viernes, 15 de febrero de 2013

La posibilidad de un horizonte



El siglo xix brindaba una oportunidad real de fuga, de evasión, nombres antiguos para designar la posibilidad de la aventura. El viaje de exploración, la conquista (con toda su incorrección política, si se quiere), suponía un horizonte real, es decir, un horizonte desconocido. La tormenta perfecta del capitalismo implica la domesticación del horizonte. El mundo se fue haciendo cada vez más pequeño, más cercano, literalmente "al alcance de la mano". No hay más que leer a Paul Virilio para ver esto.

El horizonte cabe literalmente en la mano, pues el iPhone o lo que se quiera nos permite llevar el horizonte a cualquier lugar, en nuestro bolsillo. Agotamos la posibilidad de la experiencia y del testimonio sustituyéndolas por la información; el dato sustituye la visión. No hay visionarios: este nombre alguna vez designó a alguien que podía ver lo que estaba más allá del horizonte, lo que no era visible desde el puerto, desde el punto de partida. Lo lejos ha quedado cancelado definitivamente.

No hay lejos real, pues el punto de origen está interconectado y está en cualquier parte. No hay punto de referencia para medir lo lejos; todo sitio es terminal de ida y vuelta. No hay hic svnt dracones, no hay espacio imaginario para que habiten los monstruos, sino acaso algunas zonas suburbanas que pueblan las pesadillas de los burgueses.

Estamos atrapados en el planeta, por eso el meteorito que ha caído esta noche en Cheliabinsk abrió, aunque fuera por un momento, la posibilidad de un horizonte. Este objeto mortífero nos hizo vulnerables otra vez, nos hizo olvidarnos de que somos la especie que produjo a Bruce Willis y la bomba atómica, que somos unos simios a los que la genética les jugó la mala broma del lenguaje, que fatigamos la Tierra con nuestros pasos esperando nada más que la catástrofe final.

Un joven del siglo xix, incluso del novísimo siglo xx tenía varias perspectivas reales de aventura. La migración, el mar, la guerra. Hoy no. Lo que tenemos es el sistema, el sistema del que hablamos como si pudiéramos evitar ser parte de él, como si se tratara de un ente autónomo o imaginario, un animal mítico del que se habla de oídas pero que nadie ha visto y que se conoce únicamente por los rastros de sangre a la salida del pueblo; un sistema que toma algo hermoso y le estampa un logotipo en la frente, y le hace una campaña de comunicación y le construye a la medida una pauta en redes sociales. Lo que tenemos es la celebración de la estupidez rampante y videos de niñas que se apuntan con una pistola porque sus madres no las dejan ir a una fiesta. Lo que tenemos es una infancia anestesiada por el olor a plástico, pálida, doméstica, vegetativa. Lo que tenemos es la puta campaña de Victoria's Secret para saber que ya es navidad otra vez. La única épica de la clase media es el amor y la tragedia es que el deseo no se coordine. Lo que tenemos es un puto blog para decirle al mundo (compuesto de un puñado de lectores u observadores casuales, como en un accidente de tránsito) cuánta repugnancia nos provoca. Lo que tenemos es el puto Tuiter.

Si no se cancela definitivamente la inteligencia, tal vez en el futuro alguien recuerde cómo en el siglo xix hubo uno que realmente vio venir este marasmo de porquería, esta retórica de publicistas y diseñadores. Alguien que hizo suya la tarea de emprender la última revolución metafísica, la última aventura. Un hombre que se transformó en Peter Pan y que nunca creció. Un hombre que, viendo que la literatura era una piscina de mierda donde todos beben margaritas bajo el sol, decidió dedicarse a la única labor verdaderamente honesta que tenía a mano, la única lo suficientemente cínica para no necesitar un manual de procedimientos, una pauta de estilo, una negociación con ONGs, convirtiéndose en el único hombre moderno que no quería salvar al mundo. El último hombre que pudo verse en el espejo sin escupirse. Entonces Arthur Rimbaud caminó la ruta que se interna en el África negra y se dedicó a traficar con esclavos y armas hasta el fin de sus días.

Putos todos.

3 comentarios :

  1. que ha sido un buen accidente chocar aquí hoy, tránsito veloz. lluvias de meteoritos al error genético. qué iba a 18 km por segundo. aunque yo lo que de verdad quisiera es lanzarme desde la estratosfera y romper la velocidad del sonido, la neta.

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  2. Yo me quiero lanzar en caída libre con la ligereza de Buzz Lightyear: al infinito y más allá, de un gran brinco que no termine nunca. Beso, Marísima.

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  3. Javier, yo trabajo en una revista cultural. ¡Ojalá nos llegaran de vez en cuando plumas como la tuya! Si ocupas, creo que un artículo sobre Rimbaud estaría excelente. Te dejo mi mail: karla@algarabia.com

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