jueves, 23 de junio de 2011

Andar de ciegos



El mundo podrá ser una mancha
o desgastados matices de negro,
colores herrumbrosos –la dirección
del sonido, horizontalidad del cielo,
imitado contorno, murciélago:
la forma de las cosas: esculturas de eco. 

Pero los ciegos andan con ciegos
a vertiginosos pasos veloces
en sus rectas autopistas para ciegos
sin importarles demasiado
llevar a cuestas –como yo los veo-
la tragedia de la luz robada,
Prometeo.

Va por el corredor de sombras
(es un caminar en serio)
y no pasa nada: nítido, transparente 
paso y paso
por el camino negro,
más camino que camino
el caminar del ciego, 
lámpara 
en la garganta de un bosque denso
oscuro,
un ovillo enredado para siempre
con sus sombras ordenadas en silencio.

(Otro asombro más asombro habrá
que el asombro ciego de las sombras:
todo sueño ocurre en un país
donde no existen las horas.)

Las muescas en el piso
traman, entramado,
el aroma del frío
tramándoles el agua turbia
de los ojos cenizos.

Regusto ante la ventana del día
de la luz filtrada, sabor a vidrio.
Trama deshusada, el mundo de los sentidos:
anteponer al paso de los toros
la bravura en el laberinto.
Texto de la muesca y muesca
del rocío,
camino es caminar del ciego
por un túnel infinito.

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lunes, 13 de junio de 2011

El surrealista de Praga - Apuntes para un juego de respondencias

1.



Sospecho. Me sospecho sospechar. Me sospecho sospechando de mis sospechas, elizondianamente: ¿por qué tomé del librero justo hoy El libro de la risa y el olvido de Milan Kundera? ¿Por qué hoy y no, por ejemplo, mañana, por qué no lo tomaré mañana ni lo tomé la semana próxima? ¿Por qué me topo en la página 102 con el siguiente fragmento?:

"André Breton no creyó que Kalandra hubiera traicionado al pueblo y a sus esperanzas y dirigió un llamamiento en París a Eluard (en carta abierta del día 13 de junio de 1950) para que protestase contra la absurda acusación e intentase salvar a su antiguo amigo praguense."

2.

Las fronteras del asombro y la sospecha, como las de la realidad y la ficción se dejan cruzar fácilmente como la frontera de Tijuana y San Diego. ¿Por qué pensé justo en esa frontera? Porque cuando estuve en esa esquina geográfica al lado de la empalizada y el agua fría del mar me mojaba los pantalones no pude resistir poner un pie del otro lado, y luego el otro. Me hallé en Estados Unidos de pronto. Salí de México por primera vez. Y mientras veía a un par de niños correteando con una pelota de uno a otro lado de la empalizada me sentí ridículo por haber aprendido un concepto tan absurdo como el de frontera.

3.

Le platiqué a Victoria que comencé a leer a Kundera, y luego de regañarme por no conocer La insoportable levedad del ser ("¿ni siquiera la película, de pana?") me recomendó un par de cuentos de Murakami, a quien confesé, como si no estuviera en mi oficina sino en un cuarto mal iluminado de la KGB, tampoco haber leído nunca. Luego, justamente me contó que se había comprado un par de libros de Kundera en su reciente viaje a Europa. No iré tan lejos como para afirmar que, en lo que toca a los efectos de esta respondencia, el que Victoria se haya comprado esos libros de Kundera en París no pudo haber sido de otro modo. El azar funciona precisamente así, haciendo inevitable retrospectivamente lo que ya ocurrió. Como sabía Breton, que Vicky recuerda recientemente (justamente) en su post parisino.

4.

Mientras escribo este post me levanto para hacerme un té. Mientras pongo agua en la estufa observo por la ventana: otra ventana en la que habré reparado decenas de veces (cientos sería exagerado, pues tengo pocos meses viviendo aquí) dejaba ver el resplandor frío de un televisor en un cuarto a oscuras. Cuál es mi sorpresa al ver nada menos que a Jorge Luis Borges en la pantalla. La entrevista la conozco perfectamente. De hecho la compré en una librería de viejo mientras buscaba libros para Mauya: era un VHS, pero no me di cuenta hasta mucho después (lo cuál vuelve aún más inverosímil el que yo trabaje en una página especializada en tecnología).

