[La filosofía y el psicoanálisis son esfuerzos humanos para resistir o por lo menos comprender la fuerza "inexorable" del destino; en ocasiones, ponemos palabras en el lugar que dejan vacante personas o situaciones; en ese sentido, el pensamiento, las palabras, están siempre en el lugar de una pérdida. Si se quiere ver en mí un síntoma histérico, es el de poner palabras en el lugar de un desgarre: traduzco esto como parte de un proceso de duelo. Por supuesto, el lector puede no tomar en cuenta esta pequeña separata y sumergirse en la asombrosa y provocadora perspectiva de Žižek sobre "el bucle de la libertad", el proceso áutico en el que asumimos/aceptamos las causas que nos determinan en tanto Ser, o como él explica, el modo en que los efectos crean las causas es el lugar y condición de posibilidad mismas en que se actualiza la emergencia del Ser. Si se quiere, esta patética explicación está puesta en el lugar de un disclaimer legal, y aunque no se quiera, funciona, a su modo, como una declaración de amor. En los siguientes extractos, Žižek utiliza "Self" conservando la ambigüedad entre el Self psicoanalítico (el órgano de contacto, fundador del sujeto) pero también como Ser, dentro de un discurso ontológico más amplio que se ramifica y explicita en otras partes de The Parallax View. Lo que no debe perderse de vista es que se piensa el sujeto en tanto Self y Ser: una zona vacía que sólo existe mediante su aparecer, como en el Dasein de Heidegger, pero también mediante su interacción, como en los sistemas informáticos y la biología neuronal. Cabría tener a la mano también la distinción heideggeriana de lo "aparente", como aparición (epiphainós), aparecer fenoménico y "falsedad", la apariencia platónica. Conservamos "Ser" para facilitar la lectura y porque el contexto lo permite. Las negritas son nuestras. Los fragmentos están tomados de Slavoj Žižek: The Parallax View, MIT Press, Massachussets, 2009, entre las pp. 203-210, con mucho desierto en medio y a los lados.]
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El bucle de la libertad (fragmentos)
El Ser es precisamente una entidad sin ninguna densidad sustancial, sin ningún núcleo que garantice su consistencia. Si penetramos la superficie de un organismo y observamos más y más profundamente dentro de él, nunca encontramos algún elemento central de control que sea su Ser, secretamente controlando los hilos de sus órganos. La consistencia del Ser es, así, puramente virtual; es como si fuera un Dentro que aparece sólo cuando se le ve desde Fuera, en la pantalla-interfaz --en el momento en que penetramos la interfaz y tratamos de alcanzar la "sustancialidad" del Ser, como "en sí mismo", desaparece como arena entre nuestros dedos. Por ello, los materialistas reduccionistas que afirman que "en realidad no hay ser/yo" están en lo correcto, sin embargo pierden el punto. Al nivel de la realidad material (incluso en la realidad psicológica de la "experiencia interior"), el Ser en efecto no existe: el Ser no es el "núcleo interior" de un organismo, sino un efecto superficial. Un verdadero "Ser/Yo" humano funciona, en cierto sentido, como la pantalla de una computadora: lo que está "detrás" no es sino una red de maquinarias neuronales "sin ser". La tesis de Hegel de que "el sujeto no es una sustancia" debe, así, ser tomada literalmente: en la oposición entre el proceso corporal-material y la pura apariencia "estéril", el sujeto es apariencia en sí mismo, traído a su auto-reflejo; es algo que existe únicamente en tanto aparece frente a sí mismo. Es por esto que es un error buscar detrás de la apariencia por el "verdadero núcleo" de la subjetividad: detrás de ella no hay, precisamente, nada, sólo un mecanismo natural insignificante sin "profundidad" en él.
Cuando Heidegger enfatiza que el auténtico Dasein decide libremente, que encarna la auténtica libertad en contraste con aquellos que sólo siguen al "uno", su noción de libertad implica la misma yuxtaposición paradójica de la libre elección/decisión y la asunción de la necesidad predestinada que encontramos en la teología protestante a través de Nietzsche y Wagner (la libertad más alta es la de libremente asumir y encarnar el propio destino, lo que inexorablemente tiene que pasar): lo que en realidad se libera en una auténtica decisión no es Dasein como tal, sino su destino mismo: el "poder del destino se vuelve libre". De manera suscinta, lo que hace libre mi decisión no es primariamente que yo mismo elija libremente, sino que mi decisión elige libremente el poder mismo del Destino...
El premio Darwin 2001 al acto más estúpido fue conferido de manera póstuma a una desafortunada mujer de la provincia rumana, la cuál despertó en medio de la procesión de su propio funeral; después de salir de su ataúd y darse cuenta de lo que ocurría corrió ciega de terror y fue atropellada por un camión en un camino cercano, muriendo instantáneamente... ¿No es este el mejor ejemplo de lo que llamamos destino? La pregunta por la libertad es, en su expresión más radical, la pregunta por el modo en que este círculo cerrado del destino puede romperse. La respuesta es, por supuesto, que puede romperse no porque "no está realmente cerrado", ya que el esfuerzo mismo del sujeto por romperlo estaría incluído por adelantado. Esto quiere decir: ya que nuestros esfuerzos por alcanzar nuestra libertad y escapar del destino son en sí mismos instrumentos del destino, la única manera real de escapar al destino es renunciar a estos esfuerzos, el aceptar el destino como inexorable. (El destino de Edipo --matar a su padre, casarse con su madre-- se cumplió a través de los esfuerzos mismos de sus padres por evadirlo: sin este esfuerzo por evadir el destino, el destino no puede realizarse.)
