a Andrea Portal
Un caballo me pide Andrea. Pero yo no sé de caballos, sé
de Patti Smith cantando Horses, de los Wild
Horses
de los Stones.
Entonces le escribo a Andrea
no sobre caballos
sino a caballo: le escribo a Andrea
un caballo
mientras Johnny tiene la sensación
de estar
rodeado de caballos
(caballos, caballos, etc.);
le escribo a Andrea un caballo
a caballo
de una canción, montado
en la canción
de Patti Smith, montado
en el ritmo
de la canción de Patti Smith, un caballo
punk,
un caballo
riendogritandocantando,
un caballo de diez patas el Sleipnir
del padre Odín,
el caballo fantasma veloz
de Leonardo, o
un caballo a dos manossobre la pista de carreras
del teclado memorizado,
ciertamente galope,
golpe y galope,
golpe y galope
y ritmo,
no te caigas del caballo,
me digo,
que no le quieres regalar a Andrea
un caballo ni rengo ni taimado
ni demasiado salvaje que la tire,
ni un caballo con las patas rotas
sino un caballo que sepa ser caballo
decentemente,
un caballo que cabalgue su nombre de caballo,
un caballo que, por lo menos, caballe,
caballo que caballe, por ejemplo,
en Troya
como sin querer, un caballo
irremediable
que baje la voz
cuando la canción de Patti
Smith baje la voz,
un caballo que dure lo que Horses duró
la noche de 1976 cuando decidió
que Johnny estaba rodeado
por lo que parecían ser
seis minutos y 20 segundos
según YouTube,
de caballos atroces,
un caballo que corra
a lo largo de la hoja,
unos dedos que cabalgan,
unas manos que relinchan
unas manos que caballen palabras
lo que dura la pista
lo que dura la canción de Patti Smith
lo que dura la página
que se acabó.
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