Formas de vida y formas de muerte se pasean cotidianamente por la retina.
Roberto Bolaño
El adversativo del título puede parecer engañoso: uno u otro, el autor o su lógica. El nombre importa. Y en el caso de un escritor, más que la resonancia misma del nombre, importan las apuestas contraídas en ese nombre, es decir, en esa garantía. En el caso del último poema de Hugo García Manríquez (HGM),
Realismos (web, 2017, de próxima publicación en el universo 1.0 de papel), la investigación comenzada en
Anti-Humboldt. Una lectura del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Aldvs) como la radicalización no de la escritura, sino de la lectura, del
uso literario del archivo, incluso, del texto legal, donde literario quiere decir
una potencia que depende del lector, parece corresponder también a la potencia de una lectura
literaria sobre los textos que cifran la historia reciente, concretamente la historia de México.
Y es correspondiente también con un estado de cosas (un enrarecido clima político, una crisis de violaciones de derechos humanos, crimen organizado rampante, pocas posibilidades de un verdadero diálogo crítico entre actores culturales, etc.) la cual no es fácilmente susceptible de volverse relato, especialmente en una época de hipocresía y fake news, donde lo literario deviene inofensivo a fuerza de normalización, por la fuerza del patrocinio o del uso oficial de la palabra. Las operaciones estéticas lidian en esa frontera difusa, demasiado cercana y demasiado inasible a la vez, donde las prácticas sociales topan con el callejón sin salida de su legibilidad. Se dice que el texto que compone un poema es “hermético”, difícil, por decir lo menos, complicado. Horizonte de lectura que comparte el poema con los tratados de derecho internacional, con las leyes que configuran los márgenes de acción de los integrantes de una sociedad. Dificultad del lector/ciudadano de nuestros días, año 18 del siglo XXI: ni los poemas ni las leyes le dicen nada. Y al no decirle nada lo confrontan con el límite de la decibilidad: de la conmoción del poema a la vez que del sentido de la ley como garante de la vida humana.
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Este índice de legibilidad o de sentido me recuerda una broma repetida por el filósofo Slavoj Zizek cuenta que en numerosas conferencias y libros, una de cuyas versiones es esta:
En un viejo chiste de la difunta República Democrática Alemana, un trabajador consigue un trabajo en Siberia; consciente de cómo toda la correspondencia sería leída por los censores, le dice a sus amigos: “Vamos a establecer un código: si la carta que les mando está escrita en tinta azul normal, es verdadera; si está escrita en tinta roja, es falsa.” Luego de un mes, sus amigos reciben la primera carta, escrita en tinta azul: “Todo es maravilloso aquí: las tiendas están llenas, la comida es abundante, los departamentos son grandes y con calefacción afecuada, los cines pasan películas occidentales, hay muchas chicas hermosas listas para la aventura –lo único que no se consigue es tinta roja.”
¿Y no es esta nuestra situación hoy en día? Todos tenemos las libertades que queremos –lo único que falta es la “tinta roja”: nos “sentimos libres” porque nos falta precisamente el lenguaje capaz de articular nuestra falta de libertad [unfreedom]. Lo que esta falta de tinta roja significa es que, hoy en día, todos los términos principales que utilizamos para designar el presente conflicto --“guerra contra el terror”, “democracia y libertad”, “derechos humanos”, etc.-- son falsos términos, que mistifican nuestra percepción de la situación en lugar de permitirnos pensarla. La tarea de hoy es darle a los manifestantes tinta roja.”
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Frente a la ilegible realidad mexicana de una guerra no declarada que, sin embargo, sigue cobrando muertxs, desaparecidxs, y desplazadxs, el texto de la justicia revela su impotencia. Frente a la realidad desbordante de una guerra sin guerra, de una ley sin ley, el poema se vuelve no una forma de escribir, sino de leer. La producción de una forma de leer nueva, más que la escritura misma que le confiere posibilidad/materialidad a lo leído, es la operación propiamente estética, el surgimiento de una nueva subjetividad, de un nuevo sujeto: lo propiamente poético es una nueva forma de vida, como si de un organismo nuevo se tratase.
