jueves, 30 de octubre de 2008
Burn after reading, o el aquiles incómodo
jueves, 23 de octubre de 2008
Preferiría no hacerlo, pero ni modo
miércoles, 22 de octubre de 2008
La vida y la letra, 3
,No hay nadie más escéptico que yo sobre aquellas teorías del “hombre cósmico”, o “el destino del hombre en el universo”, etc. Me parecen mala literatura e ideas muy gratuitas. Pero una cosa no deja de ser cierta, si se quiere, en términos físicos: la materia no es permanente, sino que es permanente estado de mutación, de revolución, de cambio. Aquí está la mística oriental, el I-Ching: lo permanente es el cambio, idea cara a Octavio Paz para caracterizar el flujo de la historia y de la literatura. Así, no me parece excesivo hablar de un movimiento astronómico en clave dialéctica de creación-destrucción como un transcurrir traslapado, simultáneo, del que la vida, la obra humana será un eco ínfimo e inapreciable. La vida del universo, podemos decir sin violencia, excede fácilmente toda medida temporal humana.
,Pensaba, caro Lector, en estos días raros en que cumplo por cierto 23, que si, como los cristianos en sus momentos más felices, yo también podría ver en mi vida una misión o algo que se parezca a un destino en mi día terrestre. Uno se pone místico en fechas que constatan el paso del tiempo. Y pienso que si he venido a algo ha sido a leer. ¿No a cortar el césped, no a atender una pizzería, a conducir un camión? No: a leer, a aprender a leer, a tratar de leer el mundo, a recibir, que es una forma de darme al mundo, de estar en él.
Lo que pomposamente y no sin sonrisa podría llamar “mi escritura”, si parte de algo, parte de la ruina. Pienso en la María Zambrano de “El hombre y lo divino”: no se puede partir, trabajar sobre algo que ya está hecho: el parto mismo, el dar a luz, es nacer a partir de la ruina, de la muerte del feto, de dejar el cuerpo de la madre destrozado por nuestro paso brutal al mundo; el proceso histórico de conquista, la historia de los imperios, para su constitución, no parten de nada, de algo virgen, sino que, o se hace tabula rasa como en la colonización sajona de norteamérica, o bien se asume la ruina como cimiento para el mestizaje cultural, como en la conquista de México, proceso de asimilación no exento de una brutalidad similar a otro parto. Partir de la tierra fértil dejada por el paso de la piedra volcánica que ha arrasado con lo que había, y deja la devastación lista para lo que viene. Partir de la ruina: ¿cuál? La de los ídolos, las utopías, las ideologías, que como vestigios conforman momentos de lo real y se suceden ante nosotros; o de esa otra ruina que es la palabra, imaginada torre de marfil para lo más grato que puede dar el hombre (los salmos del Rey David, la Vita Nuova de Dante, Platón mismo); pero también de su contrario, la constatación del fracaso de lo humano, del dolor, de la imposibilidad de ser algo más que sí mismo (el libro del Eclesiastés, Job, Rimbaud, Philip Roth)
,A veces imagino que ese gorrión colgado (que es pretexto y principio de esa novela diáfana y enfermiza que es “Cosmos” de Witold Gombrowicz) que encuentra el personaje Witold en medio de unos arbustos, no fue muerto y luego colgado, o apretado por una mano siniestra hasta la muerte, sino (ay, si seré cruel por imaginar estas cosas) atado vivo por el cuello de un cordel acaso muy corto, donde para respirar, para seguir un vivo, el gorrión no podría sino volar. Imagino a veces que somos como ese gorrión colgado, condenado a su aleteo feroz y desesperado –desesperado por la pérdida de toda esperanza, como en la entrada al Infierno de Dante-, y ya por desesperado, por irremediable, placentero -como el Infierno de Elizondo, donde en lo Eterno el tormento físico sería expresión divina, por tanto comunión con Él-; o si no placentero, por lo menos no inmediato; y en este no-ser-inmediato, lo suficientemente extenso para ensayar el vuelo acrobático, la arquitectura de catedrales efímeras de vuelo, teorías veloces de los mejores modos para enredar la soga del cuello y desenredarla, escritura de alas, conocimiento basado en la fenomenología del vuelo circular hacia la muerte; incluso canto.
Será necesario cantar incluso en el agotamiento de fuerzas, el suave sopor de los músculos de las alas, alas que poco a poco se enredan en sí mismas, el mareo de vuelta y vuelta por el eje terrible de la rama donde no podemos posarnos, la presión de la soga alrededor del cuello que sugerente invita más bien a rendirnos que a continuar el vuelo hacia ninguna parte; todo mientras se cantan los estados del cansancio, las flores que se ven alrededor, el sol altísimo, el niño siniestro que nos observa a distancia prudente, y cantar durante el trayecto circular las estaciones de nuestro patíbulo de aire.
,En estos términos, la "falacia de la creación" equivaldría a decir que ha sido el gorrión mismo el que se echó la soga al cuello. Lo más cercano a la verdad, según mi parecer, sería asumir que la condición del canto es la cuerda; que acaso enmudeceríamos sin la bendita cuerda: seríamos inmortales. Qué severidad...
Imagen: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwXArY6iA3iXReN9v8fVLTxy5ty1vlPkvQVo6FUdq8BFHe6Ha23ZSOoVadie4L7DNfUmwOJgU6kiXtijR89FEuD-X4ZDgJMJwYLFfbggUZaHVDlXsAILn3fH3yeF_b8eYsOskdRi1ptGeA/s1600-h/Witold+Gombrowicz+COSMOS.JPG