martes, 9 de agosto de 2022

«Sobre el amor», de Matthew Dickman

Dishes, James Rosenquist


Sobre el amor

Matthew Dickman 


Tienes que hacer 

algo por ti mismo 


es lo que ella 

solía decirme 


mientras me veía lavar 

los platos o doblar 


la pila de ropa 

tibia de los niños. 


Ahora creo que ella 

se veía a sí 


misma como un valiente 

caballero que mira con desdén


los techos de paja 

de algún villorrio de segunda 


o las puertas de algún 

oscuro e ignoto 


castillo, diciendo yo 

me merezco otra cosa. 


No entiendo por qué 

a menudo la valentía 


va de la mano con 

la crueldad. Sería feliz 


con solo mirar a mis hijos 

todo el día. Sería feliz 


viendo cómo cae la nieve 

sobre el vidrio verdoso 


de algún invernadero 

hasta que el vidrio se quiebre 


y los tomates del interior

se vuelvan pelotas de hielo. 


Mi madre suele contar 

de cuando llevaba


a sus hijos de compras 

teníamos ocho años 


y dice recuerdo cómo 

te miraba la gente y


también a tu hermano, eran 

unos niños tan 


bonitos me preocupaba 

que algo pudiera llegar a


pasarles. Sólo recuerdo 

cómo solía mirarnos 


diciendo podría quedarme 

viéndolos así todo el día. 


La última vez que hablé 

con mi padre 


fue la noche en que 

cremamos a 


mi hermano mayor. Estaba 

sentado en un sofá 


mirando una hoguera vacía. 

No lo había visto 


en años justo entonces 

me acerque a él como 


a un niño 

al que encuentras 


perdido en el supermercado 

y le dices ven, vamos 


a buscar a tus padres, 

no deben estar muy lejos.


Creo que le dije, Allen, 

lo siento Darin se fue.


Y él hizo un ruido 

como el de un niño que busca


la mano de una madre 

y cuando trata de tomarla


se da cuenta de que la madre 

no era suya. Suspiró


y dijo es tan extraño

ya no tener hijo.


Mi padre tenía razón,

su hijo estaba muerto


se había ido y ese 

era el principio 


y el final de cualquier historia

que yo jamás pudiera contar


sobre el amor. Anoche,

cuando fui a la tienda


a comprar pañales nocturnos

para Owen, me sentí muy feliz


de que todos tuvieran

que usar mascarillas.


De no tener que verle

la cara a nadie.


De no tener que ver

mi propio rostro. Me quedé 


mirando las cajas de cereales

deslizarse por los pasillos,


mirando las latas

de vegetales convertirse


en latas de fruta. La música

que sonaba en mi cabeza


era tan hermosa

era como el sonido


que hacía la madre

de mis hijos cuando caminaba


por la casa 

en calcetines.


<Versión de Javier Raya>



1 comentario :

mis tres lectores opinan: