miércoles, 31 de diciembre de 2008

Para recibir el año que nadie parece querer

No conozco la etimología de "nueve", y sería sencillo googlearla, pero prefiero no saberla de cierto para suponer que viene de "nuevo", nuovo, lo más reciente de cuanto hay. Las noticias con respecto al mundo para el año que llega son poco alentadoras. Al parecer se nos vendrán encima las consecuencias de todos los años anteriores. Será entonces un año de cancelaciones con el pasado, una erupción volcánica sobre un prado gastado de cuyas negras rocas nacerá todo lo que no puede haber aún. Para perderle el miedo al nueve
Ah, si quieren saber el futuro llamen a madame Sasú o a Walter Mercado. El mañana es un misterio y el presente es un regalo. Por el tiempo se agradece, ¿a quién?, es lo de menos. Vivimos el mismo día perpetuo de la creación del universo, venimos llegando, como dice el querido Gonzalo Rojas, si separamos las estaciones, los días, las horas, es para entender nuestro "cuándo". Eso es un año y nada más, un cuándo que se objetiva en un día preciso al principio de las calendas. Lo recibimos con fiestas porque es un regalo; hacemos toda clase de rituales (barrer las entradas, salir con las maletas a la calle, tirar moneditas de baja denominación en las banquetas) para que la buena fortuna venga a nosotros y se quede todo el año. Es un día feliz porque es el único del año en que hay un sentimiento común de estar estrenando el tiempo. Es como cuando se cumplen años: se lleva la cuenta, claro, se hace un balance de lo que fue desde el año anterior, la vida, y se pide un deseo (¡o muchos!) en el pastel para la vida que llega nuevamente; se celebra la vida. Los días de Año Nuevo son como la celebración de la vida del tiempo. Contarlos es lo de menos, ya se sabe que los judíos van por el 3000 y algo, los chinos otro tanto, y que a cierto Papa le pareció buena idea borrarle unos años a la historia... Los aztecas también dejaban días sin nombre, porque lo adverso también debe tener sitio en el tiempo. Me gusta pensar también que cada año tiene un alma (ah, que nos estamos poniendo cursis, chale...): la del 2006 para mí fue terrible, hice mucho daño a los que amaba; el 2007 fue de puras consecuencias, "coseché" todo lo que sembré, como dicen, y perdí todo lo que creí tener; el 2008 fue muy raro, una vida nueva en un lugar nuevo, o más bien, la construcción de esto mismo, una re-construcción para mí, de lo mío. El 2009 sólo puedo pensarlo como el definitivo pase de abordar a mi vida inaugurada de nuevo, a seguir leyendo cuanto pueda, a aprender todo lo que pueda, a compartir con la gente que me rodea, a trabajar mucho, a dar todo lo que pueda. Sí, ya sé, se oye muy bonito a medianoche de Año Nuevo... pero francamente me daría mucha hueva ponerme tan alarmista como todos. El Pinche Nico dice que el 2009 no será tan malo como se dice, pero que es mejor exagerar un poco para que no nos agarren desprevenidos los golpes que el destino da. Y bueno, qué estoy queriendo decir... Pues eso, que no me quiero dejar convencer de lo que se dice del 2009. Si no tuvieramos este nuevo tiempo que se nos da ¿cuándo componer lo que no nos hace bien? ¿Cuándo planear dejar de fumar, aprender francés, casarse, esas cosas que la gente no se atreve a hacer? Pues ahora. Los noticieros, como el infierno, también se hacen con las mejores intenciones; pero si Lezama dice que el infierno está vacío, y Elizondo dijo que en lo eterno el suplicio se vuelve placer y contemplación de la ausencia de dios, que no por ausencia deja de ser divina, entonces no hay qué preocuparse tanto por nuestros infiernitos. Preocuparse lo necesario porque son nuestros: pre-ocupación ya es el inicio de la acción sobre lo que angustia, es lo anterior al acto. Espero que tanta preocupación del mundo en estos días sea el germen de lo bueno que nos falta. Bueno ya, ese fue el mensaje zen, felices fiestas, intoxiquen sus cuerpos de la manera que les sea más placentera, mucha fiesta, harto sexo, abrazo a los conocidos cuando los vea, y a los desconocidos en la distancia. El abrazo más sincero para la gente que no conoceré nunca, que su año sea todo lo que necesiten.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Alumbramiento

