jueves, 28 de septiembre de 2017

Síndrome del martes


So come pull a sheet over my eyes
So I can sleep tonight 
Despite what I've seen today.
I find you guilty of the crime 
Of sleeping in a time 
when you 
should have been wide awake.
-Chris Cornell, Wide Awake (sobre el huracán Katrina)

Los que están despiertos tienen un mundo común,
pero los que duermen se vuelven
cada uno a su mundo particular (B89).
-Heráclito, llamado el Oscuro

El reconocible arranque "La candente mañana de febrero, en que Beatriz Viterbo murió", lleva días sonando en mi oreja como un eco. No pude avanzar más allá del primer párrafo esta mañana, pero entre toda la destrucción y la (des)información, el primer párrafo de El aleph tiene el mismo encanto de siempre, la misma sensación de arena que se lleva el mar de entre las manos. La imperiosa agonía sigue sin rebajarse a sentimentalismo ni al miedo, a pesar de que el tiempo y su orden presentan visibles cuarteaduras, daño estructural, grietas definitivas. Soñaremos que es martes y que tiembla por el resto de nuestras vidas.

*

¿Qué normalidad retomar? ¿A dónde volver? ¿Qué separador extraer del libro del tiempo para regresar sobre cierta ocupación interrumpida durante la alerta sísmica del martes 19 de septiembre, alerta que llegó tarde para el anuncio de lo que ya era evidente para entonces, el movimiento pendular de Harry Helecho, la caída de los libreros, el crujir del edificio como un barco ebrio, agitado en medio de la tormenta, las escaleras serpenteantes, los árboles que no bailan despeinados por el viento como suelen, cuando tiembla, sino que se mueven agitados de raíz, como una espiga en manos de un niño, el haz, el hato y la hoz, que siega? ¿Dónde está el afuera de este manicomio en llamas?

*

Sí, de alguna forma se hizo miércoles, durante la semana, si atendemos a lo irreversible del calendario, que lo mismo da vuelta a la aritmética de los días y los suma o resta, según nos paremos del lado de la vida o de la muerte, hasta terminar de colocar en las carteleras de fierro de las plazas no sé qué avisos de yogurt para ir al baño (porque desde hace tiempo que prohibieron la publicidad de cigarros rubios o de otro tipo y para el caso dejé de fumar cuando el eclipse, así que lo mismo da.)

*

Era martes cuando las sirenas de ambulancia agitaban el sueño de los niños y los estremecían en su maldormir. Era martes cuando todos, vivos y muertos, nos enredamos en una sábana triste para dejarnos mecer, para dormir por unos minutos, unas horas o para siempre. Era martes cuando platicábamos con extraños acerca de la mejor manera de mover 10 toneladas de víveres y herramientas de un punto a hasta un punto b, y luego no volvimos a vernos. Era martes cuando hicimos una línea de ensamblaje de sánguches y quesadillas para repartir entre voluntarios, un martes incesante y vasto, casi del tamaño del universo pero no exageremos, más bien desordenado como la imagen del universo (κόσμος, mundo, todo) según Heráclito: "El orden más bello del mundo es un montón de desechos esparcidos al azar." Martes rodeado de martes, día de Marte: la ciudad anegada de milicos, habitación desordenada en la que permanece una sombra del pasado como una idea recurrente, incluso cuando los libros han sido devueltos al anaquel, cuando los cristales rotos se barrieron y se decretó de manera unánime el miércoles de luto, aún y todo, sé de primera mano que no todos hemos salido de los escombros del martes. Algunos seguimos recobrando nuestros pedazos de entre las ruinas; otros sabemos que no volveremos a estar completos.

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El dolor de la pérdida de Beatriz Viterbo se expresa como un alejamiento del universo, que al retomar su marcha --pasado, es posible, cierto periodo de luto-- la va dejando atrás. Según qué edición se consulte, Borges escribió que el universo "ya se apartaba de ella y que ese cambio [camino] era el primero de una serie infinita." Algún error de transcripción, alguna errata, alguna corrección de pruebas finas de último minuto habrá bifurcado ese cambio en camino o viceversa. Un error de imprenta o cotejo que recuerda al lector, como si este fuera a olvidarlo, que no se recorre dos veces el mismo camino. Algún tema de tesis harto explorado por especialistas en cuarteaduras y bifurcaciones borgeanas, algún detalle menor, un pie de página curioso.

Vaya: ni siquiera puede confiarse en la permanencia de los libros. ¿Camino o cambio? Es posible que el movimiento sísmico haya desplazado de lugar algunas palabras, que el capitel de la /b/ de /cambio/ sufriera cuarteaduras, formando un apóstrofe mudo (puntito de la i, puntito de la aureola invisible, hueco de la dona), resultando en /camino/. Tengo la impresión infantil de que si agitas un libro las palabras se mueven dentro como el cereal dentro de la caja. No puede esperarse que después de un terremoto tan violento algunas palabras no hubiesen sufrido daños.

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El universo transcurre siempre en el mismo día interminable, tren sin estación que parte y llega al mismo tiempo. El universo se parece a una habitación desordenada después de un terremoto: todo está en su lugar, pero todo cambió de lugar.

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En estricto sentido, muy poco ha cambiado desde el principio de los tiempos. El universo ofrece pocas novedades: las estrellas y los mundos surgen y desaparecen, como canicas en la bolsa. El martes de siempre. Esto que ha sido volverá a ser. El mamífero humano queda como un objeto más entre tantos esparcidos mediante un supuesto azar, en ese orden cuya belleza (cosmé-tica, disposición y armonía) no es del todo capaz de percibir, y que lo asusta, y que lo hace quedarse echado en un rincón, alarmado en su vacilante individualidad, removido, conmovido, pero movido al fin; temblando.

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¿Pero qué hacer con un azar con sentido del humor? ¿Con un rayo que impacta el mismo árbol que había crecido en el lugar del otro? ¿Con un calendario que decidió organizar el déja vu más grande que se ha visto jamás, y destruir una ciudad dos veces, como para conmemorar sus propias ruinas?