domingo, 12 de mayo de 2013

Apunte sobre la soledad

La soledad no puede entenderse como una ausencia de compañía solamente ni como el utópico estar con uno mismo. ¿Quién es el sujeto, la referencia de la compañía? La soledad es un estado mucho más básico, mucho más íntimo, por así decirlo. No tiene que ver con la presencia de los otros en realidad, sino por una ausencia remarcada; obscenidad de la ausencia del solitario, donde el afuera que habita nunca está suficientemente alejado ni de los otros ni de sí mismo. 

El desamparo dramatiza un asunto más bien simple. El solitario no necesita amparo de nadie ni autorización para ejercer de fantasma. De hecho una forma “histérica” de la soledad consiste precisamente en rodearse de gente, de relaciones, de notificaciones. El exceso de comunicaciones no hace sino resaltar aún más la soledad que nos empeñamos en ignorar. 

Soledad esencial la llamaba Blanchot, la condición de la escritura. Una soledad verdaderamente irreparable, un punto de no retorno. Una soledad que no fuera reversible de ninguna forma. Un dominio de la intemperie. O una sujeción consciente frente a su promesa, frente a su horizonte como ruta a perseguir: intemperie del cual el afuera desesperado es solamente simulacro. La verdadera intemperie no encuentra cobijo y se va a dormir siempre a una banca en un parque público, aún en medio de la habitación. Un temblor de frío entre sueños, la intemperie.

Los objetos se vuelven conscientes del radio de imantación de la soledad o funcionan como espejos que refractan y devuelven la inmovilidad de la que es presa el solitario. Cada taza, cada pluma, cada multitud de fantasmas encadenados a su objeto requiere la total atención del solitario y lo decepciona a cada momento: el mundo sigue siendo lo que es, no hay sorpresa, pero no somos libres de dejar de esperar un milagro al observar una botella de agua medio vacía, una maceta que haría falta regar, la pila de trastes sucios en el fregadero. Como si los objetos mismos insinuaran que nuestras manos. Como si la forma de nuestras manos ya en los objetos. La desconfianza de nuestras manos frente a los objetos. 

Porque no hay que pasar por alto que la soledad recae en una sospecha. Nunca se puede estar completamente seguro de que se está solo. Lo que se dice solo, sin acento en la primera o. Los niños lo saben, por eso sospechan de los espacios donde la mirada no llega, los closets y los huecos bajo las camas, las esquinas de las puertas abiertas que quedan abiertos como ojos cuando se cierran. Los residuos del inconsciente se acumulan como polvo sobre las cornisas y sobre el escritorio; verlo acumularse funciona mejor que un reloj para medir el paso del tiempo. Los fantasmas tienen forma de polvo. La muerte se esconde en el polvo.
La sospecha de haber dejado alguna llave abierta, una hornilla encendida. Una sospecha incesante. Eso es la soledad.

Aquí solo, el sólo.

2 comentarios :

  1. pero (estar en) la soledad no es todavía estar solo. ahí se está aún en una relación con ella. recordémosla: "Podría estar más sola sin mi soledad [...]"

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  2. Intemperie de uno mismo. Temblor de esta cosa blanda que somos. Le abrazo. Gracias por invitarnos a su soledad cuando escribe.

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