Esos embarradores...
Tienes qué preparar tu muro,
ni siquiera terminó.
Está el silicón, we, y ya
no le puse cinta,
y lo que tapé de las boquillitas
o sea, ya cuando él
me reporta, ya tienes el tuyo,
¿no?
Me lo como ya,
ahí.
Esa no es tu chamba, la vamos
a pintar ahorita. Tú reportas,
¿sale? Este muro
lo pintamos primero,
el que le puso yeso,
¿qué tal dejaste el yeso?,
¿lo dejaste pulido?
Entonces,
prepara tantita parafina
donde está el cubo, me falta
hacer esa pinche partecita,
le voy a pegar
la tablarroca al dese,
checamos mañana, esos weyes
ni son
pintores:
son embarradores.
Lo puedes rolear tú, ¿no?
No.
Me refiero nomás
al amarillo,
azul.
Pero si tienes la luz prendida
no se ve. El azul
yo sé
que le falta:
quieren perfecto.
Se veía bien peinado
el amarillo, no mames,
quieres dejar todo perfecto,
wey. Yo ya quiero
acabar. Al chile,
al morro ya se le pagó:
si el morro no sabe pintar,
¿por qué
tengo
que
ver
yo
esos
detalles,
wey?
Pintar el amarillo.
Pintar el azul.
Pintar el negro.
¿Qué crees que soy,
un pinche supersaiyayín?
Quisiera contar con ustedes.
La brocha
la aventaron
así.
La dejaron
embarrada
por todo el muro.
Te va a descontar a ti.
Lo que hicieron
valió verga. Quieren
regalar
su pinche dinero.
¿Y quién tuvo la pinche
culpa,
wey?
Con ese pinche dinero
se hizo bien pinche
pendejo.
jueves, 28 de junio de 2012
Intervenciones del escucha, 2
Postulado por
Javier Raya
Etiquetas:
Intervenciones del escucha
,
poemas
miércoles, 27 de junio de 2012
Intervenciones del escucha, 1
No enciendas los colgantes, escúchame:
es la garra de la mano del puma,
la garra,
no, escúchame:
la garra de la mano del puma.
Acuérdate.
Hay que ir con el señor que arregla
los colgantes, tenía
tres tenía
dos garras
y el escudo.
Pero tú no usas las cosas
porque no usas las cosas,
¿vas a usar lo que te doy?
Todo está guardado, no usas
nada.
Bueno.
Bueno.
Ahí luego te compro otro.
Como el de Pepe, como el de
Bastian, ¿tú crees
que le haya pasado algo
en esos tres años?
¿Tú crees que se le haya
terminado la pila?
Supuestamente venían empacadas,
sí.
Ya cambiándolas. A ver
si bajas
el sábado.
¿Entonces no hiciste jabón...?
¿No dices que Aristóteles te hizo
tragar
mucho
jabón?
Podía haber una vagina.
Es lo que te digo,
podría haber tenido
una vagina,
¿no obraste
jabón?
¿Obraste bien?
¿Sangre?
¿No?
¿Cuándo nos vemos?
Sale pues.
¿Qué anotaciones hiciste?
Ni regalar nada
ni prestar nada
ni dejar nada.
Que la garra del puma
no enciende
y con ella puedes entrar
a navegar
a Internet.
Pero hay un manual,
hay un manual,
hay un manual,
¿por qué no lees el manual?
Ahora que vaya,
como te guste,
voy a ir el sábado,
el sábado leemos el manual
y ya lo ponemos
como te guste.
A tu gusto.
Y leemos el manual.
¿Y en la escuela cómo te fue?
¿Qué es lo que no te gusta?
¿Quién?
es la garra de la mano del puma,
la garra,
no, escúchame:
la garra de la mano del puma.
Acuérdate.
Hay que ir con el señor que arregla
los colgantes, tenía
tres tenía
dos garras
y el escudo.
Pero tú no usas las cosas
porque no usas las cosas,
¿vas a usar lo que te doy?
Todo está guardado, no usas
nada.
Bueno.
Bueno.
Ahí luego te compro otro.
Como el de Pepe, como el de
Bastian, ¿tú crees
que le haya pasado algo
en esos tres años?
¿Tú crees que se le haya
terminado la pila?
Supuestamente venían empacadas,
sí.
Ya cambiándolas. A ver
si bajas
el sábado.
¿Entonces no hiciste jabón...?
¿No dices que Aristóteles te hizo
tragar
mucho
jabón?
Podía haber una vagina.
Es lo que te digo,
podría haber tenido
una vagina,
¿no obraste
jabón?
¿Obraste bien?
¿Sangre?
¿No?
¿Cuándo nos vemos?
Sale pues.
¿Qué anotaciones hiciste?
Ni regalar nada
ni prestar nada
ni dejar nada.
Que la garra del puma
no enciende
y con ella puedes entrar
a navegar
a Internet.
Pero hay un manual,
hay un manual,
hay un manual,
¿por qué no lees el manual?
Ahora que vaya,
como te guste,
voy a ir el sábado,
el sábado leemos el manual
y ya lo ponemos
como te guste.
A tu gusto.
Y leemos el manual.
¿Y en la escuela cómo te fue?
¿Qué es lo que no te gusta?
¿Quién?
jueves, 14 de junio de 2012
Disentimientos de la nación (spoken remix)
Una lucha empieza así: disiento.
Disiento cuando dejo de creer en tu himno:
no, patria, no soy un soldado que en cada hijo te dio,
no soy un hijo de ningún concepto nacional
aunque retumben en sus centros la tierra, Masiosare,
porque no puedo estar a favor de tanto
bélico acento.
