sábado, 23 de abril de 2011

Hacia una escritura desde la orfandad (notas de viaje)

Tratar: el doble nudo de la piedad y el trato.

Kozer ha escrito que la piedad es la mediación con el poema: ese (con)trato con algo que se deja decir.

No lo que le haremos decir al poema --el arte del ventrilocuo tiene algo de lo siniestro de la política: poner palabras en la boca del otro-- sino lo que el poema tiene que decir sobre sí mismo.

Trato: medio. Lo que trata esta en entre-dicho. Escribir es devenir (Deleuze). Lo escrito viene de un desde y va hacia un hacia. Encontrar el punto en que lo escrito no puede regresar (Kafka, el mito de Eurídice), en que precisa mantenerse de viniendo hacia viniendo. Escribir siempre es regresar.

La piel debe tratarse, curtirse. Escritura como ascesis: disponer el mundo, dentro de lo posible, de manera que todo sea órbita del trabajo de curtir la piel de una escritura; artesanía en lo que tiene de repetición.

Cada desaparición será total o no será; itera. Pienso para mí "en 'Latencia' escribí sobre el movimiento del agua que hierve", mientras desde la cocina el agua sube una escalera lenta sobre el fuego. Café. Late el agua en el latón. Juego. Re-iterar. Cada hombre viene por lo menos en dos formas, ¿cuál escribe? ¿Cuál desaparece? Contengo multitudes (Whitman).

Trato: diálogo, cortesía. Política es tratar. Tratar es la conciencia de que algo puede ser destruido.

Trato: intemperie del regreso. Se va del donde al donde. ¿Quién en mí va?

Intemperie: la escritura es o no será. Remuevo de mi traducción de Bersani "Facultad de Filosofía y Letras, UNAM". Me hago responsable de ella. Escribir como aprender a nacer de uno mismo. Nacer sin mundo/hacer un mundo para nacer. ¿Qué queda? No sé si dios ha muerto, pero escribo y sé que escribo. Me basta.

Los maestros terribles. Todo fue necesario. Todo lo doloroso, lodo. Me hago responsable de la posibilidad de mi escritura. Nada más me compete en cuanto a ellos. Lodo: limo del fondo: no bañarse dos veces en la misma agua podrida. La grama sobre la que Flaubert durmió bajo las estrellas de Egipto fue regada con agua inundada, limo (aquí recuerdo el limonero del Cefac) Nilo. Importa la pirámide.

Que escribir sea jugar a ser hombre, mas jugar en serio.

Que jugar sea ser niño: dejar que lo real sea raspón. Que el imaginario sea el asalto a la ciudad sitiada, la búsqueda del grial, las manos manchadas de dragón descorazonado. Tengo un láser para matar dragones. Mis juguetes son lo simbólico: me fascinan como las cucharas y los relojes a Neruda. Los símbolos que son espejos turbios de los hombres. A ras de tierra, raspón: sangrar lo necesario. Jugar en serio.

Gritar "lobo" cuando haya lobos. Nancy me dice "I love us". Hojea el Rothenberg en la cama y me paro por más café. Viaje de la silla a la cocina; qué sensación de Helesponto tiene el pasillo oscuro. Desde el librero me mira la Beauvoir, con su cara de joven formal. Los cuadernos se apilan: adentro hay lobos. Si alguien pregunta diré "he visto lobos, pero si te los muestro, pueden parecerte perros. Muerden, igual." Ser maestro de uno mismo, identificar los tipos de lobos que viven en uno. Regresar: vuelta a Nancy con café por el pasillo oscuro, a la silla, a la gata, a la música. No haya pretendientes que matar, pero hay lobos.

De repente, crecí. Decidí crecer, como Oskar Mazerath de El tambor de hojalata. Günter Grass. Decidí crecer hacia el centro, como el sistema nervioso de un planeta vegetal. Raro: recuerdo "Mazerath" y recuerdo el nombre del abuelo, "Koljaizek", pero no recuerdo el segundo apellido de la mayoría de la gente que conozco. Lo leí en 2003, me lo prestó M. ¿Raro? Vamos bien, hombres. Y sello mis orejas con un beso de Nancy.

Tratar: fallar.

Colar el café con filología. Tratar: hallar.


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