viernes, 20 de febrero de 2015

Títulos sin título


, Me gustan los títulos de los libros, a veces más que los mismos libros. No quiero empezar a decir puras tonterías y lugares comunes al respecto, lo cual por otra parte es inevitable cuando ya todo está dicho desde el principio. Entro a una librería con mi mujer y ella recorre estantes y mesas con agilidad, con una ligereza envidiable; , pero lo traigo fresco porque hace unos días estuvimos viendo libros mi mujer y yo, y se me ocurrió que podría dejar de leer libros y dedicarme a leer títulos. Después de todo los críticos y comentaristas literarios siempre hablan de "los nuevos títulos" o del "último título" de tal o cual autor, como si no se escribieran libros sino títulos para lorem ipsums.

, A veces me pongo a pensar que debe haber algún académico (o tal vez una rama entera de los estudios literarios) abocada por completo al estudio de los títulos. Seguramente se proponen precisas clasificaciones de todos los tipos de títulos posibles: los unimembres (Ulises), bimembres (Cumbres borrascosas), plurimembres (Salir con vida), etc; los referenciales (Usos y costumbres del castellano en la Sierra Gorda de Querétaro durante el siglo XVIII) y los metafóricos (El llano en llamas); los nominales (Anna Karenina), los toponímicos (Nocturno de Chile); pero tal vez nunca llegarán a la concreción y precisión de los bonitos y los feos, que un lector con cierto gusto identifica de inmediato. A lo mejor ese fue siempre mi problema con la academia: no la manía de las clasificaciones, sino la grosera falta de gusto.

, Llevo varios años trabajando en mi propio lorem ipsum para un título: La rebelión de los negros. El título no se me ocurrió a mí. Es un equivalente literario a un condominio (un condemonio) de tiempo compartido. Muchos lo hemos utilizado indistintamente; es, en cuanto a títulos, lo que "Luther Blissett", "Wu Ming" o "Anónimo" son en cuanto a autores: una referencia táctica sin contenido concreto; una maquinaria que cualquiera puede echar a andar. Sospecho que cualquiera sabe de qué se trata La rebelión de los negros, o se puede dar una idea fácilmente.

, Hay que celebrar que en las muchas puntadas pseudo conceptuales de los literatos flojos (ya se vislumbra desde hace tiempo que al gremio cada vez le gusta menos escribir) no se les ha ocurrido todavía titular como "Sin título" un libro. 

, Luego se me ocurre que mi falta de memoria es una tara muy conveniente para no acordarme de cosas sobre las que no quiero opinar, o de gente con la que no quiero tener nada que ver, pero también de títulos de libros en los momentos más inoportunos. A veces me acuerdo de pasajes intrascendentes pero que me movieron algo en la entraña definitivamente; no puedo recordar al autor, la editorial, el año de publicación ni mucho menos el título, pero recuerdo que tenía una flor azul en la portada, o que en alguna parte una chica bajaba las escaleras con gesto de profunda estupefacción.

, Ese rasgo de olvido selectivo podría ser un recurso de lectura divertido. Apunta David Huerta que los lectores se convirtieron en presentadores oficiales de libros, esto es, de títulos, pues en ocasiones eso es lo único que tienen para preparar un comentario. ¿Qué pasaría si un presentador de libros decidiera inventarse el libro (ha ocurrido, me consta) en lugar de leerlo? ¿Y si llevamos el juego al extremo y dejamos de leer para ponernos a inventar lo que va entre tapa y tapa? Finalmente, a los mercadólogos y comerciantes de libros no parece importarles demasiado el grueso de las páginas, sino únicamente las portadas y los títulos (hola, señora loca de Amagrana). No juzgamos un libro por su portada, sino, ay, por su título.

, Imagino que sería un buen comercio el de los títulos: así no tendríamos la decepción de ver títulos hermosos en libros que no les hacen justicia. Podrían pubicarse compendios de los títulos más promisorios de cada temporada y la gente podría hablar a sus anchas de lo que le evocan los títulos que, claro, nadie leería de todas formas. 

, En la preparatoria, mi mejor amigo se ligó a la chica que me gustaba. No me dolió tanto como ver, hace unos años, un poemario de una persona detestable con el mismo título que había estado trabajando yo durante un año o poco más. Lo tengo por ahí, archivado, como la molécula que no puede ocupar el mismo lugar que otra en el mismo espacio.

, "Título" también remite a los títulos nobiliarios, que involucionaron en apellidos, que involucionaron en títulos de propiedad, académicos, financieros, a lo meramente titular del número impreso en las identificaciones oficiales con fotografía, que esperan su momento para fagocitar los nombres de la gente, como contenidos estorbosos e innecesarios (títulos de sujetos) cuando la subjetividad se haya homologado por completo. 

Los libros sin tapas: tremendo título de Felisberto Hernández. A lo mejor por eso mismo podía darse el lujo de títulos genéricos como "Fulano de Tal", o mejor dicho, de elevar lo genérico al grado de título. Un escritor mediocre se propondrá objetivos mediocres, malogrando buenos títulos; pero un escritor fuera de serie como Felisberto puede darse el lujo de un título genérico para una escritura anómala. Como si el título y la escritura misma fueran un mero pretexto para el flujo narrativo; como si lo importante fuera narrar, no titular, rotular, empastar, editar, etc. Simplemente narrar.

,  Narrar y narrar.