La idea (¿el tema?) de la forma de vida y la extinción se encuentra presente ya en Los materiales (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2008):
Carrizos, grandes masas oscuras cargadas
Negras /
Lirios de una orilla a otra meciéndose /
Una forma de vida sostenida
............(p. 35)
Así como en:
cielo de tiépolo/ en las costillas
de noviembre
sembrado de citas
dónde se deposita el excedente de nosotros
como historia
sobre la superficie,
dices, donde se escribe lo que se escribe
historia es la única materia que excreta
eso que muere
(p. 41)
Ya desde este libro, publicado hace 10 años, HGM asienta la materia prima (los materiales, en efecto) para un proyecto de escritura que es, valga la aparente tautología, un proyecto de lectura. Una lectura tal que nos confrontaría con el hecho de que una guerra declarada no es menos guerra, capaz de llevarnos por los entresijos de los tratados internacionales en los que supuestamente se sustentan las formas de vida sociales sólo para subrayar, remarcar, y resaltar “sobre la superficie (...) donde se escribe lo que se escribe (...) eso que muere”, esa unfreedom para la que carecemos de una tinta roja; una maniobra de lectura capaz de mostrarnos lo demasiado evidente, el tipo de violencia más normalizado que pueda existir: las leyes mexicanas y su codificación de formas de vida subordinadas política, económica, militar y culturalmente. Una dispositivo de lectura que nos permite leer lo que no se puede escribir, aquello de lo cual no se puede hablar: el hecho de que, si no existe en México una declaración de guerra como tal (esto es, un texto que indique claramente la naturaleza de un conflicto armado, sus oponentes, los términos del cese al fuego, las capitulaciones, etc.), no quiere decir que la guerra de la última década no haya tenido lugar, para utilizar un tópico de Baudrillard, ni que una guerra sea menos guerra si deja a su paso un rastro, o en palabras de HGM, “una cartografía de intersecciones entre posicionalmientos, personales y colectivos de diáspora del hemisferio”; esa cartografía (mencionada en el texto con el que el autor cierra Anti-Humboldt, página 73 de la edición de Litmus Press/Matadero) también puede describirse como una forma de leer el archivo atroz en el que se basa la subordinación económica de México y Latinoamérica hacia Estados Unidos a través del TLCAN.
Pero una vez descubierto el dispositivo de lectura, HGM se aparta del artefacto poético (suerte de pieza de arte contemporáneo o word art que interviene estéticamente el texto del TLCAN), aunque no de la maniobra del archivo, en la que parece leer las condiciones de una subordinación que sugiere la extinción en masa de una forma de vida, concretamente la humana.
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En Realismos, HGM trata de construir lo que llama “indexicalidades” a partir de la confrontación y superposición de varios códigos o lenguajes simultáneos: el de la crítica de arte y cultural con el de la memoria y el relato, y estos a su vez con la descripción técnica de otro tipo de objetos que podrían considerarse “no líricos”, como las partidas presupuestarias de la Secretaría de Defensa Nacional, que el autor (¿devenido editor/lector?) invita a considerar como una continuidad susceptible de ser indexada, organizada en un mecanismo burocrático, sistematizada a través de operaciones estéticas, en fin, leída. En el quinto apartado de Realismos, HGM escribe:
