En Lod, en Ramallah y en Galilea
nos quedamos
como un muro sobre tu pecho,
en tu garganta
como una astilla de vidrio,
espina de cacto,
y en tus ojos
una tormenta de arena.
Aquí nos quedamos:
un muro sobre tu pecho
a lavar platos en tus restaurantes,
a servir tragos en tus bares,
a barrer los pisos de tu cocina,
a sacar un bocado de comida para nuestros niños
de tus fauces azules.
Aquí vamos a quedarnos,
a cantar nuestras canciones,
a salir a las calles furiosas,
a llenar dignamente las cárceles.
En Lod, en Ramallah y en Galilea
nos quedamos,
a cuidar la sombra de la higuera
y los olivos,
a fermentar la rebelión en nuestros niños
como la levadura en el pan.
[Versión de J.R.]
No hay comentarios :
Publicar un comentario
mis tres lectores opinan: