jueves, 12 de julio de 2012

Necesidad de los poemas perfectos desde su inicio hasta su ejecución pública a la manera de Luis XVI, por poner un caso

Si un poema no es
desde sus primeros momentos
un desastre natural
no termino de leerlo.

Repito:

si el objeto textual, el registro performático de la experiencia o lo que se quiera; si la escritura, el berrinche

o lo que se quiera,

si el saber de la tribu no viene en forma de un golpe irreparable en el centro del lenguaje, si no revive por lo menos una zona de fantasmas,
no termino de leerlo.

Me parece que los, por así llamarlos, escritores de poemas,
inscriptores de poemas,
los adolescentes perpetuos
que bajan las escaleritas de prosas cortadas al ras
como esta,
se han tomado tan en serio a sí mismos que es preciso revocarles las licencias poéticas

de manera gremial, inmediata y retroactiva.

Con esta cantidad de poemas, un modesto lector tendría
para pasarse la vida escarbando
en la pelusa de hondos, orondos ombligos.

No leer, pues,
adquiere aquí una importancia de primer orden
y de segundo y de muchos órdenes:

(manifiesto: la especificidad o nada)
(manifiesto: la ciencia o nada)
(manifiesto: perdices o nada)

Zoologías de lectura de corte

1) pragmático;
2) de acendrada pereza;
3) de vocación por lo solamente más preñado de asombro;
4) de una fe, por así llamarla, en el idioma;
5) de un contrato ineludible con la muerte y con el pan.

Llega un momento en la vida del modesto lector
donde son necesarios únicamente
los poemas perfectos, poemas
o unidades de desarrollo textual,
si se quiere,
de extrañeza frente al idioma
si se quiere,
que lo lancen a uno varias veces al día
por las escaleras
(es que en las ciudades no se encuentra fácilmente
como si tal cosa
un abismo, menos dos),

que por lo menos le modifique a uno
la visión del mundo en fase Beta,
especialmente los poemas larguísimos
y los poemas especialmente cortos,
especialmente las prosas cortadas,
las coartadas poéticas
como el insomnio,
especialmente los koanes y los estornudos
de donde uno sale, literalmente, expelido,
siendo otro.

El peligro, claro, recae
en la pérdida de toda sutileza,
en la pérdida
de la gozosa posibilidad del aburrimiento,
de la sabia esterilidad,
de lo parco benéfico,
en fin,
en la pérdida del uso consensuado del punto y coma
se me ocurre,
de la praxis del susurro,
de todo lo que no sea un disparo,
de todo lo que no sea una teoría del disparo a quemarropa.

El peligro es que perdamos los matices que dan su especial coloradura a las cebras y a los tigres y los diferencian claramente de las páginas impresas,

el peligro será confundir un tigre con un poema, más por morbo y por el olor avinagrado de los belfos que a las adolescentas cuarentonas siempre les parece de lo más agradable,

el peligro será redundar, sobre todo, y escribirse de nuevo el canto quinto de Altazor por accidente, tiritando,

el peligro será sobre todo la pérdida del peligro,
los poemas que se pueden convertir en vinagre de escritorio,
cabecitas calvas de alfileres, el peligro
será enredarnos en la maraña intransitable
de hilos negros.

Este es el hilo negro.

martes, 10 de julio de 2012

Plantarse: órbita de la Acampada Revolución 132

La Acampada Revolución 132 es la réplica de uno de los actos de protesta que obtuvieron la atención internacional el año pasado a través de los movimientos Occupy en diferentes ciudades de Estados Unidos. Está en juego no sólo la recuperación ciudadana del espacio público y su re-simbolización, su vuelta al carácter significativo dentro de la gramática del espacio urbano: están en juego también, sobre todo, nociones como "utopía", "democracia", "comunidad".

Otras experiencias de ocupación y revaloración del espacio urbano (entendido este como una práctica social y no sólo como la osificación de la memoria a través de monumentos o plazas), como el Grupo de Arte Callejero o el movimiento Iconoclasistas en Argentina han conformado modelos de organización de los que el caso mexicano puede nutrirse creativamente. Sin embargo, me gustaría puntualizar un par de semejanzas entre el amplio movimiento Occupy y YoSoy132, concretamente a respecto de la Acampada Revolución y el grupo que, mientras escribo, se encuentra afuera de las instalaciones del IFE (Instituto Federal Electoral) en la Ciudad de México. (Un resumen comentado de los movimientos de protesta más relevantes de los últimos tiempos puede leerse aquí.)

Llama la atención, por ejemplo, el que la Acampada Revolución esté situada en la explanada oriente del Monumento a la Revolución del Distrito Federal: la zona agrupa en torno a dicho monumento las sedes de distintas organizaciones sindicales, algunas tan antiguas como la de ferrocarrileros, además de comités del PRI, cuyo edificio aporta una presencia si no amenazante, al menos constante sobre la Acampada. De igual modo, en torno al monumento se encuentra el edificio sede de una enorme compañía de telemarketing, la cuál emplea jóvenes bilingües para atender la demanda de soporte técnico de proveedores de televisión por cable... en Estados Unidos.

La localización de Occupy Wall Street tenía características similares, al menos en el nivel simbólico (o en lo que más arriba llamé la "gramática del espacio urbano") con la Acampada Revolución: también los grupos que articularon expresiones de descontento social en el circuito financiero más importante del mundo en Nueva York tenían sobre sí la presencia de los poderes fácticos de la economía y los medios de comunicación. También tuvieron que mantenerse moralizados a través de una simbología que llamara a la acción, que combatiera los signos de cansancio moral y físico de toda protesta duracional, y también tuvieron que llevar a cabo in situ, sin ensayo previo, modelos de organización comunitaria.