Un poema es parte documental
parte infierno
Pero primero algo
sobre nuestras vidas privadas
Algo sobre extracción
El presupuesto de la Sedena
a favor de la abstracción
a favor de la forma
a favor de la libertad:
2007= 32 mil 200 millones, 896 mil 500 pesos
2008= 34 mil 861 millones, 005 mil 900 pesos
2009= 43 mil 623 millones, 321 mil 860 pesos
2010= 43 mil 632 millones, 410 mil 311 pesos
2011= 50 mil 039 millones, 456 mil 571 pesos
2012= 55 mil, 610 millones, 589 mil 782 pesos
La frialdad de las cifras contrasta a su vez con la descripción pormenorizada del palacio de Bellas Artes, conformada a su vez por el tono arquitectónico descriptivo en tensa continuidad con el arsenal de la Sedena; así, por ejemplo, HGM nos invita a leer en la contabilidad y el inventario del archivo físico del Estado (de las partidas presupuestarias asignadas al gasto en armamento militar y del símbolo arquitectónico de la cultura oficial por excelencia), una lógica común; el poema no es ni pretende ser su solución dialéctica, sino simplemente explorar la cartografía del campo de batalla, restituir a lo legible los términos del conflicto en que nos encontramos; los materiales de esta lectura no son los discursos propios de la política, sino los de la aparente neutralidad del inventario, de la cifra estadística, del modelo pedagógico implícito en el catálogo, el noticiero y el libro de poemas en sus acepciones más inofensivas, con resultados muy diferentes:
El Palacio de Bellas Artes fue inaugurado
de forma oficial el 29 de septiembre de 1934
con la obra teatral 'La verdad sospechosa'
de Juan Ruiz de Alarcón
La lámpara circular en el techo de la sala principal,
diseñada por el húngaro Geza Marotti
representa al dios griego Apolo y está rodeada
por el Sikorsky UH-60 Black Hawk
para Ataque,
Escolta y Reconocimiento
La lámpara circular está rodeada
por las importaciones de armamento
de México que crecieron un 300%
en el período 2011-2015.
La lámpara circular está rodeada
por los 212 mil 208 efectivos de la Sedena
y está rodeada por los 18 helicópteros
Cougar EC725
con valor de 27.5 millones de euros, unos 500
millones de pesos
La lámpara circular es indistinguible de los
695 Vehículos blindados de combate
y las 362 Aeronaves y de los 143 Buques.
A un lado la historia
Nuestra propia indexicalidad
El palacio de Bellas Artes puede leerse, así, como una máquina de guerra por otros medios, y el inventario de la Sedena, con la misma frialdad pragmática con la que lleva el inventario de una bodega de libros o del vestuario de una compañía de teatro. Y es a través de los mismos recursos estilísticos que Realismos se mueve al terreno de la extinción o amenaza de extinción de 221 animales que viven en territorio mexicano. Al jugar con la inversión estratégica de términos como “extinción” y “liberación”, HGM reelabora el tópico ilustrado de la posición del ser humano con respecto al universo como una cuestión no saldada, algo así como el punto de inflexión donde la retórica del proyecto civilizatorio se enfrenta con el colapso de su real(ismo), es decir, con su desaparición, como su ausencia, o para decirlo de otro modo, con su insignificancia, propiamente, con su imposibilidad para significar. Ser hablante sin palabra, el sujeto a quien protegen esas cifras y a quien culturizan esos palacios es un sujeto sin tinta roja para señalar exactamente dónde termina su libertad y dónde comienza su subordinación.
