domingo, 14 de junio de 2015

Día del padre

Star Wars: Darth Vader and Son Journal, TM LucasFilm LTD

, Amanecí pensando en una larga línea de arena que se extiende por el horizonte. Al fondo, la corona verde de un bosque o un penacho de palmeras. Detrás de mí, el ronroneo del mar que se adelanta a un azul más bien gris espumoso, hurgando campechanamente en los restos del naufragio.

, En casa nunca celebramos el día del padre, ni el de la madre. A regañadientes aceptamos durante la infancia lucir la impostada jovialidad de los cumpleaños, pero creo que ni mi hermano ni yo los disfrutábamos mucho. Mamá dice que hay que acordarnos siempre de los que queremos, no sólo en sus cumpleaños. Alguien me felicitó hoy, por ejemplo, por el día del padre, pero Lucas todavía no nace (aunque falta cada vez menos). Yo no soy el padre de Nicolás, y nuestra relación, aunque profundamente filial, está construida a partir del trato, la confianza y el amor. Nos "elegimos", por así decirlo, lo cual es un privilegio del que los padres y los hijos no gozan. No parece molestarle cuando sus abuelos dicen que soy su "padrastro": sabe que para él soy papá, simplemente porque me felicitó hoy por el día del padre.

, Los que amanecen comparten más de un rasgo con los náufragos: ambos son los recién venidos de lejanos lugares; son sobrevivientes, pues el sueño y el mar son, en otras lenguas, los nombres secretos de la muerte; con la memoria llena de olas y tormentas, de gritos anónimos perdidos en el rugido de las olas, con el cuerpo débil y hambriento, temblando, tratando con impaciencia infantil de contar una historia.

, Los náufragos vuelven a la compañía de los hombres que los reciben perplejos como autoridades del caos. Los capitanes de puerto consultan apresurados manuales, los marinos cuentan historias de muertos, los paparazzi aprovechan para llegar en bandadas. Se da aviso a la incrédula familia, que ya daba al marino por muerto, y se procede a enmendar las evidencias del relato (se quema discretamente el acta de defunción) de la muerte para hacerlo coincidir con la realidad: la familia debe aprender a contarse la historia de cómo el muerto logró regresar a la vida.

, No recuerdo si es Blanchot o Quignard quien dice que Odiseo debe convertirse luego del periplo en Homero, de modo que pueda contar su propia historia. Podríamos esbozar un rápido silogismo: todo náufrago está por convertirse en Homero, a condición, claro, de que experimente alguna forma visionaria de la luz, un exceso de mundo: una ceguera.

, Me han preguntado mucho sobre este asunto de la paternidad. Qué siento, qué pienso, si tengo miedo, etc. Creo que he preferido mantenerme ecuánime y distante frente a dichas preguntas porque no quiero tener que comerme mis palabras. De paternidad sé muy poco, pero aprendo rápido. Sobre todo estoy dispuesto a enfrentar lo desconocido con un espíritu jovial, celebratorio. Por curiosidad busco el origen de jovial: me encuentro con el otro nombre de Zeus, Iovis, o Jove. Júpiter, padre de los dioses. Lo curioso es que todos estos nombres y otros más confluyen en el indoeuropeo Diau-Pitar, que con algunos malabares se traduce como "Padre Día", identificando lo jovial con lo solar. Tal vez por eso los chilangos dicen que algo "está padre" cuando les gusta o cuando lo aprueban.

, Nadie nunca podría decir que un náufrago no ha llegado justo a tiempo. Dicho de otro modo: los náufragos nunca llegan tarde. Es como lo que decía Borges respecto a Bioy (cito apresuradamente) "mientras más tarde llegue es más seguro que llegará; de hecho, mientras más se demore más inminente es su llegada. Es más, si no llegara, es claro signo de que ha llegado."

, En lo personal, pocas cosas me parecen tan irritantes como ser despertado súbitamente. No importa la hora, si se trata de una siesta o si tengo el día más ocupado del mundo: los cumpleaños y las efemérides en general se me hacían doblemente chocantes (además de por la obviedad del onomástico, una necedad de llevar cuentas hasta para el tiempo) por la monserga de verse rodeado de seres queridos, asediado por las llamadas y las felicitaciones. He tenido una buena vida, no me puedo quejar: lo sé cuando puedo quejarme de cosas como esta. Incluso el amor, al sacarnos del sueño, se nos presenta como hostil. Los despertadores son invento de algún ingeniero demográfico fascista, de los que se expresan en términos de "recursos humanos" y "jornadas laborales". Pero el sueño es un país ajeno a todas esas cosas.

, La desfortuna del náufrago: el origen del infortunio, del desfortunio, de la afortunidad: ser el relegado, el excluido de la fortuna, pero siempre en calidad de elegido. Freud habló de él con respecto al trauma, a la angustia de los sobrevivientes que ven al barco en picada rumbo a las profundidades, con la dolorosa culpa de estar vivos. La fortuna del náufrago es informulable: dice: por qué yo y no otros: o mejor: por qué yo de entre tantos otros. Pregunta que le espeta al náufrago su propia vida en pleno rostro, como un escupo.

