, La escritura es un barco de guerra.
, He soñado con dos hermanas bellísimas. Científicas sudacas. ¿Su línea de trabajo? Los zombis. Cobraron fama por un trabajo según el cuál un cuerpo muerto podría recobrar la vida mediante el beso de otro cuerpo. Sí: el fenómeno de la "bella durmiente." La morena me contó que la saliva contenía cierto plastosema (no creo que tal cosa exista en el mundo de este lado del espejo) que, de untarse apropiadamente por el cuerpo muerto, podía activar el sistema de defensas y generar una sobrecarga en los receptores neuronales, lo cuál permitiría que el cuerpo recobrara movimientos espasmódicos involuntarios, el simulacro de vida. Pero serían zombis, les dije. Es lo que la comunidad científica opina, dijeron.
, Vivo al final del mundo conocido, en el borde de una silla. Los amplios ventanales de mi cuarto se mantienen cerrados para que el mundo no se asome. En una maceta del balcón, cultivo piedras.
, Creo que fue Thomas de Quincey quien dijo que dios creó al gato para que el hombre pudiese tocar al tigre. Durante los últimos 10 años he visto dos tigres, ambos de maneras inesperadas. Un tigre es, de algún modo, una imagen menos que un animal. Incluso en el zoológico los tigres suelen ser esquivos, pero a veces te esperan como imágenes agazapadas en los pueblos más remotos. Es por este rasgo que podemos afirmar que, formalmente, los tigres imitan el comportamiento de la muerte, o en todo caso, el tigre es un atributo de la muerte.
, Encontré a las hermanas en el aeropuerto de Mictlán. La rubia me contó que un investigador les había sugerido que publicaran un artículo burlándose de su teoría de la resucitación zombi. Ellas se negaban porque, aunque habían logrado solamente un par de experimentos exitosos, no creían que el investigador las tomara con seriedad. Traté de explicarles que se trataba de un simple cambio del enfoque documental, que no estarían falseando los resultados, y que de hecho el enfoque zombi era sumamente provocador. En ese momento la morena comenzó a borrar con la mano derecha lo que la rubia escribia sobre un iPad con la izquierda.
, La última vez que vi a Mauya le regalé, entre otros libros, Siete pecados capitales, uno de mis libros favoritos, del escritor serbio Milorad Pavic, nada menos que en Caravanseraï, la casa francesa de té. Unos días antes de que le escribiera diciéndole que no la vería más, me escribió diciendo que había encontrado una llave. Hace unos días, entre los arreos de la mudanza, encontré precisamente un arete. Si el improbable lector está familiarizado con el cuento "Té para dos", comprenderá perfectamente esta historia. El problema con Mauya es que en nuestra mesa de té no hay dos, sino tres. Tres no pueden tomar té.
, En mi sueño, le preguntaba a las hermanas sudacas científicas si los cuerpos que habían recobrado la vida podían efectivamente reintegrarse a una vida "normal". "¿Normal? De donde venimos eso no existe. Todo es un atributo de la muerte, así que de alguna forma la vida es simplemente una forma de morir en movimiento", dijeron. Traté de explicarme lo mejor que pude, pero no había palabras en su lengua para algunos conceptos fundamentales que necesitaba para explicarme. "Dolor", por ejemplo, tuve que describirlo como un modo turbio de estar despierto; "sueño", en cambio, lo describí como una muerte donde no caben flores. En ese momento me acordé de Gustavo Cerati, y les pregunté si podían regresarle la vida a un hombre en estado vegetativo con esa técnica. Después de un arduo trabajo de traducción, me explicaron que es una bárbara reducción --perdonable en mí, un lego para cuestiones científicas-- pensar que la vida equivale a movimiento; la vida es voluntad o nada. Lo que ellas hacen es generar impulsos eléctricos en cuerpos que se pudren, en piedras y en tazas de porcelana: entienden bien que su trabajo imita la vida. Por muerte entienden únicamente una forma superior de pensar despacio.
, Ayer pude ver junto con Victoria el gigantesco monolito de Tlaltecuhtli, la diosa azteca con nombre de varón. Puede mirársele en posición de parto, bebiendo la sangre que probablemente venía de su útero. Según la mitología azteca, Quetzalcóatl y Tezcaltipoca la dividieron para formar el cielo y la tierra, sin embargo esta división no la destruyó, sino que continúa viva en lo visible y lo invisible. De algún modo, Tlaltecuhtli está viva y muerta al mismo tiempo, como el gato de Schrödinger, ya que de su vientre nace todo lo vivo y a su boca regresa todo lo muerto. Según el museo, sus senos fláccidos dan cuenta de una increíble fecundidad, y sus rizos son característicos de los dioses del inframundo. El monolito fue descubierto el 2 de octubre del 2006. Me pregunto sobre cuántos dioses caminamos todos los días en el DF.
, Creo que no son sólo las puertas de mi cuarto, sino las mismas cuencas de mi cráneo en las que comienzo a retraerme más y más, como si después del límite de mi cuerpo todo matara, todo fuera una expresión del sufrimiento. Duermo sin dormir desde hace semanas: me quedo meditando, muy quieto, en la posición Savasana que me enseñó Mara, la posición del cadáver. A veces tengo sueños, y en los sueños puedo escuchar el ruido del Viaducto como si fuera el ruido de la orilla del mundo. Me agazapo tras mis ojos. Me niego a ver un mundo donde no está ella. Sé que el dolor no desaparece, pero su intensidad baja de volumen, se vuelve soportable, se queda como una estática en el fondo del espíritu, unos huesos dentro de un baúl en el sótano. ¿Eso serás para mí en el futuro distante, Mauya, toda tu belleza brutal reducida a una tumba, a unos huesos amargos de donde crecen gerberas en la oscuridad?
, El mar es un dragón. En la cartografía antigua, las zonas desconocidas del globo se designaban con el nombre HIC SVNT LIONES, y posteriormente, DRACONES, indicando la existencia de peligros para la navegación. Esa forma de demarcar una realidad desconocida mediante el artilugio de un nombre no es sino expresión del miedo que da conocer cualquier cosa. Yo no quisiera conocer un mundo sin Mauya, y de hecho me parece muy difícil pensar o escribir ahora que no está. Me mantengo atado como Ulises al mástil de este barco de guerra, porque sé que si regreso me destruirá. ¿Pero es que en esa zona desconocida del mapa, sus besos no me han destruido ya, y sus besos no me devolvieron cuántas veces la vida? El dolor me vuelve cursi; disculpe el lector, me estoy sosteniendo los huesos como puedo, con cera y amarras de tensas cuerdas, para no desbaratarme.
, En el aeropuerto de Mictlán me despedí de las hermanas científicas sudacas. Les pedí que me mantuvieran informado de sus descubrimientos e intercambiamos tarjetas. Me besaron al mismo tiempo en ambas mejillas, como una moneda que tuviera tres caras. Al preguntar a dónde iban me dijeron que regresaban a su casa, al país de los tigres.
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