Perro, ámame, le dijo un hombre a un perro. El perro no dijo nada.
Pero un trozo de vidrio cuando el sol lo hizo resplandecer de cierta forma en su ojo --te escucho, dijo el hombre.
Pero una hoja que se retorcía en su tallo porque el viento quería ir a alguna parte hizo volver al hombre a sí mismo --así que dices tal y tal, dijo.
Notó arrugas en su zapato --estiramiento muscular, eso es una sonrisa; mi zapato me sonríe. Zapato, te amo, ámame. Pero su zapato se limitó a seguir caminando, con la cabeza rondando por encima de él...
Cabeza, cabeza, ámame, le dijo a su cabeza.
Su cabeza tenía una fosa nasal. La palpó. Había dos. La fosa debía haber tenido un bebé.
Pero su fosa nasal soplaba aire en sus dedos.
Yo también le puedo soplar aire a una fosa nasal. Así que apretó los labios y sopló aire en sus fosas nasales.