La sensación de ser, de hecho, está siempre partida y compartida y la amistad nombra este compartir.
-Giorgio Agamben, "El amigo", p. 51
, A veces siento que los libros son como instrumentos musicales, y que los lectores no son sino ejecutantes, improvisadores que le ponen su propio estilo al estilo del libro. He conocido algunos virtuosos del leer, como el Sebas, que todo lo lee como Sebas, o como Lauri, Javi, Tania, Rojo, Ed. La sensación de poder "ejecutar" un libro como si fuera una melodía es más liberadora que la dictadura de los talleres de lectura y redacción y compresión lectura, que efectivamente comprime la imaginación y asienta modos correctos e incorrectos de leer.
, Comprender y decodificar un texto, en nuestros días, ya son parte de las funciones que un buen esclavo, quiero decir, un buen trabajador, debe tener incluidas por defecto. De hecho, es una de las áreas de competitividad (competencias) elementales y necesarias para las modernas democracias competitivas. Enseñar a leer y escribir se considera un gasto de producción, por lo que la lectura y la escritura artística pasan a verse como un lujo anticuado. Vivimos en una época post-aristocrática que no puede permitirse el consumo de productos no relacionados en alguna medida con lo que ofrece el mercado, el gusto de los más. Las drogas comparten un escaño similar, entre el lujo y el gasto inútil en detrimento de la salud, uno de los más cacareados pseudo valores democráticos atacado en esta operación.
, Nico se despierta por un trueno. No dice que tiene miedo, sino que llega y te pregunta por qué no te has dormido. A lo mejor cuando somos niños creemos que el mundo entero --empezando por nuestros padres-- se suspende cuando nos vamos a dormir. Lo cargo y vamos por una galleta a la cocina. La comemos de vuelta en su cama, teniendo una fascinante conversación sobre los orígenes del clima. Es el rock and roll de Dios, decimos. Si el cielo fuese un amplificador, el trueno sería un guitarrazo, y la lluvia, un inabarcable solo de batería con infinitos tambores. En esta casa no creemos en dioses que no amen la música.
, He pasado mucho tiempo siendo analfabeta del otro. De los otros. Me desesperan todavía, a veces, los rostros, las voces, los gestos. Camino en la calle y las multitudes me fascinan y me repelen como un desastre natural. Hay cierta belleza absurda en su paso ciego y sordo por, como la que derivan ellos mismos de ver videos de tsunamis en YouTube. Un desastre constituido por millares de pies desbordados, pies sin ojos, ojos metidos en sus propias cabezas de tortuga, los menos; los más, en sus celulares. Tal vez yo mismo vaya perdido en mi propia cabeza sin considerar al otro, o considerándolo más bien una especie de inundación, de huracán, o la más insufrible especie de este planeta que disfruta de vivir hacinado entre los suyos, como las ratas o las cucarachas, pero también como los cardúmenes o las parvadas. Me fascinan y me llenan de asco las mismas cosas que a todos los demás, pero a mi propio modo. Percibir como percibimos y pensar como pensamos es lo que nos hace ser nosotros mismos; pero percibir, pensar y hacer con el otro, es lo que define propiamente el ser amigos.
, Me gusta mucho la palabra considerar. No quiero buscar su definición en los diccionarios ni su etimología. Me hace bien tenerla a la vista en la mente. O al oído en la mente. Pero también en la tripa. Y entonces veo (¿o escucho?) estrellas. Siderar me recuerda a sideral, lo que me recuerda al espacio. Pero el espacio es simplemente un mar en calma que cruzamos en un mismo barco muy quieto. Consideramos porque nos rigen estrellas similares. Las estrellas, los planetas y las lunas son las mismas para todos los que van en ese barco. Si a la tripulación se nos pierden nuestras estrellas (del latín sidera, que ha aparecido ya en una ventanita de mi diccionario integrado), concurrimos al mismo desastre, al mismo vernos privados de los instrumentos de navegación. A taparse las bocas y los oídos en el rigor más desastroso de la tormenta. Pero también a observar el propio miedo en el miedo del otro, o bien prestarle con nuestra mirada un valor que tampoco siente, pero que sabe leer en nuestro rostro, y de tanto leerlo termina por sentirlo. Por con-sentirlo. Ese con-sentimiento, diría Agamben, es a la propia existencia. Ser es decir sí al otro, o en heideggeriano, el amigo sería la mismidad del sí en nuestro sí mismo.
