jueves, 24 de enero de 2013

Escribir para no escribir

El "bloqueo creativo" me ha parecido desde hace tiempo un lujo pequeño-burgués. Plantea la imagen de que la creatividad, menos que una actividad, es una fuente de la que se abreva y que, como el Nilo, tiene momentos de desborde y otros de franca sequía. ¿Por qué no imaginar ese Nilo, me preguntaba, siempre desbordante, siempre prolífico? ¿Es sostenible una vida completamente creativa? Aquí vale preguntarse también de qué modo se expresa la creatividad: no se trata solamente de producir obra, sino en amplio espectro, de vivir como si se estuviera condenado a muerte (y todos lo estamos, sin duda), con los sentidos más afilados que nunca, para vivir cada momento como el último. A la larga, esa intensidad se vuelve también normalidad y uno (aquí hablo en primera persona, aunque me refiera a un hipotético tercero) deja de ser capaz de dar cuenta de sí mismo, de elaborar la propia narrativa. Se convierte en personaje, en el tercero aludido en el sueño de otro, en el sueño de lo real.

Sin duda el año pasado fue el mejor y el peor año de mi vida. Nunca escribí más ni publiqué menos. El 2013 comenzó con una resaca brutal, con las aguas del Nilo creativo en una baja histórica; sin embargo, como se lo dije ayer a Lauri, me veo escribiendo más que nunca. Todo el tiempo: apenas abro los ojos apunto los sueños de la noche, los analizo un poco mientras hago café; luego hago las 20 líneas (geniales o no, que decía Stendhal, generalmente no tan geniales) de calentamiento en una vieja Olivetti que encontré en casa de mis padres en Navidad; después está Tuiter, que siempre está; mails de trabajo, mails personales, mails y mails y mensajes de texto, no olvidar esas pequeñas escrituras comunicacionales, parientes lejanos de las listas de super (que esas sí nunca escribo, luego de leer las hermosas listas de compras de Lezama mejor hago la compra de memoria antes de sumar innecesariamente a otro género...), y terminando con las escrituras que mascullo en los sueños, con los ritmos que viven en otras formas, cuando en los sueños uno se llama de otra forma y escribe en idiomas que no conoce. Tengo dos poemarios casi listos y los nuevos poemas se siguen acumulando; como no acostumbro imprimir, las carpetas electrónicas rebosan como nilos, pero de eso poco sirve, poco servirá. A veces creo que se escriben poemas para mantenerse con vida, ni siquiera para mostrar o publicar. Y luego está el viejo blog, al que apenas he prestado atención últimamente, donde he publicado sólo cosas que han salido en otras partes como una especie de archivo o agregador o suma o transparencia, tal vez para (tramposamente) darme la sensación de que sigo escribiendo, aunque pese a todas estas escrituras en realidad no esté escribiendo, así, con el barrido de las itálicas que llaman al ojo a imantar un sentido más literal a las palabras.

Me gustaba escribir aquí, pero lo encuentro cada vez más difícil. Hay cosas que decir todavía, cosas que deben ser dichas, decires pendientes. Pero en lugar de decirlas soy duro conmigo mismo y me hago escribir cuartillas (coartadas) como esta para decir que no estoy diciendo nada. Algunos amigos sabios me dicen que hay periodos así, y que está bien. Que han sido meses duros. Que me dé un descanso. Pero la realidad nunca descansa, ¿cómo nos vamos a tumbar a ver pasar este tiempo histórico delante de nosotros sin hacer nada, sin decir nada? Sin embargo, puedo dar fe que estrictamente decir nada es la cosa más difícil del mundo. Uno siempre está diciendo cosas, el problema es que no está diciendo las cosas que le gustaría decir. Tal vez tenga que ver con una extraña relación con la esperanza, todo este problema del decir: me repetía como un mantra que sólo se puede hacer cualquier cosa cuando ninguna cosa tiene más importancia, que sólo cuando perdemos todo somos capaces de cualquier cosa. Y así estoy, feliz después de haber perdido todo, con la espuma de la derrota en los labios y en la página, incapaz a mi vez de hacer cualquier cosa. Pero haciéndola. No sé si me explico. Como lanzar una botella desde un avión, esperando que el mar aparezca debajo, como magia. Creo que este post sirve solamente para eso, para hacerle saber a mi cabeza que escribir sigue teniendo sentido. Que está bien. Que escribir o no hacerlo en realidad no tiene ninguna importancia, y que el hecho de no hacerlo es aún más peligroso, pues que supone una excesiva condescendencia con el horror. Que no escribir nos hace cómplices del dolor. Que no escribir es más peligroso que escribir a medias, y que el error es como la cuchara de la Matrix: está ahí si lo ves, pero si abstraes su función, si le quitas su importancia, su real, queda una objeto ajeno a su forma. Y que mediante ese procedimiento hay que reconstruir el universo, cuchara a cuchara, para poder habitar en él, para poder atravesar con apariencias las apariencias, querido Platón. Sócrates no escribió una sola palabra, por otro lado. Pero escribió.





2 comentarios :

  1. No soy muy dado a escribir comentarios, o bueno, no quiero llamarlo escribir, sino igual hacer por hacer, sin tal vez alguna intención visible que sustente la causa, tal vez ese sea el error, mi error que seguramente es uno de tantos, pero para qué ocuparse de tantos si "sólo se puede hacer cualquier cosa cuando ninguna cosa tiene más importancia...", "sólo se puede hacer cualquier cosa cuando ninguna cosa tiene más importancia...", y así, como dice, como un mantra, tratar de resolver mi error, de recuperar u obtener el afamado enfoque. Gracias otra vez.

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  2. Escribir para crear 'el mundo'. Para darle forma a las cosas. Algo así como jugarse la vida. Me gusta estar al otro lado de la mesa y escucharle. Le abrazo.

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