Otra similitud es el carácter de "nodo" o centro gravitacional de protestas descentralizadas en otros espacios, en otras ciudades. Las réplicas de Occupy Wall Street, como si se tratase de las réplicas de un terremoto, atravesaron el territorio de los Estados Unidos hasta Los Ángeles, pasando por todas las ciudades económicamente poderosas entre ambas costas del país. De igual modo, YoSoy132 tiene claro que el movimiento debe descentralizarse (comenzando por la articulación de células delegacionales y luego comités en todas las ciudades de México), aunque en la práctica la capital mexicana siga siendo un referente. Una causa de esto claramente es la coyuntura postelectoral: un movimiento "espontáneo" de universitarios se conforma en torno a una situación política que aún está lejos de resolverse.

Si YoSoy132 se desacelera ahora (cosa que no pasará, al menos en el corto plazo) quedará como referente del sondeo de medios y el señalamiento del traje nuevo del emperador; sólo que el emperador, en el caso mexicano, no son los partidos políticos (desnudos y en ese sentido, desacreditados, para cualquier observador), sino el del imperio de los medios de comunicación. La modesta victoria --que no victoria menor-- que hasta el momento ha tenido YoSoy132, además de provocar una mirada diferente de la sociedad sobre sí misma, fue la de ser un referente obligado para entender el proceso electoral en México durante el 2012.

Por último, la Acampada sirve para aprovechar la energía producida en el descontento ciudadano por una situación sociopolítica a través de una nueva articulación, es decir, un nuevo pacto con la dinámica de la ciudad. Muchos recordarán los disturbios generados el año pasado en Londres, de los cuáles, en un principio, incluso los medios ingleses culparon a los videojuegos por el grado de violencia aparentemente gratuita que los jóvenes produjeron en las calles; o aún antes en París, donde las imágenes de vehículos quemados se hicieron más y más frecuentes. La respuesta sencilla sería decir que los brotes de violencia y descontento son provocados por agitadores o por jóvenes con graves problemas psicológicos. La respuesta larga y compleja, la verdadera respuesta que debe articularse a través de la participación de la sociedad en su propia conformación, sólo vendrá del análisis de la situación sociopolítica de cada caso teniendo en cuenta el contexto global en que se han generado. La respuesta vendrá cuando se atiendan los urgentes problemas de educación y empleo para la población más joven, de manera integral, y no con placebos como el de la empresa de telemarketing que mediante el modelo de outsourcing ofrece cubículos donde las mejores mentes de mi generación arreglan desperfectos técnicos de las señales de cable de otros países. Es en este punto que la acción de la Acampada Revolución cobra fuerza: su situación dentro de la gramática del espacio urbano los coloca como una partícula mediadora entre la memoria simbólica (representada por el monumento, donde esta noche dormirán, como ayer y antes de ayer, decenas de personas), y los poderes del Estado y la economía de mercado. El neoliberalismo ya no es sólo un término en boca de los críticos especializados de los sistemas económicos: entender su funcionamiento y la incidencia de las prácticas económicas de la población general en el sustento de una macroestructura económica con alcances globales, se vuelven cada vez más necesarios. Plantarse en el eje tanto referencial como simbólico donde las fuerzas del neoliberalismo se articulan es el sentido de la protesta, a mi parecer, de la Acampada Revolución. Plantarse para no olvidar que lo que necesitamos es la respuesta larga, la que el Estado en sus términos actuales no ha podido proveer. Plantarse para servir como un separador incómodo en un libro de Historia que ya nadie abre: quedarse ahí para recordarnos que hay pendientes inaplazables. Plantarse para contrastar el tiempo de la hiperaceleración de los mercados y el consumo con una vuelta a las formas más básicas de organización, el grado cero de la comunidad en el centro de la hipercomunidad alienada.

Quedan muchos otros cuestionamientos en el aire. A últimas fechas, sobre todo, la creciente percepción de que YoSoy132 está pretendiendo promoverse como el único agenciador legitimado de la protesta pública, "voceros oficiales de la indignación" y similares. Al menos desde lo que yo he podido ver, desde una órbita cercana a ellos, me parecen de lo más abiertos a recibir propuestas de organizaciones, grupos o simpatizantes casuales con causas comunes en cuanto a ejes de acción política, económica, de comunicación, de cultura e incluso del uso consciente de los recursos ambientales, elemento que enfatizo al ver que en el medio político mexicano el "Partido Verde" genera, por ejemplo, tanta basura (material y mediática) como cualquier otro partido político. Es por eso que digo que la Acampada funcionará (en un escenario optimista) como un nodo que logre poner en contacto a distintos agentes de cambio y actores de la sociedad en torno a una nueva forma de relacionarse con la vida pública. Si la Acampada (como centro visible del movimiento) y el movimiento en sí logran resolver sus problemas internos de organización y comunicación, de los cuáles son más que conscientes, están llamados a cultivar el capital político que les dio la coyuntura electoral: el de servir como un un interlocutor privilegiado entre los actores políticos y la sociedad civil; el de constituirse como un órgano de vigilancia permanente de los procesos de la administración del Estado, y de conformar un contrapeso visible --que no necesariamente unívoco-- de lo que se perfila como una virtual e imparable vuelta del partido único al poder, el PRI. Es casi seguro que el PRI vuelva, pero se encontrará con una sociedad sumamente distinta a la que existía en el 2000, cuando desalojó por primera vez en su historia el palacio de gobierno. Una sociedad consciente de sí misma, una sociedad que poco a poco va perdiendo el miedo al cambio.