, A veces me veo atacado por el mismo mal que las democracias modernas: no puedo escribir sin sentir que trabajo, sin sentir que tengo que hacer un punto, redactar una nota o resolver algún problema. Y eso era lo que me gustaba del blog, esa sensación de ensayar que el ensayo confunde con poesía.
, Confundo a propósito leer con ser.
, Contextos en que usamos la palabra considerar (aka, cosas que consideramos): las estrellas, nuestra suerte, la situación, las posibilidades, las alternativas, las palabras, los amigos.
, Nerea es una de las mejores lectoras que conozco; Meme es uno de los peores. Sin embargo, no sé por qué pienso que se llevarían muy bien. Tal vez incluso se gustarían. Y creo que es porque comparten esa cualidad de "lectura expandida sobre el mundo" que me gusta en mis amigos; probablemente esta cualidad tenga un nombre, pero no lo conozco. A lo mejor Nerea le llamaría "personalidad" y Meme le llamaría "onda". Pero uno se sorprende de cuántos psicoanalistas saben leer "vibras" y cuántos diseñadores gráficos saben describir las sutilezas de su propio ego.
, La tormenta ya ha terminado y la arena en los párpados de Nico amenaza con rebosar. Antes de que se quede dormido, hablamos de las dos formas de miedo que podemos identificar en las personas. Por un lado, el miedo en los ojos, que consiste en taparse los ojos; sólo algunos, como él y los gatos, son suficientemente sensibles al miedo en los oídos. El miedo en los ojos consiste en taparse los ojos. Pero Nico reacciona al temor tapándose los oídos en vez de los ojos. No es que no sintamos miedo por lo ojos, sino que los ojos se paralizan más rápido que los oídos: los oídos no tienen párpados, por lo que les prestamos nuestras manos cuando el terror ha saturado nuestros ojos. Los que nos asustamos con los oídos nos asustamos, por así decirlo, más completamente.
, La lectura, la escritura, el sueño, el arte, el deporte, la conversación, los placeres, los vicios, las obligaciones, las neurosis: rasgos que se da uno a uno mismo para ser uno mismo.
, La humanidad es un puñado de afectos y un puñado de ideas. La humanidad de uno, la propia, la de los suyos. La humanidad de los que poseemos porque nos poseen, porque somos poseídos por ellos. Poseídos no como propiedad, sino en el sentido en que se dice que un demonio posee a alguien. Nos ponemos en el lugar de nuestros amigos porque nos gusta cómo se ve el mundo desde allí; es por eso que al sentir consideración por parte del otro, terminamos haciéndonos amigos. Nico lo sabe perfectamente. Los amigos no te lastiman, y si nosotros los lastimamos sin querer, hay que pedirles una disculpa. La humanidad personal, los humanos paradigmáticos, son aquellos a los que amamos y admiramos. Son a los que sentimos que les debemos mucho, pero con quienes no nos sentimos precisamente en deuda. Son a los que no quisiéramos ofender, a los que consideramos y por quienes somos considerados. En ese sentido, la desconsideración es uno de los peores gestos que se pueden tener con los demás, porque equivale a una miopía al ser del otro. Ser desconsiderado es asesinar metafísicamente al otro; es comportarse como si el otro en realidad no estuviera ahí.
Qué bonito, considerar con respeto la existencia del otro.
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