*
Las construcciones humanas, desde la palabra hasta la máquina de guerra, incluidas las formas de archivar y reproducir la memoria común (eso que llamamos Historia), pueden pensarse lateralmente como una gran entrada y salida en y al lenguaje desde el lenguaje; al entrar en el lenguaje –como al entrar en la vida una forma, sea un ocelote, una ballena, un lobo o un ser humano que escribe un poema– entramos también en un proceso entrópico, sin vuelta atrás; ahí donde la mímesis, el crédito a la palabra deja de funcionar, HGM apuesta por una documentación de la extinción, si bien no abiertamente por la sobrevivencia, en una lectura literaria de lo más literal, del lenguaje de las partidas presupuestarias, de las cifras estadísticas, del catálogo y bestiario de los nombres científicos de las especies en peligro de extinción: se trata de ver ese hueco significante donde podemos leer la silueta de nuestra propia salida del lenguaje, de la forma específica en que, durante la presente fase de nuestra historia (capitalismo tardío, antropoceno, “era de la información”), los seres humanos hemos dejado de comunicarnos entre nosotros. El poema, así, replica el realismo de la incomunicación, de la ilegibilidad de nuestros propios códigos y normas:
El colapso de 27 columnas
como el colapso progresivo del Cabassous
centtrralis se extiende
piso a piso hasta el
Ocelote Leopardus pardalis
Se extiende hasta el silencio alrededor del Tejón
o tlalcoyote jeffersoni
(Taxidea taxus jeffersoni)
La orilla
el peso de lo concreto
su liberación
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Al plantear caminos de continuidad y discontinuidad con otros hitos de vanguardismos de retaguardia, la obra de HGM se plantea no tanto como una carrera aditiva de títulos, sino como una exploración sobre los confines de la legibilidad, especialmente del espacio literario cuando se ve confrontado por una realidad para la cual no cuenta aún con un lenguaje para describir. He tratado de subrayar y señalar apenas algunas de estas exploraciones y conexiones en este breve texto. Más que una reseña de
Realismos (proyecto interrumpido en septiembre de 2017 por los penosos eventos del día 19), quise preguntarme acerca de algunos “momentos constantes” en la producción poética de HGM, aunque un estudio más detallado debería tomar en cuenta a su vez su trabajo como traductor. Como una visión de conjunto, la forma de vida presente en la escritura de HGM sugiere una subjetividad en resistencia frente a las expectativas del lector, o frente a lo que se le ofrece como producto cultural; una confrontación con los supuestos de base de su propia legibilidad de la realidad, misma que la literatura, en los momentos en que puede llamársele tal, consigue expresar a su vez las tensiones y resistencias en las que participa el lector. La resistencia, en este caso, consiste en dar por sentada la permanencia del ser humano como especie capacitada para sobrevivir en el mundo, y de impedir que cuaje en la certeza de su propia suficiencia con un procedimiento verbal capaz de hacerle imaginar su propia salida del lenguaje, su propia incomunicación, la pérdida de su supuesta y cacareada ventaja evolutiva, la fosilización prematura de su existencia. Tal vez, como quería el poeta nicaragüense Carlos Martínez Rivas, HGM podría decir:
“Sí. Ya sé./ Ya sé yo que lo que os gustaría es una Obra Maestra./ Pero no la tendréis./ De mí no la tendréis.”
A través de
Realismos, HGM propone un tipo de escritura que, como el trabajo de Sara Uribe con el luto, el archivo y el periodismo en
Antígona González (Sur+, 2012)
, o el de Víctor Cabrera con la juglarización de la experiencia y su
remix en libros/procedimientos como
Widescreen (Bonobos, 2009)
y
Mística del hastío (Mano Santa/Bonobos, 2017), invita a reconsiderar la tinta azul de la poesía en clave de tinta roja.
Los materiales, Anti-Humboldt y
Realismos no conforman, me parece, una secuencia, ni siquiera una noción de progreso, sino una radicalidad, un viraje hacia las raíces del cuestionamiento de la escritura como testigo y cómplice de una realidad política insostenible; sus “momentos constantes” son el señalamiento de las inconsistencias a las que el archivo burocrático, los medios de comunicación, la industria del entretenimiento devenida secretaría de Cooltura, en suma, la
weaponization del lenguaje, someten a la memoria, especialmente a la que se configura como Historia y Cultura, a la vez que tratar de sacar un poco de su plácida anestesia al pensamiento crítico
en y sobre la poesía mexicana. Se trata, a mi parecer, de una poesía política que no está sustentada en la retórica de la denuncia, sino en la
erotización (en la puesta-en-cuerpo) de esas realidades/realismos, como si de hacer hablar al archivo muerto se tratase. La operación de HGM en
Realismos (como invitación o provocación final a su lectura)
es justamente la de tratar de producir el efecto de la tinta roja –el visibilizar o enunciar nuestra falta de libertad para hacer frente a nuestra propia salida del lenguaje en tanto especie, a nuestra incomunicación que permite máquinas de guerra y extinción de una estilización y crueldad sin precedentes--, a pesar de que sólo tengamos a nuestra disposición tinta azul.