Cuando dices que los índices de pobreza
están bajando, mientras el señor de los mazapanes
a la vuelta de mi oficina
me grita “tengo hambre”, como si me culpara,
justamente, yo disiento.
Cuando la imagen del señor
de los mazapanes se me confunde
en la cabeza con la del señor
de los cielos, y me dices que vamos ganando
la guerra civil, la lucha contra el narco, yo disiento.
Cuando veo que es más fácil en este país
conseguir mota, perico, pastas, polvo, piedra
que una hoja rosa del IMSS,
que una ficha para la universidad,
yo disiento.
Yo disiento de tu versión de la salud
como enfermedad que se cura a balazos.
Yo disiento de tu versión de la educación
que deja a las mentes más brillantes
de mi generación
condenados a empleos de telemarketing
o viviendo con sus padres hasta los 30,
cogiendo sin hacer mucho ruido,
porque la gente se acostumbró a sentir
desde hace muchos años
que no debe hacer mucho ruido:
que es mejor pasar frente a los extraños
en las calles sin saludar, sin decir “buenos días”,
que es mejor no voltear a ver a nadie en la calle,
en el metro, en las carreteras,
que ser inmorales nos vuelve chingones,
que ignorarnos nos hace más fuertes,
que el miedo nos prepara mejor
para enfrentar una guerra social
que tú nos provocaste criminalizando
a los jóvenes, especialmente de noche,
cuando las señoras se cambian de banqueta
porque te ven con el pelo largo
y con tu morral de la UNAM.
El único lujo de los jóvenes ha sido la esperanza
e incluso la esperanza nos la venden a crédito y cara,
nos ven la cara como se la vieron a nuestros padres
y los dejaron embarrados en una clase media
más media y mediocre, como pollos hacinados
en sus jaulas mamando televisión
hasta ponerse gordos, hasta volverse zombis,
deseando una tele más grande,
una tele más grande
para ver unas mentiras más grandes
en alta definición, y un coche más grande
para no tener a dónde ir, porque las carreteras
son intransitables,
y un miedo más y más grande vendido y cobrado
en abonos chiquitos para pagar poquito
hasta que todos aprendieron que era más seguro
no hacer ruido,
quedarse calladitos sin correr,
sin gritar, sin empujar,
para sentir igual, para sentir en los huesos
el miedo sordo igual.
La política nos ha robado las palabras:
se ha metido al saco la palabra pueblo,
la palabra comunidad, la palabra
compromiso, la palabra solidaridad.
Política ya no es intercambiar opiniones
creadas, pensadas por uno mismo
porque ya no sabemos pensar
por nosotros mismos.
Sociedad ya no es hablar con el otro,
construir comunidad con el otro,
sino un programa estatal de mejoramiento
y planeación y planificación
para la organización comunitaria
de redes intergubernamentales
e interinstitucionales
para el saneamiento y la pudrición
de la conciencia.
Disiento, cuando me dices que los
70 mil muertos
y contando
son bajas colaterales.
Stalin pensaba como tú,
cuando les decía que
“la muerte de un hombre es una tragedia
y la de millones, estadística.”
Disiento cuando me dices que los muertos
caben en una cifra, en un coste,
en un gasto de producción de la paz,
que la paz sólo se produce
con el miedo de los niños
acodados y cantando debajo de las bancas
mientras las balas pasan rasando por las paredes
y se meten en el pizarrón.
Disiento cuando me dices que la violencia
es el precio de la paz.
Disiento cuando me dices
que la escalada de violencia
es en nombre de la felicidad.
Disiento cuando me haces caminar
con una navaja en la bolsa
por las calles oscuras
cuidando en el rabillo del ojo las sombras
de otros que tienen tanto miedo de mí
como yo de ellos.
Disiento cuando haces que una persona
tenga miedo de otra persona.
Disiento cuando dices que respetas
la diversidad de opiniones
y vamos cada vez más cerca del primer lugar
en periodistas asesinados por metro cuadrado.
Cuando llamas a los jóvenes “porros,
huevones, flojos, ignorantes”
porque salen a la calle
a tomar las calles
que siempre fueron suyas.
Disiento porque tu plan no es perfecto,
porque no contabas con nuestra astucia,
estimado presidente, estimado dirigente sindical,
estimado líder charro y petrolero,
estimado burócrata que ves el reloj del tedio.
Me quieres enseñar a sentir que todo está bien,
que todo va a estar bien porque tú lo dices.
Yo disiento.
Yo sé que todo va a estar bien
porque no estoy solo,
porque somos muchos,
los que vamos a hacer
que todo esté bien,
ve mandando hacer un disenso
de población con el Inegi,
les prestamos nuestras manos
para que nos cuenten, cada uno
uno y diferente, gente
no acarreada, no
abanderada, saliendo a la calle
por primera vez,
aprendiéndose las consignas
en tu contra,
disintiendo, como bien pueden,
con traje de oficinista, con los niños cargados,
con la bolsa del mandado,
sin miedo porque estamos entre gente
y yo ya no le tengo miedo a la gente,
y mucha gente ya no tiene miedo de la gente,
y ya no tenemos miedo de estar vivos
porque estar vivo en México
es un acto subversivo,
porque estar vivo en México
es una conspiración de la vida
una insurgencia de vida,
un disentimiento cuando digo que mi país
empieza aquí, en este metro cuadrado,
y tú eres mi país, y tú eres mi país, y tú eres mi país
y de este metro cuadrado me voy a hacer cargo yo,
y en este metro cuadrado no pasarás,
en este metro cuadrado soy un peligro para México,
para tu México de daños colaterales
que no se nos va a olvidar,
sobre este metro cuadrado de país yo disiento
y de tantos y tantos metros cuadrados de disentimiento
ya no nos vas a quitar.
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