Ayer tuve la suerte de toparme con un lote de La Nouvelle Revue Française en una librería de viejo. Pensé que comprarla era absurdo, ya que hay una buena colección de ella en la facultad. Pero al hojearla me encontré con un pequeño ensayo de Olivier Houbert titulado "Jabès l'éclaireur", escrito justamente el año de la muerte de Jabès. En él, Houbert desarrolla varias líneas del pensamiento y la obra jabesiana; pero este fragmento brevísimo que les comparto tiene que ver con la alienidad absoluta que se experimenta al entrar en una lengua extranjera.
El idioma es la marca de pertenencia a un dominio cultural. Somos "paisanos" porque nuestras costumbres y modos de vida se cifran en un idioma común; habitamos una misma zona idiomática más que un territorio. ¿Pero qué pasa cuando un poeta de lengua extranjera nos habla directamente a nosotros, sin la intermediación del traductor, incluso cuando parte del discurso, del sentido de las palabras, escapa de nuestro entendimiento por nuestro pobre dominio de la lengua? Entramos en un espacio donde el poema se despliega en intermitencias de claridad y sombra; el poema ocurre efectivamente en nosotros como sugerencia más que como comunicación. Es un mensaje en espera de ser descrifrado, pero también una puerta abierta, un umbral; una posibilidad. La hospitalidad, para Jabès, sería pues la posibilidad de que el poema ocurra no como golpe de sentido sino como sugerencia de sentido dentro del lector; el poema ocurre en el lector, es lo que le pasa al lector mientras lee, más allá de lo que el poema efectivamente pretende decir.
Este pequeño fragmento que les comparto del ensayo de Houbert refiere, me parece, esta misma experiencia en Jabès respecto a Paul Celan. Sensación a la que se refiere Jabès en "Le livre de l'hospitalité" cuando dice, o recuerdo que dice:
El idioma es la marca de pertenencia a un dominio cultural. Somos "paisanos" porque nuestras costumbres y modos de vida se cifran en un idioma común; habitamos una misma zona idiomática más que un territorio. ¿Pero qué pasa cuando un poeta de lengua extranjera nos habla directamente a nosotros, sin la intermediación del traductor, incluso cuando parte del discurso, del sentido de las palabras, escapa de nuestro entendimiento por nuestro pobre dominio de la lengua? Entramos en un espacio donde el poema se despliega en intermitencias de claridad y sombra; el poema ocurre efectivamente en nosotros como sugerencia más que como comunicación. Es un mensaje en espera de ser descrifrado, pero también una puerta abierta, un umbral; una posibilidad. La hospitalidad, para Jabès, sería pues la posibilidad de que el poema ocurra no como golpe de sentido sino como sugerencia de sentido dentro del lector; el poema ocurre en el lector, es lo que le pasa al lector mientras lee, más allá de lo que el poema efectivamente pretende decir.
Este pequeño fragmento que les comparto del ensayo de Houbert refiere, me parece, esta misma experiencia en Jabès respecto a Paul Celan. Sensación a la que se refiere Jabès en "Le livre de l'hospitalité" cuando dice, o recuerdo que dice:
-¿Si yo traspaso el umbral de tu morada, a quién le ofrecerías la hospitalidad? ¿A tu maestro o al extranjero de quien no sabes nada?
-¿Cómo podría yo no ofrecérsela a mi maestro que me ha concedido el honor de entrar a mi casa?
-Tu maestro -dijo, entonces, el sabio- no necesita esta muestra de deferencia: el viajante extraviado, en cambio, que llama a tu puerta, la espera con todas sus fuerzas, pues no la pide únicamente para él. (1)
o incluso aquella sensación de ese otro, "El pequeño libro de la subversión fuera de sospecha", donde dice:
Toda duración está ligada al recuerdo.
A lo real sucede una irrealidad, más que real, de la que se apropia la memoria.
El pensamiento sigue el camino opuesto. Va delante de la ausencia cuyo trayecto, al desplegarse, ayuda a fijar.
El pensamiento es el relámpago que desgarra el vacío. El olvido, su momentáneo espacio. El confuso recuerdo que de él guardamos quizá sea, más que el artífice de la recuperación del pensamiento merced a un nuevo espacio, el celoso instigador de la confrontación del pensamiento con su pasado y si probable porvenir, el responsable de su definitiva puesta bajo tutela. (2)
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Comme Jabès, Celan a éprouvé "la difficulté d'être juif, qui se confond avec la difficulté d'écrire", en même temps qu'il a tenu sa poésie dans l'ouvert, attendant l'autre sur le seuil, l'autre qui ne vient jamais mais auquel je confie mon attente. Jabès a évoqué cette proximité silencieuse avec le poète de Czernowitz dans un opuscule intitulé la Mémoire des mots. Les mots dont il est question ici, ce sont ceux prononcés par Celan, dans l'intimité de sa rencontre avec Jabès qui se souvient d'avoir entendu la poésie de Celan dans "l'original", en allemand, et surtout de l'avoir reconnue comme une parole amie, malgré l'obstacle de la langue, malgré l'étrangeté de cette parole autre, marquée par la blessure du crime. Blessure à partir de laquelle, nous dit Jabès, il faut écrire, parce que la mémoire des mots représentera toujours "un défi au bourreau", elle s'entendra même dans la langue de l'étranger. C'est dire que par-delà les mots prononcés, établis dans l'intelligibilité d'une voix, s'entendent d'autres mots, s'écoute un silence plus parlant peut-être que n'importe quelle parole. Silence réservé à une communication plus haute que le simple discours. (3)
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(1) Jabès, Edmond. El libro de la hospitalidad (trad. de Françoise Roy). Ed. Aldus, 2002. p. 95.
(2) Jabès, Edmond. El pequeño libro de la subversión fuera de sospecha (trad. de Saúl Yurkiévich). Vuelta, 1989. p. 30.
(3) Houbert, Olivier. Jabès l'éclaireur en La Nouvelle Revue Française, N° 459, Abril 1991, p. 70
Imagen: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Edmond_Jabes.jpg