música de arpa todo el día? Los humanos casi no cantan, pero en el cielo ¿cantan todo el día? Se aburren de rezar una hora en la misa, ¿y en el paraíso pretenden una alabanza eterna? En la Tierra, arriesgarían su vida y su reputación por concretar la cópula ¿y en su ideograma de cielo no la incluyen? En resumen, se pone en cuestión todo el relato católico.
    También me hizo recordar "Lo imaginario" de Gilbert Durand donde se hace un recorrido histórico sobre la persecución ancestral a lo sagrado y ritual, desde lo religioso. Y ya me extendí. Me gustó su texto, sobre todo, su definición de escritura. Saludos :)

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