, La pregunta del náufrago no es, pues, por qué naufragamos (la pregunta de la caja negra), sino por qué estoy vivo cuando no debería estarlo, pues la catástrofe da fe de su propia perplejidad. Es la pregunta --acaso la única-- que Odiseo no se atreve a formular sino a manera de clamor vacío: sabe que la Diosa que blande el escudo nunca se aparta de su lado, pero la inminencia de su presencia se le manifiesta vertiginosa con el hálito de las bestias y los monstruos que lo cercan en tierra y mar. Es el clamor de quien es plenamente consciente de entregarse a un sacrificio inútil, justo antes de llevar el sacrificio a término, como Jesús el judío sobre el Gólgota: "Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?".

, Uno se pasa la vida leyendo europeos refunfuñones como Cioran o Caraco y descuida las historias luminosas, los cantos de celebración por la vida. La escuela de Frankfurt trató de proscribir la poesía por una especie de pudor histórico frente a la esperanza del proyecto humano. Pero es precisamente en un mundo deshumanizado en grado extremo donde cantar es más importante que nunca. Lo hablaba con Nico el otro día, cuando quiso saber qué cosas se cuentan los pájaros. Discutimos al respecto, intercambiamos puntos de vista. Cosas del clima, apreciaciones sobre su dios-pájaro, proximidad de comida, pajaritas y depredadores. Concluimos que tal vez sólo cantan por cantar, porque no saben hacer otra cosa. Y Nicolás sabe que hay cosas que no mueren: las canciones no mueren, los dibujos no mueren, querer a mi mamá no muere. Cantar por cantar: celebrar.

, Pero no todos los náufragos son Odiseo, ni todos los que vuelven del sueño tienen una gran historia que contar. Hay gente que no cuenta o que no sabe contar, más bien. Los que no saben contar, sin embargo, disfrutan también de las historias. Más que náufragos son marineros varados en tierra. Para ellos (para los lectores), los marineros son héroes que salen cada mañana a disputarle al mar el alimento, y su valor se mide de acuerdo a la peligrosidad de la navegación y a la inminencia del naufragio. Pero los náufragos son los que han ido más allá que los héroes. Son los perfectamente inesperados, o dicho de otro modo, los que encarnan la posibilidad del milagro, de que exista algo que literalmente no se puede ver, y que si se puede ver no se puede creer. El milagro debe existir, su posibilidad debe conservarse, aunque no sea para nosotros ni el milagro ni la posibilidad ni la esperanza misma, cuando no es preciso ver algo para saberlo --como Ítaca, como todas las utopías verdaderas. Es entonces cuando Odiseo se convierte en Homero.


martes, 2 de junio de 2015

Segunda persona

a Lucas

Al anunciado en la despaciosa explosión del vientre,
a la semilla germinante en mil ombligos,
al enraizado en el cascarón de su propio nombre,
atado provisionalmente por un hilo de carne
a la mujer que multiplica en su nombre
el caudal del amor: dicen que eres sordo
durante tus meses de cautiverio; dicen
que el sonido se pierde entre los pliegues
que te esconden, como el de estas sílabas
que te traigo como un alimento simbólico
de tan minúsculo: alimento de víscera
de aire, de tripas iracundas para mostrarte
como partir el aire de un rugido: mi casi,
mi por nacer, mi nombre amado, mira
cómo nos tienes a todos con el pendiente
del más mínimo de tus gestos, de tus
incursiones en la pila de clavados
amniótica, mira cómo te esperamos
como una promesa largamente postergada,
mira cómo te guardo tu sitio en la especie
aquí junto a nosotros; acuérdate
de nuestra impaciencia en las horas lúgubres
o adolescentes cuando maldigas tu nacimiento,
cuando maldigas tu nombre, tu padre
y tu Dios como todos los demás antes de ti,
y piensa que también los lejanos planetas
se atraen ciegamente unos a otros,
también blanden sus plumas de metales
iridiscentes, también queman hidrógeno
para alumbrar su cacería, también se tienden
junto a la materia deseada, como un hombre
y una mujer anudados en la noche humana
antes de traerle al aire los kilogramos
de tu inquietud nonata: pequeña gota mercurial,
este vaso se ha desbordado hace mucho tiempo,
el mundo se desaloja ya por los bordes,
pero te esperamos tu madre, tu hermano
y yo con la paciente brutalidad
de una supernova tintineando en la negrura
como una vela velando sobre el pabilo:
con la fuerza de la semilla
que parte la tierra con sus apéndices vegetales
y abre sus manos en el párpado dormido
de lo oscuro: con el temperamento del aire
despeinado que nuestra voz dispersa
en las sílabas de tu nombre como semillas:
con dos gotas de sangre y una de agua
reunimos los elementos inconscientes de tu embrión:
trueno, trompeta de carne, terremoto:
deslízate por las olas de la luz, más allá de las rendijas
que no te permiten todavía tener una voz: esa voz
que matará lo que hay en ti de topo para dar
a luz al grito, esa luz que hundirá sus flancos
en tus ojitos acostumbrados a la opacidad cavernosa,
esa luz que va a revolverte la mirada
cuando termine esta interminable recta final:
ruge para que tiemble de vida
el polvo apelmazado de la luna,
ruge para que las montañas agiten
sus bigotes de nieve y los volcanes
surtan el cielo de fanfarrias:
ruge, ruge para salir de la oscuridad
y entregarte otra vez a ella, Lucas,
que la vida es este parpadeo delicado de luz
que interrumpe provisionalmente
la noche hermética de los elementos.