Tengo fresca la entrevista con Borges, además, porque N. utilizó un fragmento muy preciso en su blog hace poco. En ese fragmento Borges habla sobre el amor y la amistad. La amistad, dice, no requiere de la presencia: "Tengo amigos íntimos a los que veo un par de veces al año". El amor, en cambio, requiere necesariamente presencia, complicidad. Algo habrá querido decirme N., o tal vez simplemente le gustó el fragmento. No tiene sentido atribuir sentido a lo que produce la imaginación de N. Ese fue mi craso error con ella: N. sólo es.

5.

Sé que debo terminar de escribir este post antes de medianoche, oh Cenicienta. Pasada esa hora, la respondencia que lo desencadena pierde todo efecto. (Ver puntos 1, 8 y 10 de este post; o des-espera,  pierde toda esperanza, como dice Dante en la entrada de Inferno.)

6.

Los cuentos que Vicky me pasó son Super-Frog saves Tokyo y On seeing the 100% perfect girl one beautiful April morning. En algún momento del segundo me esperaba una respondencia más, una mención como al pasar, de Woody Allen. Vicky vio Midnight in Paris en París, justamente, y desde entonces no para de decirme que debo verla, como si no quisiera verla y no hubiera perdido tanto tiempo bajando torrent tras torrent corrupto. Esta semana vimos The purple rose of Cairo y Everybody says 'I love you' de Allen. Para los que las han visto, no será difícil ver que el tema de la frontera entre realidad y ficción está muy presente, sobre todo en The purple rose..., donde Tom hace el salto del formato cinematográfico al mundo real; exacto, carajita, al igual que Mr. Frog del mundo zoológico al apartamento de Katagiri.

Murakami me gustó. Admito que con Mr. Frog ("No, just call me Frog") hubo momentos en que se me cayó la quijada. Leeré algo más de él. Leeré, por ejemplo, el que me recomendó Mauya.

7.

Respondencia: paranoia lúdica. Recordar que el hecho de no ser paranoico no quiere decir que no lo estén persiguiendo a uno.

8.



En la página 40 de cierto libro, Mauya halló nada menos que su nombre real. Como tanta gente todos los días, se encontró frente a frente con una respondencia. Yo no diré el nombre de ese libro ni el nombre real de Mauya, y creo ya que el mero decir que en la página 40 de un libro que tiene lugar en Praga puede encontrarse su nombre es tentar demasiado al azar.

Praga: sí, donde Záviš Kalandra, el surrealista checo, fue colgado por actividades subversivas, a pesar de la carta que André Breton le dirigiera a Paul Eluard un día como hoy, hace 51 años.

9.



Los milagros son tales porque dan la impresión de responder a una necesidad. Puede ser simplemente a la necesidad de creer, como la sospecha de Santo Tomás Apóstol, o, como dan cuenta los ex-votos, de un mecanismo de complicidad humano-divino; un juego de respondencias donde se espera encontrar lo que se busca, y en ese esperar reside precisamente la fe, en actuar como si ya se hubiese recibido. Es el sentido del exvoto que flota sobre estas líneas, ofrecido pocos días después del 11/S. Los exvotos no consignan solamente los favores recibidos: algunos también se ofrecen como garantía de favores futuros, como las manitas de porcelana que se les quitan a ciertas figuras chinas a condición de conceder milagros o deseos. No puedo detenerme más en este punto: si no termino este post hoy, perderá todo sentido.

Este pequeño juego de respondencias mío salta, pues, felizmente sobre la esperanza y la fe para apostarse firmemente en el puro asombro. Respondencia es recibir algo absolutamente innecesario, pero su cualidad mág(nét)ica no reside en el carácter necesario o innecesario de lo que se recibe sino en el hecho de saber recibir. Lanzar la red a los peces esperando que estén ahí o sentarse frente a la hoja en blanco esperando que algo ocurra, que las palabras lleguen.