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Si en la historia de la literatura moderna existe una persona que ejemplifica la derrota ética, es Ted Hughes. La verdadera Otra Mujer, el foco de la saga Hughes-Plath... es Assia Wevill, una belleza judía de cabello negro, sobreviviente del Holocausto, la amante por la que Ted dejó a Sylvia. Así que esto fue como dejar una esposa y casarse con la mujer loca del ático --sin embargo, ¿cómo se volvió loca? En 1969 ella se mató del mismo modo que Sylvia (intoxicándose con gas), pero matando junto a ella a Shura, la hija de Ted. ¿Por qué? ¿Qué la llevó a esta extraña repetición? Esta fue la verdadera traición ética de Ted, no la de Sylvia --aquí, sus Birthday Letters, con su mitologízación falsa, se vuelven un texto éticamente repulsivo, culpando a las fuerzas oscuras del Destino que manejan nuestras vidas, poniendo a Assia en el papel de la seductora oscura: "Tú eres la fuerza oscura. Tú eres la oscura fuerza destructiva que destruyó a Sylvia." (La noción psicoanalítica del Inconsciente es precisamente lo opuesto a este Destino instintivo e irracional en el cuál trasponemos nuestra responsabilidad.) Recuerden la línea de La importancia de llamarse Ernesto, de Oscar Wilde: "Perder a un padre puede ser visto como una infortunio; perder a ambos parece falta de cuidado." --¿no es lo mismo con Ted Hughes? "Perder una esposa que se suicida puede ser visto como infortunio; perder dos esposas parece falta de cuidado..." La versión de Hughes es una larga variación del "no es mi culpa" de Valmont de Las amistades peligrosas: no fui yo, fue el Destino --como él lo dice, la responsabilidad es "un fingimiento válido solamente en un mundo de abogados y moralistas." Todo su parloteo sobre la Diosa Femenina, el Destino, la astrología, etcétera, es éticamente inválido; así es como la diferencia sexual se connota aquí: ella era histérica, astuta, auténtica, autodestructiva; mientras él mitologizaba y ponía la culpa en el Otro.
En términos kantianos, como hemos visto, estoy determinado por causas, pero yo (puedo) determino retroactivamente qué causas me determinarán: nosotros, sujetos, somos pasivamente afectados por objetos patológicos y motivaciones; pero, de un modo reflexivo, nosotros mismos tenemos el mínimo poder de aceptar (o rechazar) el ser afectados de esta manera --es decir, nosotros determinamos retroactivamente las causas autorizadas para determinarnos o, al menos, el modo de esta determinación lineal. La "libertad", así, es inherentemente retroactiva: en lo más elemental, no es simplemente un acto libre el cuál, de la nada, produce un nuevo vínculo causal, sino el acto retroactivo de refrendar cuáles vínculos/secuencias de necesidades me determinarán. Aquí debemos añadir un giro hegeliano a Spinoza: la libertad no es simplemente "la necesidad reconocida/conocida", sino necesidad reconocida/asumida, la necesidad constituida/actualizada a través de este reconocimiento. Este exceso del efecto sobre sus causas también significa, por ello, que el efecto es retroactivamente la causa de su causa --este bucle temporal es la estructura mínima de la vida. Al nivel de la realidad, sólo hay cuerpos interactuando; "la vida propiamente" emerge de un mínimo nivel "ideal", como un evento inmaterial que provee la forma de unidad del cuerpo viviente como el "mismo" en el incesante cambio de sus components materiales.
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La tensión propiamente dialéctica entre el Ser singular y la narrativa es crucial aquí: el Ser implica el momento de explosión, destrucción, negatividad autorreferencial, del huir de la realidad inmediata, y por ello, de una violenta ruptura de la homeostasis orgánica; mientras que la "autobiografía" designa la formación de una nueva homeostasis culturalmente creada que se coloca a sí misma como "segunda naturaleza". Esta perturbación puede concebirse de dos maneras: ya sea como la intrusión de accidentes externos que perturban mi homeostasis interna --en este caso, un organismo está en una búsqueda permanente de equilibrio entre el mantenimiento de una constante (o "Ser autobiográfico) y la exposición de esta constante a accidentes, a encuentros contingentes, a la otredad; nos volvemos "conscientes" de nosotros mismos a través de choques externos que amenazan nuestra homeostasis, y nuestra acción intencional es finalmente el esfuerzo de incluir tales perturbaciones en una nueva homeostasis... La segunda manera es localizar la fuente de la perturbación en el corazón mismo del Ser --Hegel desarrolló este punto hace tiempo, cuando describió este doble movimiento de, primeramente, el radical auto-escape hacia la "Noche del Mundo", el abismo de pura subjetividad, y posteriormente el arribo de un nuevo orden a través de la capacidad de nombrar: el órden simbólico y su homeostasis es el sustituto humano de la pérdida de la homeostasis natural. Un Ser libre no sólo integra las perturbaciones, las crea, hace explotar cualquier forma dada o consistente. Este es el grado cero de lo "mental" que Freud llamó "pulsión de muerte": la Cosa más traumática que el Ser encuentra es el Ser mismo.
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