"Ares prepotente, que combas los carros con tu peso, de casco de oro, portador de escudo, salvador de ciudades, armado de bronce, de fuerte brazo, infatigable, poderoso por tu lanza, antemural del Olimpo, padre de la Victoria de una guerra justa, auxiliar de Temis, dominador de los enemigos, caudillo de los hombres más justos, portacetro del valor, que haces girar el círculo de ígneos resplandores del éter entre la constelación de las siete estrellas, allí donde los caballos llenos de fuego te conducen siempre por cima del tercer círculo: oye, aliado de los mortales, dador de la robusta juventud, que desde lo alto haces brillar suave resplandor sobre nuestra vida y nos inspiras el marcial denuedo; ojalá yo pudiera apartar de mi cabeza la amarga cobardía, reprimir en mi mente el errado impulso del alma y contener el ardor estimulante de mi corazón, que me instiga a emprender la lucha horrenda. Pero tú, oh bienaventurado, dame valor para vivir bajo las leyes benéficas de la paz, después de haberme librado del tumulto de los enemigos y de las Parcas violentas." Himnos homéricos, VIII.
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