Recibir: disciplina de la atención.

10.



Záviš Kalandra escribió a lo largo de su vida con los pseudónimos de J. Pokorny, J. Albert, J. Bitnar y J. Krejci. El recurso de la heteronomía es indistinguible del nombre de Fernando Pessoa, que nació un día como hoy, justamente, de 1888, aunque sus heterónimos tengan otras edades, otras fechas, otras historias.

11.

Ojeo y hojeo el índice de El libro de la risa y el olvido. El último capítulo se titula "La frontera". Algo que ya conozco me espera ahí: el hecho de que lancé una red al asociar el punto 2 de este post con algo que todavía no conozco. Yo no espero nada, des-espero. Ya recibí. Queda abrir bien los ojos.

CODA:

Como todavía es 13 de junio puedo añadir una curiosa respondencia más. Mientras caminaba hoy de regreso a mi casa me detuve para cruzar una calle. Vi el rostro de una chica a través de la ventana de un taxi (¿como se mira el rostro de Borges en un televisor, a través de una ventana?) que se detenía en el crucero. La chica es bonita: cuál es mi asombro al ver que es Paulina, mi ex (hola, bitch). Habíamos quedado para desayunar el próximo jueves por la mañana. Ella me vio también y solamente nos saludamos, torpes y sorprendidos, como es de esperarse, mientras el taxi se iba. Seguro nos vamos a reír de esto el jueves.
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Kundera y la cacería

--Tu mujer tiene que comprender que la quieres pero que eres un cazador y que esa caza no es para ella ningún peligro. Pero eso no hay mujer que lo comprenda. No, no hay mujer que pueda comprender a un hombre --agregó con tristeza, como si ella misma fuese ese hombre incomprendido.

-Milan Kundera, El libro de la risa y el olvido ("Mamá", p. 59, Six Barral, 9a reimpresión.)

Frugal

Aunque lo fru de fruta presida lo frugal, lo frugal
no es generoso, o es generoso
a condición de que ponga término 
a su generosidad
rápidamente.

Frugal: parco
en el comer o beber, manifestación
de suficiencia. También en la pobreza
hay soberbia, me digo.
Frugal: parco, 
de moderado a insuficiente.
El amor ha de ser frugal,
el desayuno (pan tostado
con margarina y mermelada
de manzana, desayuno emes,
la eme del tostador echa los panes
bronceados) y la vida
frugal. "Sobrio,
templado y moderado",
leo en Larráe, yo
que siempre he sido
o desde que recuerdo,
volátil, alcohólico, excesivo.

Tengo temperamento
de bomba molotov.

Frugal en el tiempo: un sobre
de comida a cada gata por la mañana,
hacer la coreografía del desayuno,
agente de SWAT con precisión
de un Baryshnikov a medio despertar;
los panes se tuestan, el café
ya está tostado y molido (¿será
que hay que tostar frugalmente,
es decir, moderadamente, para 
retirar lo superficial, para 
acceder a la primera corteza,
a lo que está escondido frugalmente
en lo superficial, la primera profundidad
que todavía no mata,
que todavía no es submarino,
pelicano remojándose 
las barbas?) frugal
para limpiar el cuerpo,
frugal para limpiar el pensamiento
de los fantasmas del sueño
con las primeras palabras del día
como lámparas. 

El sueño me recobró dos palabras:
ἀρχή, la primera. La causa primera, creo,
pero alguna relación tenía con los héroes,
me digo:
piensa, acuérdate. Blank. 
Vi a mi profesor de retórica
cuando salí de la oficina 
a media noche, hora
poco apta para abordar a alguien
cuya cátedra abandonamos.
Bush nos habló de ἀρχή
y nos habló de άμαρτία.
Este lo recuerdo bien: es el error
irreparable
cometido por imprudencia o destino
el error sagrado, de ahí el tufillo
trágico. Ayer D. me escribió
sobre Aquiles (nos citamos
en medio de la Ilíada
como en medio
de un parque público):
la cobardía vuelve la inmortalidad
imposible; ¿será frugal
el coraje del héroe? ¿Será
lo necesario, pero no más
por no incurrir en ὕϐρις,
en el exceso del desear?
Le contesté con una mala traducción:
nada de convenios:
los leones no hacen pacto
con los hombres. No, Héctor,
nada de treguas, repartir
frugalmente
un puño de polvo
sobre el cuerpo
de cada hombre.