La ficha de TuTubo dice: Librotrailer de la colección de relatos cortos de Andrés Neuman, publicada por Páginas de Espuma. Realizado por Tarlatana Producciones. Siguiendo con lo que decía de la narrativa breve, el cortometraje sería la forma mnemotécnica del cine para con el relato breve. Incluso para con el haikú, quién sabe. Pero mientras la poesía ocurra, la forma es lo que más se adapte a producirla. Felices fiestas.

martes, 23 de diciembre de 2008

La vida y la letra, 5

, Extraño placer: separar las hojas pegadas de ciertos libros. ¿Por qué las dejarán así? Me pasó con este "Últimos trenes" de Nacho Padilla que compré ayer. Pero también antes con Sharon Olds, Whitman, Jabés y algún otro. ¿Estrategia de ahorro en el suaje de los bordes? No importa: es como un sello de garantía de que el libro está intacto, que, como las esposas del Rajá, no han sido miradas por impuros; o cinturón de castidad que retiramos, firmes, y como agradecidos. , Así, la primera lectura del que separa las hojas será la original, la irrepetible verdadera; la ceremonia previa a la lectura se vuelve promesa. Al cumplirse en la lectura, donación de secreto, apertura, posesión total del espacio blanco entre las palabras, lo que por fugaz se evade como todo placer cierto. Y como cierto, surge una resonancia: toda lectura auténtica es remover un sello invisible buscando la emoción original. , "Últimos trenes" (UNAM, 1996) no es nuevo. No quiero hablar del Crack que es como ponerse una camiseta para siempre. Es un excelente libro de narraciones breves y ya; el mejor ejemplar del género, para mí, es "El que espera" de Andrés Neuman. Están los pobremente valorados "Gog" y "Magog" de Giovanni Papini, también. Estos libros me parece que tienen en común una belleza descubierta por exceso: los personajes --tipos humanos de lo más familiares-- salen de lo esperado (me caga últimamente la palabra "cotidiano", disculpen mi francés) para desbordar lo real que les toca: la víctima se vuelve asesino; el taxista, chofer; el minotauro, arquitecto. Son cuentos que me gustan, creo, porque se leen como poemas: dejan una vibración más que una certeza, uno no cree haber terminado la lectura del todo. Esa incertidumbre feliz permite volver y verificar que, efectivamente, la micro-ficción también opera según una disposición precisa de las palabras con respecto a sus efectos, con una estructura suficientemente compacta para dar la sensación de totalidad en poco espacio discursivo. Chale, prometo dejar de abaratar el asombro el próximo año. , La lectura de novelas es una experiencia que se funde con la vida de otra manera. Más allá de estadísticas de lectura rápida, una novela, podemos convenir, toma más tiempo en leerse que un libro de poemas. Entonces se queda más tiempo formando parte de nuestra (agh) cotidianidad. Uno se descubre pensando en la estrategia para matar al jefe del partido, el peso de las bombas en el portafolio es mayor al de los libros, las imágenes de la hermosa vista al anochecer en Pyongiang vuelven durante el trayecto... Luego termina la novela, muera el jefe del partido o no. Pero uno ha de volver a lo suyo, a tomar posesión de su trayecto como siempre, a recordar otra hermosa más local... , Separar géneros es una mierda: hay poesía o no. Tengo para mí que la hay cuando la impresión permanece habitante del lector, se niega a desalojar el recinto del ojo; a entender que la función terminó. , Pero la función no termina nunca realmente. Quiero creer que en el futuro diremos "novela" o "coreografía" o "sonata para piano" en la manera sencilla y cercana en que los colores nos parecen familiares y como miembros de una misma cohorte de luz. La función ya no definirá al artista; no será 'escritor' o 'bailarín' o 'músico' como condicionado por su lenguaje, sino que libremente pasará de una técnica a otra, de una disciplina a otra como por cuartos de una misma casa. Decir "multidisciplinario" será pleonasmo, porque será el día de la absoluta contaminación, de la abolición de la búsqueda de la pureza para dar paso a una búsqueda pura, pensar más en el camino que en el formato. , Contagiado por esta quincena desastrosa de navidades, uno se deja llevar más de lo normal y desea cosas como ésa. Pero bueno, como dice Zaid, se toma el juego en serio o no se juega.