No conozco la etimología de "nueve", y sería sencillo googlearla, pero prefiero no saberla de cierto para suponer que viene de "nuevo", nuovo, lo más reciente de cuanto hay. Las noticias con respecto al mundo para el año que llega son poco alentadoras. Al parecer se nos vendrán encima las consecuencias de todos los años anteriores. Será entonces un año de cancelaciones con el pasado, una erupción volcánica sobre un prado gastado de cuyas negras rocas nacerá todo lo que no puede haber aún.
Para perderle el miedo al nueve
Ah, si quieren saber el futuro llamen a madame Sasú o a Walter Mercado. El mañana es un misterio y el presente es un regalo. Por el tiempo se agradece, ¿a quién?, es lo de menos. Vivimos el mismo día perpetuo de la creación del universo, venimos llegando, como dice el querido Gonzalo Rojas, si separamos las estaciones, los días, las horas, es para entender nuestro "cuándo". Eso es un año y nada más, un cuándo que se objetiva en un día preciso al principio de las calendas. Lo recibimos con fiestas porque es un regalo; hacemos toda clase de rituales (barrer las entradas, salir con las maletas a la calle, tirar moneditas de baja denominación en las banquetas) para que la buena fortuna venga a nosotros y se quede todo el año. Es un día feliz porque es el único del año en que hay un sentimiento común de estar estrenando el tiempo.
Es como cuando se cumplen años: se lleva la cuenta, claro, se hace un balance de lo que fue desde el año anterior, la vida, y se pide un deseo (¡o muchos!) en el pastel para la vida que llega nuevamente; se celebra la vida. Los días de Año Nuevo son como la celebración de la vida del tiempo. Contarlos es lo de menos, ya se sabe que los judíos van por el 3000 y algo, los chinos otro tanto, y que a cierto Papa le pareció buena idea borrarle unos años a la historia... Los aztecas también dejaban días sin nombre, porque lo adverso también debe tener sitio en el tiempo.
Me gusta pensar también que cada año tiene un alma (ah, que nos estamos poniendo cursis, chale...): la del 2006 para mí fue terrible, hice mucho daño a los que amaba; el 2007 fue de puras consecuencias, "coseché" todo lo que sembré, como dicen, y perdí todo lo que creí tener; el 2008 fue muy raro, una vida nueva en un lugar nuevo, o más bien, la construcción de esto mismo, una re-construcción para mí, de lo mío. El 2009 sólo puedo pensarlo como el definitivo pase de abordar a mi vida inaugurada de nuevo, a seguir leyendo cuanto pueda, a aprender todo lo que pueda, a compartir con la gente que me rodea, a trabajar mucho, a dar todo lo que pueda. Sí, ya sé, se oye muy bonito a medianoche de Año Nuevo... pero francamente me daría mucha hueva ponerme tan alarmista como todos. El Pinche Nico dice que el 2009 no será tan malo como se dice, pero que es mejor exagerar un poco para que no nos agarren desprevenidos los golpes que el destino da.
Y bueno, qué estoy queriendo decir... Pues eso, que no me quiero dejar convencer de lo que se dice del 2009. Si no tuvieramos este nuevo tiempo que se nos da ¿cuándo componer lo que no nos hace bien? ¿Cuándo planear dejar de fumar, aprender francés, casarse, esas cosas que la gente no se atreve a hacer? Pues ahora. Los noticieros, como el infierno, también se hacen con las mejores intenciones; pero si Lezama dice que el infierno está vacío, y Elizondo dijo que en lo eterno el suplicio se vuelve placer y contemplación de la ausencia de dios, que no por ausencia deja de ser divina, entonces no hay qué preocuparse tanto por nuestros infiernitos. Preocuparse lo necesario porque son nuestros: pre-ocupación ya es el inicio de la acción sobre lo que angustia, es lo anterior al acto. Espero que tanta preocupación del mundo en estos días sea el germen de lo bueno que nos falta.
Bueno ya, ese fue el mensaje zen, felices fiestas, intoxiquen sus cuerpos de la manera que les sea más placentera, mucha fiesta, harto sexo, abrazo a los conocidos cuando los vea, y a los desconocidos en la distancia. El abrazo más sincero para la gente que no conoceré nunca, que su año sea todo lo que necesiten.