El sueño me dio (frugal)
dos palabras: arché
y hamartía
como restos de un naufragio.
Hay otros a los que el sueño
no les da nada.
Hay otros 
a los que habrá
despojado de todo.

La mañana da pájaros frugales:
ni todos ni uno,
los necesarios
para que amanezca,
para que la escenografía
de la mañana
se despliegue. De acuerdo,
nos creemos el amanecer,
esa peli ya la vimos,
Aurora.

sábado, 4 de junio de 2011

Refracciones

La gente que conozco, recién o de tiempo, comienza a perder dimensión intersubjetiva frente a mis ojos: la gente se parece siempre a otra gente, pero no a alguien, o, específicamente, me es difícil hallar en esa gente un yo.

Temo que esto se deba a que mis prejuicios están cimentándose. ¿Cuáles? En realidad no lo sé. La xenofobia me parece el nombre de una planta que nunca he cultivado; cualquier dudoso clasismo está contextualizado en retórica de lucha de clases (eso es el marxismo, una lange de travaille); todo sexismo en mí es admiración de la diferencia, la teoría de género es la única teoría social que realmente me interesa, y ni siquiera me interesa demasiado. Pero a grandes rasgos, creo que puedo negociar correctamente la diferencia con el otro, el Otro. ¿Entonces?

Entonces pasa que en un otro veo al Otro, al todo-otro, al exempla indiferenciado, a la Idea, al exponente del universal, al universal encarnado. Por un lado, veo a la gente como una construcción en movimiento; por otro, veo que esa construcción está sobredeterminada, o lo sobredeterminado es mi interpretación de esa construcción. En suma, no puedo relacionarme sino a través de la explicitación de la diferencia, pero la gente no quiere escuchar eso: quiere escuchar lo que le dice la gente a la gente sobre la gente. Chisme. Y la gente, que me producía en general una mórbida curiosidad, un desahogo casi científico, a últimas fechas me produce un sopor invencible.

Con mis dos o tres buenos amigos hablo de eso, de trabajo, de interpretación, de la puesta en operación de un lenguaje para co-relatar o dimensionar una realidad, para explicar o producir esa realidad. Hace poco me enteré de que uno de mis mejores amigos tiene una hermana menor, después de años de tratarlo.

Sospecho que estas notas comenzarán a convertirse poco a poco en la bitácora de un proceso entrópico de alienación. Mi mecanismo es la sospecha: mi trabajo es detectivesco, no científico. Cuando un sistema se ha estabilizado busco la manera de introducir la incertidumbre por mera curiosidad (niño que arranca patas a las arañas, profesionalmente). Los resultados son de lo más divertidos, pero siento que cada vez más me río a solas.

Me voy a quedar con esta imagen por ahora, para poder dormir: un rostro no existe, un rostro es la semantización de los atributos que una subjetividad relaciona con su ser-cuerpo y, a la vez, los atributos que colectivamente adscribimos a determinadas características. En otras palabras, un rostro no existe, existen espejos. Esto dista mucho de ser una imagen vagamente poética; al contrario, es la cosa más terrible del mundo: un espejo es el muñón de un rostro, el miembro fantasma de la realidad, el saldo: lo refractado.

Lo que veo en el rostro de la mayoría de la gente es el hacerse-cuerpo de una imposible dimensión. No soy psicópata, por lo menos en la terminología al uso, porque puedo establecer relaciones empáticas y sanas con la gente. Mi problema es irremediable: la gente poco a poco está dejando de causarme curiosidad.

¿Pero qué gente no me causa curiosidad? Precisamente la gente sin curiosidad. La gente que refracta la ignorancia de los demás y la proyecta sobre sí misma. La gente que no pregunta. La gente que no discute. La gente que vive como vaca (como supongo que viven las vacas), con la boca llena de comida, tragando, defecando, ayuntándose maquinalmente con otros individuos de la especie hasta que se mueren (y no me malentiendas, improbable lector: me encanta comer, defecar y ayuntar).

No hay trascendencia posible, lo que hay es todo eso que la modernidad ha explicado tan bien: spleen, aburrimiento metafísico, ni siquiera incertidumbre pues la incertidumbre sería la vuelta al estado previo del Big Bang a cada momento, al momento en que todo está por hacerse, por crearse, por decir aquí. Cuando dejas de esperar algo, todo pasa. Dejar la esperanza justo a las puertas del Infierno, que dice Dante.

Temo estar divagando. Temo estarme perdiendo de la maravilla que encuentra la gente en otra gente. Pero temo, sobre todo, volverme alguien. Un alguien-alien indiferenciado, una diferencia que no se reconoce a sí misma, que no puede reconocerse --reflejarse-- por estar imbricada en la identificación con el otro, o más terrible, con uno mismo. He practicado la desidentificación de todo lo que es yo por los medios que he podido, desde que tengo memoria, pero eso me ha cerrado la dimensión del otro. ¿Me la ha cerrado? No, sólo ha puesto una ventana indiscreta: un espejo que no sirve para reflejar sino para ver.

Un espejo que se convierte en ojo siniestro que regresa la mirada.

Esa mirada es todo lo yo que conozco.

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miércoles, 1 de junio de 2011

Penélope

Lo que está pendiente de escribirse, lo realmente fundamental, es lo que se posterga. Esa distancia es lo que permite escribir todo lo demás. Falso que escribir sea decir lo indecible: escribir es referir lo indecible, demarcándolo.

La escritura no salva al mundo: no derroca dictadores, no rompe fronteras, no sabe a pan. La escritura no puede ni siquiera cambiar la opinión que alguien tiene de sí misma (sí, te hablo a ti). La escritura que a mí me interesa da esto por sentado, la absoluta inutilidad de su función. Sólo entonces aparece: no a pesar de ser inútil, sino precisamente porque, liberada de toda utilidad, permite ver --si bien desde lejos-- lo que imagina la gente cuando imagina la palabra libertad.

¿A quién puede importarle lo que escribo?, me pregunto en mis momentos más débiles. No sé, me digo, la escritura es egoísta y generosa a la vez: se basta siendo.

 Me hace bien escribir: me recuerda lo frívolo que soy cuando digo la verdad. Por eso miento; escribo.

A veces miento sólo para ver si me descubren. Ansia pueril. A veces escribo para ver si me descubren. Escribir nunca es impune.

Escribir es sentarse a Penélope Cruz en las rodillas y encontrarla amarga e injuriarla. Just for the lulz.

Ofrezco historias falsas, en ocasiones, sólo porque las historias "reales", las que realmente ocurrieron, son demasiado simétricas; demasiado esperables; demasiado literarias. Escribir es desacomodar la realidad para hacerla creíble (Aristóteles reloaded).

Escribo para rodear lo que no puedo escribir. Escribo porque me dijeron que no podía escribir. Escribo porque escribir es sombra, y, porque para mi carácter temeroso, decir luz es decir desacato.

Escribir es imaginar lo que la escritura escribiría si escribiera.

Hacer poéticas como listas del súper; hacer listas del súper como cartas suicidas; hacer cartas suicidas como cartas de amor; hacer cartas de amor como ensayos académicos; hacer ensayos académicos como obras de teatro; hacer obras de teatro que consistan en un estornudo.

Escribir no me cura, no me salva. La escritura que me interesa comienza cuando se llega al punto en que no hay nada que ganar. Apostar para perder, aunque se gane. Ganar: seguir apostando hasta perderlo todo.

La escritura que me interesa me hace el mundo de día y me lo deshace de noche. La escritura que me interesa se llama Penélope.

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